2023 ENERO MEDITACIÓN EUCARISTICA.
LAS APARIENCIAS
ENGAÑAN
Aquí estamos Jesús de nuevo contigo para
expresarte nuestro gran amor y para que nos enseñes a valorar lo que tenemos
personas, cosas, ambientes pues ellos nos ayudan a vivir con serenidad y buen
ánimo.
LAS
APARIENCIAS ENGAÑAN: Hace bastantes
años, durante el periodo de vacaciones un maestro con algunos de sus alumnos
organizó una excursión a un paraje natural y protegido del rio amazonas. Era un
lugar agreste y salvaje. Los nativos decían que había tigrecillos, venados y
muchos otros animales curiosos.
Después
de una hora aproximada de viaje en coche, llegamos a la reserva y comenzaron la
excursión por aquellos parajes casi selváticos. Los habitantes del lugar
dijeron que si seguíamos un pequeño riachuelo que había un poco más adelante,
podrían ir subiendo hacia la montaña donde nos encontraríamos un paisaje
bellísimo, un río con más agua y muchos animales. El único modo de subir a la
cima era a través de ese riachuelo, pues todo lo demás estaba cubierto por una
abundantísima vegetación que impedía cualquier otro tipo de acceso a no ser que
se llevara algún machete para abrir camino; vegetación que a veces podía
deparar sorpresas poco gratas.
Durante
más de una hora subieron por la corriente de agua, unas veces andando y otras
nadando. Después de algunos rasguños, caídas y tropezones, y estando totalmente
empapados de agua y algo cansados, aunque tremendamente felices por el camino
que ya habían recorrido, llegaron a una pequeña explanada donde hicieron un
alto, reponer fuerzas y descansar unos minutos.
Mientras
que los chicos comían algo y se bañaban en un inmenso estanque con agua que
corría lentamente y que venía de montaña arriba, el maestro se puso a caminar
despacio junto a la orilla del estanque. Miraba el agua cristalina, el
horizonte azul con alguna nube dispersa aquí y allá, y la mente se elevaba a
Dios dando gracias por tanta belleza apenas hollada por la mano del hombre.
En
esto en el suelo encontró una piedra junto a la orilla del estanque que era de
color amarillo y que destellaba brillantes rayos de luz. Agachándose la recogió.
Lo primero que le llamó la atención era que, para un tamaño relativamente
pequeño, como un huevo de gallina, pesaba bastante. La miré, le di varias
vueltas, la remojé en agua para limpiarle un poco de barro que tenía, y la
primera impresión que me dio es que parecía una gran pepita de oro.
Automáticamente pensé: ¡Este es el famoso oro de los tontos!
En
esto que seguí caminando y volví a tirar la piedra al lecho del estanque y la
vi alejarse de mí dando repetidos botes en el agua. Minutos después saludé a un
nativo del lugar que no sé cómo me reconoció como el maestro y me saludó
amigablemente:
- ¡Buenos
días señor maestro! ¿Qué hace por aquí?
- Pues
dando una vuelta con los chicos y disfrutando de este precioso lugar.
Entonces
el indio, que iba con un gran machete en la mano y que usaba para abrirse camino
entre la maleza me dijo: ¡tenga buen ojo! ¿No sabe usted que este riachuelo
trae oro? En eso que de pronto me vino a mi mente la imagen de la piedra
amarilla que acaba de tirar al estanque.
Y
el indio se perdió entre la maleza del mismo modo que había aparecido. ¡Si seré
bruto! ¡He tenido cerca de un kilo de oro en mis manos y lo he vuelto a tirar
al agua! Esa noche, conté a mis amigos lo que me había ocurrido y me
confirmaron: ¡Ese riachuelo es famoso porque trae oro!
Este relato no ayuda a aprender que hay
muchas cosas que tenemos al alcance de nuestras manos, pero que por nuestra
falta de conocimiento o cuidado las perdemos, pues no sabemos lo que valen
hasta que desaparecen o alguien nos lo dice. En este caso fue oro, pero para
muchas personas a veces son cosas más importantes que el oro: la Eucaristía, el
Amor de Dios, el amor de un padre o una madre. Cuántas cosas valiosas pasan a
lo largo de nuestra vida por nuestras manos pero que, por no tener un corazón
limpio, generoso y dispuesto, perdemos y probablemente ya nunca más podremos
gozar. No obstante, mientras vivimos, Dios pone cerca de nosotros una y otra vez,
cosas de inmenso valor. No seamos tan ciegos de tirarlas al río y que se las
lleve la corriente. Aprendamos a valorar, gozar y agradecer tan inmensos dones
que recibimos cada día antes de que sea demasiado tarde. Amén
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