2023
ENERO ADORACIÓN EUCARÍSTICA
Los
dos enfermos junto a la ventana
Reunidos en torno a tu presencia
queremos compartir la ilusión y esperanza de este nuevo año que acabamos de
iniciar. Queremos experimentar esta luz que proviene de tu presencia y que
ilumina nuestros caminos. Te pedimos que siempre nos acompañe.
Los
dos enfermos junto a la ventana: Dos enfermos muy
graves compartían la misma habitación de un hospital. Uno de ellos tenía la
cama junto a la única ventana y se le permitía sentarse cada atardecer, durante
una hora, para drenar sus pulmones.
El
otro enfermo pasaba todo el día tendido en la cama sobre su espalda y sólo era
capaz de observar el techo sucio y despintado de la habitación. Los dos hombres
llegaron a ser grandes amigos y se la pasaban conversando sobre sus familias,
sus aventuras cuando jóvenes, sus trabajos, sus desgracias y felicidades.
Cada
tarde, cuando el hombre que estaba junto a la ventana debía sentarse para su
drenaje, empezaba a describirle al compañero todas las cosas que veía desde la
ventana. Allá afuera había un parque que tenía en el centro una laguna
encantadora. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños hacían
navegar sus barquitos de juguete. Los novios paseaban abrazados por senderos
bordeados de flores de todas las fragancias y colores, y los deportistas
corrían sudorosos por la pista que bordeaba la laguna. Había también un pequeño
bosque de árboles gigantescos que levantaban sus brazos vigorosos hacia el cielo.
En las orillas del parque crecía la ciudad y cada día el paisaje era distinto y
nuevo según el giro del tiempo y de las estaciones y de los visitantes que
acudían al parque. Los dos enfermos esperaban ansiosamente esa hora que los
aproximaba a la vida. El hombre junto a la ventana se esforzaba cada vez más
por acercar al amigo con sus palabras cargadas de detalles y de amabilidad a
los sucesos maravillosos del parque y del paisaje, de modo que no se perdiera
nada de lo que él disfrutaba con sus ojos. Y así, iluminado por las palabras
del amigo, él también pudo gozar de desfiles, carrozas, lluvias mansas,
arcoíris increíbles, nevadas plateadas, bandadas de pájaros emigrantes,
concursos de papagayos que llenaron el cielo de colorido, carreras de
bicicletas...
Una
mañana, la enfermera que siempre llegaba temprano a tomarles la temperatura,
descubrió que el hombre junto a la ventana había muerto. Parecía dormido y
hasta creyó que sonreía con profunda placidez. Cuando le comunicaron al amigo
la noticia, se entristeció mucho y por largos ratos lloró en calma y en silencio
la ausencia del compañero que le había acercado con sus palabras a los
fabulosos sucesos del parque más allá de la ventana.
A
los pocos días, el enfermo le preguntó a la enfermera si no podría ponerlo en
la cama que seguía vacía junto a la ventana. La enfermera aceptó de buen gusto
y con ayuda de algunos empleados lo cambió. Cuando el enfermo quedó solo, se
apoyó con gran esfuerzo sobre uno de sus codos y logró levantarse lo suficiente
para poder disfrutar de ese paisaje encantador que sólo conocía a través de las
palabras del amigo muerto. Pero sólo vio frente a él una pared gris y muy fea,
completamente vacía y sin encantos.
Cuando
le preguntó a la enfermera cómo era posible que el compañero pudiera ver todas
esas cosas maravillosas, la enfermera le respondió: Ese no pudo ver ni siquiera
la pared pues era totalmente ciego. Posiblemente inventó todo eso para animarte.
El maestro es el que ofrece los propios
ojos para mirar el mundo, el que pone alegrías y sonrisas en el corazón. El que
es capaz de iluminar la vida de los demás con su propia oscuridad. Ser maestro
es alumbrar caminos, cultivar almas, sembrar ilusiones y esperanzas, alentar
vidas.
El genuino educador entiende que su
misión va más allá de impartir conocimientos o desarrollar destrezas, pues se
dirige a formar corazones alegres, propositivos, optimistas, que asumen los
problemas como retos a superar y se crecen con las propias dificultades.
Corazones apasionados de la vida, capaces de sacudirse las rutinas, el
cansancio, la pasividad, la desesperanza. Corazones dispuestos a doblegar el
temor para convertirlo en valor, que transforman la debilidad en energía, la indiferencia
en entusiasmo, el desaliento en confianza, la duda en fe, el egoísmo en amor,
la oscuridad en luz. Corazones alegres, que asumen cada momento como una
maravillosa aventura y son capaces de vivir en la fiesta permanente de la
entrega y el servicio tratando de ser un regalo para los demás.
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