DES DEL CONVENT
HOJA PARROQUIAL - OCTUBRE 2023
2023 SEPTIEMBRE. Adoración eucarística
LAS SEIS MADEJAS DE HILO
Una tarde más
Señor Jesús nos encontramos alrededor de tu altar. Tú sigues mostrándote como
lo que verdaderamente eres: pan de vida, alimento para nuestras vidas, fuerza y
vigor para nuestra alma. Tu nunca desistes de acompañarnos en todas las
circunstancias de la vida y nos muestras el camino a recorrer. Muchas veces no
somos conscientes de tu presencia y por eso nos vence la fragilidad y el
desánimo.
Aportemos cada
uno lo mejor que pueda y las cosas irán saliendo hacia adelante, no desistamos
nunca el Señor hace el camino con nosotros, aunque muchas veces no lo sintamos
cerca.
Escuchemos
está interesante historia de confianza y de aportación de lo que cada uno
buenamente pueda.
Las seis madejas de hilo: Hace ya muchos, pero que muchos
años, había un famoso rey que vivía en su castillo-palacio de Renania. De todos
era bien conocido por su avaricia y su mal carácter. En su deseo de aumentar
sus arcas y su poder, no hacía más que inventarse nuevos impuestos con los que oprimía y empobrecía a sus súbditos.
No hacía mucho tiempo que el rey había apresado y
encarcelado a Romualdo, a quien todo el pueblo veneraba y reverenciaba como a
hombre de Dios y profeta de su pueblo. En un edicto redactado en un pergamino y
hecho público en las plazas centrales y mercados de las villas de su reino,
hizo saber que no lo pondría en libertad hasta que el pueblo pagase una muy
elevada suma de dinero por su rescate. Esta era una manera un poco primitiva y
bastante salvaje de cobrar impuestos; pero el rey sabía que el pueblo veneraba
mucho al santo y acabaría pagando.
Después de varios meses recolectando dinero, ya
habían pagado mucho, pero la cantidad recaudada no llegaba aún a lo estipulado.
Una viejecita de un pueblo muy lejano se enteró
también de lo que sucedía y quiso contribuir en su pobreza. Era hilandera, y
todo su capital en aquel momento eran seis madejas recién hiladas. Las tomó y
se encaminó a palacio a entregarlas para el rescate.
Las personas, al verla pasar, se contaban unos a
otros su caso, y no podían menos de sonreírse ante la ingenuidad de su gesto y
la inutilidad de su esfuerzo.
- ¿Qué valen seis madejas de hilo en un rescate de
millones? Decían entre ellos.
Algunos incluso se lo decían a la viejecita en su
cara e intentaban disuadirla de su empeño. Pero ella seguía su camino y
contestaba:
- “No sé si pondrán en libertad a Romualdo o no. Lo
único que pretendo es que cuando Dios, en su juicio, me pregunte qué hice yo
cuando Romualdo estaba en la cárcel, no tenga yo que bajar los ojos
avergonzada”.
Y presentó su ofrenda.
El rey, a cuyos oídos había llegado ya su historia,
en un arranque de comprensión, que no tenía explicación humana alguna, liberó
al hombre de Dios.
Señor Jesús, ¡Cuántas
veces nos excusamos nosotros también ante los problemas de las personas que nos
rodean y no hacemos nada pensando que nuestro esfuerzo será inútil! ¡Y tú qué
sabes! Historias como esta han sido capaces de conmover, no sólo a reyes, sino
también al mismo Dios.
Acordémonos de
la ofrenda de la pobre viuda que depositó en el tesoro del templo (Lc 21: 1-4) Es
sensacional lo que Jesús dijo: todos los
demás han echado de lo que les sobraba; en cambio esta mujer en su indigencia,
ha dado todo, hasta lo que tenía para vivir.
