sábado, 24 de junio de 2023

2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XII

 

Tres veces Jesús les dice a los discípulos que no tengan miedo. El miedo es algo normal. Es la reacción frente a una amenaza o a un riesgo. El miedo nos ayuda a protegernos y nos abre a la prudencia. Pero a veces los miedos pueden producirnos pánico, pero sobre todo nos paralizan, nos encierran, nos hacer vivir con tristeza.

Jesús nos invita a afrontar los miedos de nuestra vida. El miedo y el odio destruye. El amor construye. No tengamos miedo a ser vulnerables: a la frustración, a la enfermedad, al sufrimiento, al dolor o a la muerte. Todos somos frágiles y allí está la posibilidad de reconocernos humanos.

En esas realidades es donde más claramente percibimos que Dios nunca nos deja solos, que siempre está con nosotros en el camino de la vida, que nos toma de su mano:

Pero nos ayuda la buena noticia: "No temas: vales más que muchos gorriones Tienes tu nido en las manos de Dios". Vales: ¡qué bello es este verbo! Para Dios, yo valgo. Valemos más que muchos gorriones, más que todas las flores del campo; valemos para Él más de lo que me atrevía a esperar. Atrás queda el miedo a no contar, a tener que demostrar siempre algo. "No temáis" que valemos más. Por cómo eres. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. La insignificancia del pelo: Alguien nos ama, fragmento a fragmento, fibra a fibra, célula a célula. Para quien ama, nada de lo amado es insignificante, ningún detalle carece de emoción.

Que hermoso es este Dios que hace por nosotros lo impensable, lo que nadie ha hecho nunca, lo que nadie hará jamás. "temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna. ¿Puede morir el alma? Sí, es la muerte lenta de los que se pasan el día quejándose, se hacen esclavos de la costumbre, no arriesgan y no cambian.... "Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música, muere lentamente quien no encuentra gracia en sí mismo" (Martha Medeiros).

En conclusión, experimentemos a Dios solo como amor. Todo lo que nace de él es amor. De él solo nos llega vida, paz y bien. Yo me puedo apartar de él y olvidar su amor, pero él no cambia. El cambio se produce solo en mí. Él nunca deja de amarme.

Dios nos ama incondicionalmente, tal como somos. No tenemos que ganarnos su amor. No tenemos que conquistar su corazón. No tenemos que cambiar ni ser mejores para ser amados por él. Más bien, sabiendo que nos ama así, podemos cambiar, crecer y ser buenos.

No olvidemos que nunca estaremos solos. Todos «vivimos, nos movemos y existimos» en Dios. Él será siempre esa presencia comprensiva y exigente que necesitamos, esa mano fuerte que nos sostendrá en la debilidad, esa luz que nos guiará por sus caminos. Él nos invitará siempre a caminar diciendo «sí» a la vida. Un día, cuando termine nuestra peregrinación por este mundo, conoceremos junto a Dios la paz y el descanso, la vida y la libertad.


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