2023 junio ADORACIÓN EUCARISTICA.
Un maravilloso trueque
En estas
vísperas de Corpus Cristi nos sentimos amados delante de ti para saborear tu
amor y cariño para con todas tus criaturas. Cada día agradecemos tu presencia
en la eucaristía, donde la fuerza y energía que surgen de ella no proyecta
hacia el futuro y hacia un mundo nuevo lleno de esperanza y luminosidad.
Escuchemos esta bonita historia de agradecimiento y generosidad.
Un maravilloso trueque: Durante los duros años de la posguerra,
en un pueblo pequeño había un almacén del Sr. Pepe donde se podía comprar
productos frescos de granja. En aquellos tiempos la comida y el dinero
escaseaban, y el trueque era frecuente.
Un día, un niño pequeño, con la ropa gastada y sucia
miraba atentamente una caja con manzanas rojas. Entablaron una conversación
entre el pequeño y el Sr. Pepe.
- ¿Hola Barry, como estás, quieres algo? Hola Sr.
Pepe, estoy bien, gracias, sólo admiraba las manzanas… Se ven muy apetitosas.
- Si, son muy buenas. ¿Cómo está tu mamá? Bien,
gracias.
- ¿Te gustaría llevarte algunas a casa? Claro que
sí.
- ¿Qué tienes para cambiar por ellas?
- Lo único que tengo es esto, mi canica más valiosa.
Barry le mostró su tesoro, pero el Sr. Pepe no se quedó muy satisfecho: El
único problema es que es azul, y a mí me gustan las rojas. ¿Tienes alguna como
esta, pero roja, en casa?
- No exactamente, pero tengo algo parecido.
- Hagamos una cosa. Llévate esta bolsa de manzanas a
casa y la próxima vez que vengas muéstrame la canica roja que tienes. Muchas
gracias Sr. Pepe. Barry salió corriendo con su bolsa de manzanas rojas.
La mujer del sr Pepe comentó con un cliente: Hay dos
niños como él en nuestro pueblo, todos en una situación de extrema pobreza. A
mi esposo le encanta hacer trueque con ellos por patatas, manzanas, tomates, o
lo que sea. Cuando vuelven con las canicas rojas, él decide que en realidad no
le gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de comida y la
promesa de traer una canica color naranja, verde o azul la próxima vez.
El cliente salió del lugar sonriendo e impresionado
por la bondad de este hombre tan particular. A su modo, traía felicidad a estos
jóvenes y a sus familias. Pasaron los años y un día el sr. Pepe falleció. Por
la noche aquel cliente fue a su velatorio. Al llegar, comenzó a saludar a los
familiares para dar el pésame. Había tres jóvenes, muy bien vestidos, parecían
profesionales, saludaron a la viuda y luego se acercaron respetuosamente para
despedirse del Sr. Pepe.
Cuando llegó nuestro turno, la viuda con los ojos
brillando, me tomó de la mano, me condujo al ataúd y me dijo: Esos tres jóvenes
que se acaban de ir son los tres chicos de los cuales le hablé, me dijeron que
vinieron a pagar su deuda. A continuación, la esposa abrió la mano de su esposo
fallecido. Allí estaban. Eran tres canicas rojas exquisitamente brillantes. El
amor del Sr. Pepe quedó grabado en el corazón de los tres chicos de tal manera,
que jamás olvidaron su actitud y generosidad.
Vivimos en un
“valle de lágrimas” donde el hombre experimenta diariamente muchas necesidades.
Hay alguien que siempre está pendiente de ello y cuida de ayudarnos día a día.
La única condición que pone es que le demos una canica roja, verde o azul a
cambio. Hecho el trueque, siempre volvemos a casa con una bolsa de manzanas,
patatas, o de lo que más necesitemos.
Cada día
estamos invitados a agradecerle todo el bien que nos hace. Será el momento de
poner en sus manos lo que Él nos había requerido. Esa canica que Él nos pedía y
que en realidad no necesitaba, pero que era un signo de nuestro amor y nuestra
entrega.
La Santa Misa,
actualización del sacrificio de Jesucristo en la cruz, es el momento en el que
también nosotros podemos hacer nuestra ofrenda de lo que Él quiere de nosotros,
y que en realidad no es una canica roja sino nuestra vida. Sabiendo
anticipadamente que en ese trueque siempre saldremos ganando, pues damos algo
pequeño y recibimos de Él lo más grande que existe: su propia Vida y su propio
Amor. “El que coma de este pan vivirá para siempre” (Jn 6:51). “Yo he venido
para que tengáis vida y una vida abundante” (Jn 10:10).
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