Dios no se
fija tanto en la cantidad, sino en la calidad, en la totalidad. Dicho en otras
palabras, si las acciones y los comportamientos lo realizamos por amor a Él y a
los hermanos y hemos sido capaces de darlo todo, nunca nos quedaremos sin
recompensa. Tu haz el bien y no mires a quien. Esfuérzate, colabora y participa
en la vida colectiva con los demás. Y es que Dios se conmueve ante un corazón
que ama de verdad. Probablemente nosotros no podamos hacer nada si actuamos
usando solamente nuestras fuerzas; pero cuando Dios está a nuestro lado… nos
hacemos todopoderosos. Colabora, participa según tus dones y talentos, el Señor
añadirá el resto. Amén
GRACIAS, MI SEÑOR
Porque
en la plaza de mi comodidad, estaba yo un día sentado cuando, por tu nombre,
salí
hacia tu encuentro
GRACIAS,
MI SEÑOR
porque
en la plaza de mi egoísmo, estaba yo un día cerrado cuando, por tu nombre,
comprobé
que la mayor riqueza es el dar y no recibir.
GRACIAS,
MI SEÑOR
Porque
en la plaza de mi particular justicia, estaba yo confundido cuando, por tu
nombre, aprendí a diferenciar la verdad de la mentira.
GRACIAS,
MI SEÑOR
Porque
en la plaza de mi aburrimiento, estaba una tarde abatido cuando, por tu nombre,
me
sentí llamado a la alegría de tu misión.
GRACIAS,
MI SEÑOR
Porque
en la plaza de mi envidia, estaba un amanecer asomado cuando, por tu nombre,
acepté
que es grande el servirte, sin juzgar ni exigir la suerte que Tú repartes.
GRACIAS,
MI SEÑOR
Porque
en la plaza de mis ideas, tejía proyectos y planes cuando, por tu nombre,
ví
que los tuyos daban dignidad al hombre.
Por
todo, eso y por mucho más,
GRACIAS,
MI SEÑOR. Amén
2023 DOMINGO TIEMPO ORDINARIO XXV
Hoy Jesús nos
cuenta una parábola sorprendente. Habla de un señor que contrató a todos los
jornaleros que pudo. Él mismo fue a la plaza del pueblo una y otra vez, a horas
diferentes. Al final de la jornada, aunque el trabajo había sido absolutamente
desigual, a todos les dio un denario: era lo que su familia necesitaba para
vivir.
El primer grupo
protesta. No se quejan de recibir más o menos dinero. Lo que les ofende es que
el señor ha tratado a los últimos igual que a nosotros. La respuesta del
señor al que hace de portavoz es admirable: ¿Vas a tener tú envidia porque yo
soy bueno?
La parábola es
tan revolucionaria que seguramente después de veinte siglos no nos atrevemos
todavía a tomarla en serio. ¿Será verdad que Dios es bueno incluso con aquellos
que apenas pueden presentarse ante él con méritos y obras? ¿Será verdad que en
su corazón de Padre no hay privilegios basados en el trabajo más o menos
meritorio de quienes han trabajado en su viña?
Todos nuestros
esquemas se tambalean cuando hace su aparición el amor libre e insondable de
Dios. Por eso nos resulta escandaloso que Jesús parezca olvidarse de los
«piadosos», cargados de méritos, y se acerque precisamente a los que no tienen
derecho a recompensa alguna por parte de Dios: pecadores que no observan la
Alianza o prostitutas que no tienen acceso al templo.
Nosotros nos
encerramos a veces en nuestros cálculos, sin dejarle a Dios ser bueno con
todos. No toleramos su bondad infinita hacia todos: hay personas que no se lo
merecen. Nos parece que Dios tendría que dar a cada uno su merecido, y solo su
merecido. Menos mal que Dios no es como nosotros. Desde su corazón de Padre, él
sabe regalar también su amor salvador a esas personas a las que nosotros no
sabemos amar.
Son reveladoras las
palabras del dueño de la viña: ¿Por qué
estáis aquí todo el día sin hacer nada? El no hacer nada produce un vacío,
provoca una falta de sentido, el día a su alrededor enferma. Esto sucede porque
la madurez del hombre se realiza siempre en tres direcciones: saber amar, saber
trabajar, saber alegrarse.
1- gesto
inquietante: los últimos son los primeros en ser llamados, los que menos han
trabajado.
2- gesto que es ilógico:
ellos, que sólo han trabajado una hora, reciben la paga de un día entero por
una fracción de día. Y comprendemos que no se trata de un salario, sino de otra
forma de habitar la tierra y el corazón.
