2023 septiembre ADORACIÓN EUCARISTICA.
El desierto
De nuevo estamos aquí junto a ti Señor
Jesús sacramentado. Queremos fiarnos siempre de ti y confiar, confiar siempre.
No nunca nos defraudas y siempre nos apoyas prestándonos tu mano cuando
desfallecemos.
El
desierto: Un hombre que se
fue al desierto en una excursión. Las dunas del desierto le fascinaban. Una
noche salió del campamento para ver la multitud de estrellas, que brillaban con
intensidad. Y caminó y caminó cada vez más entusiasmado apartándose cada vez
más del campamento, al sentirse cansado se sentó y se durmió. A la mañana
siguiente ya no supo orientarse y no sabía cómo volver al campamento.
Estuvo
caminando durante casi dos días sin ver nada más que arena. A media tarde del
segundo día, cuando los rayos del sol comenzaban a declinar, de tanto andar
tenía grandes ampollas en los pies, divisó a lo lejos una mancha verdusca y
como árboles que se levantaban entre las dunas. Aceleró el paso con la
esperanza de llegar a lo que él creía que era el campamento o un oasis.
Después
de andar por poco más de media hora, por fin llegó a las palmeras y a su
destino. La boca la tenía seca y los labios comenzaban a agrietarse; pero sólo
de pensar que en unos minutos estaría bebiendo agua fresca, fue capaz de dar
los últimos pasos. De pronto, lo que de lejos le había parecido un charco de
agua, no era sino un espejismo. Tremendamente cansado y desanimado, encontró
una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del sol del desierto,
mientras pensaba alguna otra posible salida.
El
desánimo y el horror ante una posible muerte, cada vez más cercana, se fue
apoderando de él. Miró a su alrededor, y detrás de una maleza prácticamente
seca que había junto al tronco de una palmera, vio una vieja bomba de agua toda
oxidada. Un atisbo de esperanza le dio fuerzas para caminar los pasos que le
separaban de la bomba. Una vez junto a ella, cogió la manivela y comenzó a
bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Aparentemente el
aljibe, pozo o lo que fuera estaba seco. Entonces notó que a su lado había una
botella vieja con una pequeña nota de papel, ya quemada por el sol. La miró, la
limpió de todo el polvo y la arena que la cubría, y pudo leer que decía:
“Necesita
primero cebar la bomba con toda el agua que contiene esta botella. Una vez
cebada, podrá sacar agua fresca del aljibe. Cuando acabe, tenga la gentileza de
llenar la botella nuevamente antes de marchar para que otro desafortunado pueda
usarla también”.
El
hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua… ¡llena
de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, podría
sobrevivir; pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría
agua fresca del fondo del aljibe, y podría tomar toda el agua que quisiese; o
tal vez no. Tal vez, la bomba no funcionaría y el agua sería desperdiciada.
¿Qué
debería hacer? En medio del dilema, la sed y el calor, todavía tuvo la mente
fría para pensar: Esta agua sólo me puede servir para como mucho un día; en
cambio, si saco agua del pozo, podré hartarme y al mismo tiempo tomar algo para
el resto del camino; y ya de paso, ayudar a otro futuro desafortunado como yo.
Al
final, derramó toda el agua en la bomba, agarró con las pocas fuerzas que le
quedaban la manivela y comenzó a bombear. La bomba comenzó a chirriar.
Probablemente habían pasado algunos años desde la última vez que alguien la
usara. Bombeaba insistentemente, pero ¡nada pasaba! Siguió bombeando, era su
única esperanza. La bomba continuaba con sus ruidos hasta que de pronto surgió,
primero, un hilo de agua, después, un pequeño flujo y finalmente, el agua
corrió con abundancia… ¡Agua fresca, cristalina! Llenó la botella y bebió
ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante.
Una
vez que él se había saciado y cogido abundante agua para el resto de su camino,
la llenó de nuevo con agua para el próximo viajante. Tomó la pequeña nota que
tenía y añadió otra frase: “¡Créame que funciona! Eche toda el agua y verá como
la bomba no le traiciona”.
Señor Jesús esta historia nos enseña lo
que tú mismo nos muestras en el evangelio: “El
que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí la
hallará”. (Mc 8:35)
Cuántas veces somos tentados de beber
del agua de la botella, creyendo que, si invertimos toda esa agua en reparar la
bomba, al final nos quedaremos sin agua y sin vida. Si confiamos en el mensaje de
Dios, Él, como en el caso de la samaritana en el pozo de Jacob (Jn 4: 5-43),
nos dará un agua que saltará hasta la vida eterna. Amén
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