3- gesto llega
el turno de los que han trabajado doce horas, soportando la carga del calor y
la fatiga, esperan, con razón, una paga extra. La paga es la misma: "No es
justo", protestan. Es cierto: no es justo. Pero el amo no sabe de
justicia, es generoso. Incluso el amor no es justo, es más. El maestro no quita
nada a los primeros, añade a los últimos. No resta nada, da. No es injusto,
sino generoso. La justicia humana es dar a cada uno lo suyo, la justicia de
Dios es dar a cada uno lo mejor. Dios no es un contador de méritos, es el
Dador.
2023 septiembre ADORACIÓN EUCARISTICA.
El desierto
De nuevo estamos aquí junto a ti Señor
Jesús sacramentado. Queremos fiarnos siempre de ti y confiar, confiar siempre.
No nunca nos defraudas y siempre nos apoyas prestándonos tu mano cuando
desfallecemos.
El
desierto: Un hombre que se
fue al desierto en una excursión. Las dunas del desierto le fascinaban. Una
noche salió del campamento para ver la multitud de estrellas, que brillaban con
intensidad. Y caminó y caminó cada vez más entusiasmado apartándose cada vez
más del campamento, al sentirse cansado se sentó y se durmió. A la mañana
siguiente ya no supo orientarse y no sabía cómo volver al campamento.
Estuvo
caminando durante casi dos días sin ver nada más que arena. A media tarde del
segundo día, cuando los rayos del sol comenzaban a declinar, de tanto andar
tenía grandes ampollas en los pies, divisó a lo lejos una mancha verdusca y
como árboles que se levantaban entre las dunas. Aceleró el paso con la
esperanza de llegar a lo que él creía que era el campamento o un oasis.
Después
de andar por poco más de media hora, por fin llegó a las palmeras y a su
destino. La boca la tenía seca y los labios comenzaban a agrietarse; pero sólo
de pensar que en unos minutos estaría bebiendo agua fresca, fue capaz de dar
los últimos pasos. De pronto, lo que de lejos le había parecido un charco de
agua, no era sino un espejismo. Tremendamente cansado y desanimado, encontró
una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del sol del desierto,
mientras pensaba alguna otra posible salida.
El
desánimo y el horror ante una posible muerte, cada vez más cercana, se fue
apoderando de él. Miró a su alrededor, y detrás de una maleza prácticamente
seca que había junto al tronco de una palmera, vio una vieja bomba de agua toda
oxidada. Un atisbo de esperanza le dio fuerzas para caminar los pasos que le
separaban de la bomba. Una vez junto a ella, cogió la manivela y comenzó a
bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Aparentemente el
aljibe, pozo o lo que fuera estaba seco. Entonces notó que a su lado había una
botella vieja con una pequeña nota de papel, ya quemada por el sol. La miró, la
limpió de todo el polvo y la arena que la cubría, y pudo leer que decía:
“Necesita
primero cebar la bomba con toda el agua que contiene esta botella. Una vez
cebada, podrá sacar agua fresca del aljibe. Cuando acabe, tenga la gentileza de
llenar la botella nuevamente antes de marchar para que otro desafortunado pueda
usarla también”.
El
hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua… ¡llena
de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, podría
sobrevivir; pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría
agua fresca del fondo del aljibe, y podría tomar toda el agua que quisiese; o
tal vez no. Tal vez, la bomba no funcionaría y el agua sería desperdiciada.
¿Qué
debería hacer? En medio del dilema, la sed y el calor, todavía tuvo la mente
fría para pensar: Esta agua sólo me puede servir para como mucho un día; en
cambio, si saco agua del pozo, podré hartarme y al mismo tiempo tomar algo para
el resto del camino; y ya de paso, ayudar a otro futuro desafortunado como yo.
Al
final, derramó toda el agua en la bomba, agarró con las pocas fuerzas que le
quedaban la manivela y comenzó a bombear. La bomba comenzó a chirriar.
Probablemente habían pasado algunos años desde la última vez que alguien la
usara. Bombeaba insistentemente, pero ¡nada pasaba! Siguió bombeando, era su
única esperanza. La bomba continuaba con sus ruidos hasta que de pronto surgió,
primero, un hilo de agua, después, un pequeño flujo y finalmente, el agua
corrió con abundancia… ¡Agua fresca, cristalina! Llenó la botella y bebió
ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante.
Una
vez que él se había saciado y cogido abundante agua para el resto de su camino,
la llenó de nuevo con agua para el próximo viajante. Tomó la pequeña nota que
tenía y añadió otra frase: “¡Créame que funciona! Eche toda el agua y verá como
la bomba no le traiciona”.
Señor Jesús esta historia nos enseña lo
que tú mismo nos muestras en el evangelio: “El
que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí la
hallará”. (Mc 8:35)
Cuántas veces somos tentados de beber
del agua de la botella, creyendo que, si invertimos toda esa agua en reparar la
bomba, al final nos quedaremos sin agua y sin vida. Si confiamos en el mensaje de
Dios, Él, como en el caso de la samaritana en el pozo de Jacob (Jn 4: 5-43),
nos dará un agua que saltará hasta la vida eterna. Amén
CUÁNTO
CUESTA, SEÑOR Ofrecer el perdón, cuando en recompensa,
se recibe el
silencio o la mofa.
Sentirse
cristiano y, mirarse a uno mismo,
comprobando
que la misericordia la derramo con cuenta gotas;
a quien
quiero, a quien más quiero y cuando yo quiero.
Qué difícil
es perdonar y cuánto cuesta, Señor
sabiendo
que, mi corazón, no es tan grande como el tuyo:
siempre
dispuesto a comenzar de nuevo.
¡CUÁNTO
CUESTA, SEÑOR!
Ser siervo
del perdón y no del orgullo,
Arrodillarme
ante el que me injuria
o cerrar los
ojos ante el que me denigra.
Decir “lo
intentaré de nuevo” a pesar de la traición
o disculpar
los golpes recibidos.
Abrazar tu
evangelio sabiendo que, el perdón,
sin límites
y sin farsa, sin miedos ni fronteras,
es el
resumen de tu paso entre nosotros de tu vida en medio de la nuestra
tu palabra
que se hace carne más allá de teorías y de discursos
¡CUÁNTO
CUESTA, SEÑOR!
Vivir sin
sentirse perdonado
y, vivir,
con la conciencia de no haber disculpado.
Romper con
las historias pasadas para caminar de nuevo
e iniciar un
rumbo distinto sin pensar en vencedores ni derrotados.
Ser generoso
ofreciendo semillas de reconciliación, Decir “lo siento” o “te perdono”
Recordar
que, para entrar en el cielo,
la llave que
mueve su puerta
es
precisamente esa: perdonar siempre
Dime, Señor,
cómo hacerlo. Amén.
2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXIV
Cuantas veces Jesús hablaba
de cosas increíbles sobre el amor a los enemigos, la oración por los que nos
persiguen, perdonar a quien nos hace daño. Seguramente les parece un mensaje extraordinario,
pero poco realista.
Pedro se acerca ahora a
Jesús con un planteamiento más práctico y concreto que les permita, al menos,
resolver los problemas que surgen entre ellos: recelos, envidias,
enfrentamientos, conflictos y rencillas. ¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿Hasta
siete veces? Su propuesta es de una generosidad muy superior al clima
que se respira en la sociedad judía. Va más allá incluso de lo que se practica
entre los rabinos y los esenios que hablan como máximo de perdonar hasta cuatro
veces.
La respuesta de Jesús nos pone en otra onda. En el perdón no hay límites:
No
te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete. No tiene
sentido llevar cuentas del perdón.
Desde hace unos cuantos
años crece el malestar en el interior de la Iglesia provocando conflictos y enfrentamientos
cada vez más desgarradores y dolorosos. La falta de respeto mutuo, los insultos
y las calumnias son cada vez más frecuentes, incluso al Papa. Sectores que se
dicen cristianos se sirven de internet para sembrar agresividad y odio
destruyendo sin piedad el nombre y la trayectoria de otros creyentes.
Hoy más que nunca
necesitamos urgentemente testigos de Jesús, que anuncien con palabra firme su
Evangelio y que contagien con corazón humilde su paz. Creyentes que vivan
perdonando y curando esta obcecación de la crítica y del no perdón.
Hay que volver a Jesús.
En su Iglesia hacen falta hombres y mujeres que estén dispuestos a perdonar
como él, introduciendo entre nosotros su gesto de perdón en toda su gratuidad y
grandeza. Es lo que mejor hace brillar en la Iglesia el rostro de Cristo.
Muchas veces solemos
decir aquello de “perdono, pero no olvido”. El perdón se hace más real y más
puro cuando se desea para el otro todo lo mejor. El perdón, además de
desatarnos de nuestros propios egoísmos, nos hace comprender, vivir, gustar y
entender el gran amor que Dios siente por cada uno de nosotros. ¿Perdonas?
Estás cerca de Dios. ¿No perdonas? Tu corazón no está totalmente ocupado por
Dios.
A veces corremos el
riesgo de creer, que Dios, entra en ese juego que nosotros mismos nos montamos.
Como si se tratara de un partido de futbol donde, los hinchas de uno o de otro,
pretenden que Dios les ayude frente, al contrario.
En este domingo, Jesús,
nos propone a las claras que nos dejemos de evasivas y que practiquemos aquello
que emana del corazón de Dios por los cuatro costados: yo os perdono… haced
también vosotros lo mismo. Si muchas heridas permanecen abiertas y sangrando es
en parte por la pobreza de nuestra fe.
2023 ADORACIÓN EUCARISTICA:
Carpintería el Siete
Señor Jesús en
esta tarde queremos meditar sobre la generosidad, tú fuiste el primero en
entregarnos tu propia vida para que nosotros tuviéramos más vida y ésta en
abundancia. Escuchemos esta impresionante historia.
CARPINTERÍA “EL SIETE”: Era una pequeña casucha, casi una
chabola en las afueras de la ciudad. Un pequeño taller al lado con unas pocas
máquinas y herramientas. Sin embargo, Joaquín no se quejaba, en estos dos años
el taller de carpintería “El 7” se había hecho conocer en el pueblo y él ganaba
suficiente dinero como para no tener que recurrir a sus magros ahorros.
Esa mañana, como todas, se levantó a las seis y
media para ver salir el sol. No obstante, no llegó al lago. En el camino, a
unos 200 metros de su casa, casi tropezó con el cuerpo herido y maltrecho de un
joven. Con rapidez, apoyó su oído contra el pecho del joven, y débilmente su
corazón luchaba por mantener lo que quedaba de vida en ese cuerpo sucio,
maloliente a sangre, mugre y alcohol.
Al llegar a la casa tendió el cuerpo sobre su cama,
cortó las raídas ropas y lo lavó cuidadosamente. El muchacho, tenía heridas
cortantes en las manos y la espalda, y su pierna derecha estaba fracturada.
Durante los siguientes dos días, toda la vida de Joaquín se centró en la salud
de su obligado huésped: curó y vendó las heridas, entablilló su pierna y
alimentó al joven con pequeñas cucharadas de caldo de pollo. Cuando el joven
despertó, Joaquín estaba a su lado mirándolo con ternura y ansiedad. ¿Cómo
estás? –preguntó Joaquín.
- Bien... creo, el joven miraba su cuerpo aseado y
curado, ¿me has curado? ¿Por qué?
- Porque estabas herido.
- ¿Sólo por eso?
- No, también porque necesito un ayudante. Y ambos
rieron con ganas. Bien comido, bien dormido y sin beber alcohol, Manuel, que
así se llamaba el joven, se fortaleció enseguida. Joaquín intentaba enseñarle
el oficio y Manuel intentaba rehuir del trabajo todo lo que podía. Una y otra
vez Joaquín inculcaba en aquella cabeza deteriorada por la vida transcurrida,
las ventajas del buen trabajo, del buen nombre y de la vida buena. Pero Manuel no
estaba muy interesado en aprender y se olvidaba de cumplir con la tarea que
Joaquín le había encomendado.
Pasaron meses. Manuel estaba curado. Joaquín lo
acogió en su modesta casa a cambio de la promesa del joven de dedicarse al
trabajo. Una noche, mientras Joaquín dormía, Manuel decidió que seis meses de
abstinencia eran bastante y creyó que una copa en el pueblo no le haría daño.
Por si Joaquín se despertaba en la noche, cerró la puerta de su habitación
desde adentro y salió por la ventana dejando la vela encendida para dar la
impresión de que se encontraba allí.
A la primera copa siguió la segunda, y a esta la
tercera, y la cuarta, y otras muchas... Pasaron los bomberos por la puerta de la
taberna haciendo sonar la sirena. Manuel no asoció este hecho con lo ocurrido
hasta que, de madrugada, tambaleándose hasta su casa, vio la muchedumbre. Sólo
alguna pared, las máquinas y unas pocas herramientas se salvaron del incendio.
Todo lo demás quedó destruido por el fuego. De Joaquín sólo se encontraron
cuatro o cinco huesos chamuscados, que enterraron en el cementerio bajo una
lápida donde Manuel escribió: “Lo haré, Joaquín. lo haré”.
Con mucho trabajo, Manuel, reconstruyó la
carpintería. Él era vago, pero hábil y lo que aprendió de Joaquín alcanzó para
llevar adelante el negocio. Siempre sentía que, desde algún lugar, Joaquín lo
miraba y alentaba. Manuel lo recordaba en cada logro: su casamiento, el
nacimiento de su primer hijo, la compra de su primer auto...
A quinientos kilómetros de allí Joaquín, vivito y
coleando, se preguntaba si era lícito mentir, engañar y prenderle fuego a esa
casa sólo para salvar a un joven. Se contestó que sí. Su nueva carpintería era
un poco más modesta que la anterior, pero ya era conocida en el pueblo... se
llamaba, CARPINTERÍA “EL 8”.
Señor Jesús, muchas
veces se hace difícil poder ayudar a un ser querido. No obstante, si hay alguna
dificultad que vale la pena enfrentar, es la de estar para otro. Esto no es un
“deber moral”, sino una elección de vida que cada debe hacer. El ser humano
libre y consciente de sí mismo es generoso, solidario, amable y capaz de
disfrutar por igual del dar y del recibir.
Por lo tanto,
cada vez que nos encontremos con aquellos que viven mirándose al ombligo, no
los odiemos; ya bastante lio deben tener con ellos mismos. Cada vez que
descubramos estas actitudes mezquinas, ruines o pequeñas, aprovecha para ayudar
y ser generoso.
HAZLO CON AMOR
Si tengo
defectos y dificultan mi camino
ayúdame a
superarlos…pero con amor.
Si avanzo en la
dirección equivocada
indícame el
camino verdadero…pero con amor.
Si hay algo que
de mí no te gusta y te hiere
házmelo
saber…pero con amor.
Si mi vida se
dispara hacia un túnel sin salida
adviértemelo…pero
con amor.
Si soy egoísta o
vanidoso, si la envidia no me deja ser feliz
si tengo mil
vicios o caídas dímelo…pero con amor.
Si yo vivo en la
mentira dime cómo se sale de ella…pero con amor.
Si me falta
corazón y caridad reza por mí…pero hazlo con amor.
Si estoy mal
conmigo mismo y con los demás,
si me encuentro
agarrotado por la soberbia,
si hace tiempo
que perdí el norte de mi existir,
mírame a los
ojos…pero hazlo con amor.
Si pensamos de
forma diferente,
si crees que
podemos caminar juntos, si todavía confías en mí,
lo intentemos de
nuevo…pero con amor.
Dime lo que
quieras…
pero eso
sí…hazlo con amor.
Amén
2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXIII
La vida de cada día
está llena de errores, heridas, exclusiones, descartes. Hoy Jesús nos habla de
la necesidad de ayudarnos unos a otros, de decirnos las cosas en verdad y con
amor. Lo que nosotros no percibimos a lo mejor el hermano que está a nuestro
lado si, y sus advertencias pueden ayudarnos a mejorar nuestra vida. Nos guste
o no, somos responsables unos de otros. Es evidente que las acciones de cada
persona y de cada colectivo humano repercuten en la vida de los demás y cómo
repercuten las acciones de los demás en la vida de cada uno de nosotros o del
colectivo.
A todos (no solo a
creyentes, no solo a cristianos) nos viene bien escuchar: si tu hermano peca, repréndelo.
Son palabras incómodas, pueden flaquearnos las fuerzas en el propósito, pero no
estamos solos; tenemos un sentido fraterno en que crecer, una comunidad en que
apoyarnos, una presencia del mismo Jesús entre quienes se reúnen (actúan) en su
nombre (inspirados por él).
El individualismo no
salva. Somos una entera familia humana en la que cuidarnos y salvarnos unos a
otros. Sus vidas dependen de la mía y la mía de las suyas. La corrección
fraterna no es una estrategia, es un don de Dios con el que construir y alentar
la comunidad creyente.
Jesús menciona aún otra
dimensión de la fraternidad: Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la
tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres
están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
En la Iglesia no se
puede estar de cualquier manera: por costumbre, por inercia, por miedo… Los seguidores
de Jesús hemos de estar reunidos en su nombre,
convirtiéndonos a él, alimentándonos de su evangelio, sintiendo el atractivo de
Jesús y el ánimo de su Espíritu. Él es la razón y el motivo del encuentro.
Escuchar su mensaje, celebrar su presencia nos ayuda a entender mejor el
sentido de nuestra vida, independientemente de quiénes y cuántos seamos.
La comunidad de Jesús
será lo que seamos nosotros, si somos capaces de repensar nuestra vida a la luz
del evangelio. Quizá los indiferentes, los que no creen, los que se alejaron,
necesitan ver que vivimos el evangelio. Quizá nos falta acogida, corrección
fraterna, escucha, cercanía con los más débiles y necesitados, disposición a
caminar juntos, todas ellas formas de vivir que construyen la comunidad. Quizá
nos paraliza el miedo y nos condiciona el pasado, haciéndonos renunciar a la
creatividad del evangelio. O quizá no terminamos de comprender y de creer la
comparación con la levadura capaz de fermentar la masa.
El Señor nos cuida y
nosotros cuidamos. Sólo quien nos ama sabe cuidar y amonestar de la manera
correcta, otros sólo saben herir o adular. Hay personas que acumulan dinero,
personas que ganan prestigio o poder, y luego hay personas que ganan hermanos.
El crecimiento de la fraternidad es el tesoro de la historia, la única
inversión que produce verdadera vida.
2023 SEPTIEMBRE. ADORACIÓN
EUCARISTICA.
El orgullo de la montaña
Señor Jesús
una tarde mas nos encontramos junto a ti en estos momentos de oración y de
adoración. Tu presencia nos ayuda a vivir con mayor entereza y con mayor
disponibilidad. A pesar de nuestros caracteres y de nuestro orgullo, que
siempre quiere predominar sobre los demás. Junto a ti percibimos que quien
quiera ser el primero que sea el último y servidor de todos, tal como tú lo
fuiste. Tú el señor nunca te creíste superior a nadie, sino te consideraste
hermanos de todos los hombres, de toda criatura. Tú nos enseñaste el camino de
la dulzura, de la humildad y de la entrega generosa. Escuchemos esta historia.
El orgullo de la montaña: Hace ya muchos, pero que muchos
años, hubo un planeta pequeñito, muy joven, completamente liso, al que le salió
una montañita que creció hasta 736 metros. Así estuvo un millón de años. Con el
tiempo comenzaron a surgir en la llanura otras montañitas, que también
crecieron. La primera, irritada por la pérdida de su dominio, hizo esfuerzos y
creció 362 metros más y, a medida que transcurría el tiempo, creció algunos
metros en proporción a su orgullo.
Pero tanto crecer fue en vano pues comprobó que en
sus cumbres ya no había vida a causa del frío y de los fuertes vientos; en
cambio, las otras montañitas se cubrían de árboles donde anidaban mil clases de
pájaros y eran acariciadas por suaves brisas. ¡Qué envidia!
Finalmente, no lo pudo aguantar y estalló convertida
en fiero volcán, envenenó el aire, mató toda vida, desoló sus propias laderas,
secó y arruinó a todas las montañas. Pasada la furia loca, vio su obra y…,
apagándose se arrepintió.
Entonces de sus laderas brotaron lágrimas en forma
de fuentes purísimas a cuyas aguas regresaron de nuevo los pájaros y con ellos
las semillas.
Cuando se disiparon las cenizas, volvió a brillar el
sol. Como su tierra era nueva, salida de las entrañas del planeta y rica en
minerales y gérmenes de vida, pronto se hizo hermosa, muy verde y adornada de
nubes que le dieron sombra y caricias.
Su vida contagió a las otras tierras y en adelante,
vivió erosionándose callada y humildemente, convirtiéndose en un frondoso valle
de ríos y bosques que aún hoy se pueden reconocer.
El principio
de esta historia podría asemejarse mucho a los primeros años de la vida de
muchos de nosotros. Estamos preocupados en crecer. No nos gusta que nadie
destaque más que nosotros. Y cuando sentimos que alguien empieza a hacernos
sombra, intentamos crecer y crecer más para siempre destacar. Llega un momento en
el que hemos crecido tanto que nos separamos de las personas que nos rodean. Ya
nadie nos soporta ni viene a solicitar nuestra ayuda, pues nos hemos
transformado en personas intratables y de carácter bastante agrio.
Señor Jesús
haznos conscientes de la vaciedad de nuestra vida, reconocer nuestros fracasos,
reconocer que muchas veces hemos estallado, como volcán lleno de orgullo, sin
darnos cuenta del todo el daño que hemos causado a los que nos rodearan; sin
darnos cuenta que también hemos destruido la poca vida que quedaba en nosotros
mismos.
Te pedimos en
este momento de nuestra vida, tener la inteligencia para reconocer el mal que hemos
hecho, y la humildad para saber que necesitábamos cambiar, y lo primero que
vendría a nuestro corazón serían lágrimas de arrepentimiento. Lágrimas que
regarían nuestras laderas en las que de nuevo comenzarían a verse la luz, el
color y el fruto. Sería entonces cuando otros, atraídos por nuestra belleza, se
acercarían a encontrar paz y alegría a nuestro lado; y con ellos, nosotros
también encontraríamos la nuestra.
Y sin darnos
cuenta, como si se tratara de un relámpago que ilumina fugazmente el horizonte,
habrán pasado los años de nuestra vida. Si hubo un tiempo en el que creíamos
que la vida era crecer, destacar sobre los demás, conseguir poder…, pero ha
llegado el momento, quizás causado por la soledad, el vacío y la tristeza, en
el que descubrir que es mejor contar con los demás, ser humildes, dejarse
erosionar, aceptar la voluntad de Dios.
Benditos seremos,
si al final de nuestros días, después de haber comprendido como la montaña, que
es más bello ser humildes y dejarse erosionar por el viento, la lluvia y el
tiempo, ir caminando lenta, serena y felizmente, como las aguas de este río,
hasta encontrarnos con nuestro Hacedor. Amén
COGERÉ TU CRUZ, SEÑOR
Pues su madera es
escalera que conduce a la Resurrección.
Cogeré tu cruz, Señor, pues
su altura, es altura de miras
para los que creen en
otro mundo,
para los que esperan en
Dios,
para los que,
cansándose o desangrándose,
saben compartir y
repartir en los demás.
Cogeré tu cruz, Señor, pues
sus clavos,
pasan la carne, pero no
matan la fe.
Es la fe que le da otro
brillo y hasta otro color a la cruz.
Después de la cruz,
vendrá la vida.
¡Dame tu cruz,
Señor!
Merece la pena arriesgarse
por Ti.
Merece la pena sembrar
en tu campo.
Merece le pena sufrir
contratiempos.
Merece la pena
adentrarse en tus caminos
sabiendo que, Tú, los
recorriste primero.
¡Cogeré tu cruz, Señor!
Enséñame dónde y cómo
Indícame hacia dónde.
Háblame cuando, por su
peso, caiga en el duro asfalto.
Quiero coger tu cruz,
Señor, porque bien lo sé,
que ideales como los
tuyos tienen y se pagan por un alto precio.
Quiero coger tu cruz,
Señor, porque es preferible,
en el horizonte de los
montes,
ver tu cruz que el
vacío del hombre errante.
Amén