miércoles, 13 de septiembre de 2023


 

2023 ADORACIÓN EUCARISTICA:

Carpintería el Siete

Señor Jesús en esta tarde queremos meditar sobre la generosidad, tú fuiste el primero en entregarnos tu propia vida para que nosotros tuviéramos más vida y ésta en abundancia. Escuchemos esta impresionante historia.

CARPINTERÍA “EL SIETE”: Era una pequeña casucha, casi una chabola en las afueras de la ciudad. Un pequeño taller al lado con unas pocas máquinas y herramientas. Sin embargo, Joaquín no se quejaba, en estos dos años el taller de carpintería “El 7” se había hecho conocer en el pueblo y él ganaba suficiente dinero como para no tener que recurrir a sus magros ahorros.

Esa mañana, como todas, se levantó a las seis y media para ver salir el sol. No obstante, no llegó al lago. En el camino, a unos 200 metros de su casa, casi tropezó con el cuerpo herido y maltrecho de un joven. Con rapidez, apoyó su oído contra el pecho del joven, y débilmente su corazón luchaba por mantener lo que quedaba de vida en ese cuerpo sucio, maloliente a sangre, mugre y alcohol.

Al llegar a la casa tendió el cuerpo sobre su cama, cortó las raídas ropas y lo lavó cuidadosamente. El muchacho, tenía heridas cortantes en las manos y la espalda, y su pierna derecha estaba fracturada. Durante los siguientes dos días, toda la vida de Joaquín se centró en la salud de su obligado huésped: curó y vendó las heridas, entablilló su pierna y alimentó al joven con pequeñas cucharadas de caldo de pollo. Cuando el joven despertó, Joaquín estaba a su lado mirándolo con ternura y ansiedad. ¿Cómo estás? –preguntó Joaquín.

- Bien... creo, el joven miraba su cuerpo aseado y curado, ¿me has curado? ¿Por qué?

- Porque estabas herido.

- ¿Sólo por eso?

- No, también porque necesito un ayudante. Y ambos rieron con ganas. Bien comido, bien dormido y sin beber alcohol, Manuel, que así se llamaba el joven, se fortaleció enseguida. Joaquín intentaba enseñarle el oficio y Manuel intentaba rehuir del trabajo todo lo que podía. Una y otra vez Joaquín inculcaba en aquella cabeza deteriorada por la vida transcurrida, las ventajas del buen trabajo, del buen nombre y de la vida buena. Pero Manuel no estaba muy interesado en aprender y se olvidaba de cumplir con la tarea que Joaquín le había encomendado.

Pasaron meses. Manuel estaba curado. Joaquín lo acogió en su modesta casa a cambio de la promesa del joven de dedicarse al trabajo. Una noche, mientras Joaquín dormía, Manuel decidió que seis meses de abstinencia eran bastante y creyó que una copa en el pueblo no le haría daño. Por si Joaquín se despertaba en la noche, cerró la puerta de su habitación desde adentro y salió por la ventana dejando la vela encendida para dar la impresión de que se encontraba allí.

A la primera copa siguió la segunda, y a esta la tercera, y la cuarta, y otras muchas... Pasaron los bomberos por la puerta de la taberna haciendo sonar la sirena. Manuel no asoció este hecho con lo ocurrido hasta que, de madrugada, tambaleándose hasta su casa, vio la muchedumbre. Sólo alguna pared, las máquinas y unas pocas herramientas se salvaron del incendio. Todo lo demás quedó destruido por el fuego. De Joaquín sólo se encontraron cuatro o cinco huesos chamuscados, que enterraron en el cementerio bajo una lápida donde Manuel escribió: “Lo haré, Joaquín. lo haré”.

Con mucho trabajo, Manuel, reconstruyó la carpintería. Él era vago, pero hábil y lo que aprendió de Joaquín alcanzó para llevar adelante el negocio. Siempre sentía que, desde algún lugar, Joaquín lo miraba y alentaba. Manuel lo recordaba en cada logro: su casamiento, el nacimiento de su primer hijo, la compra de su primer auto...

A quinientos kilómetros de allí Joaquín, vivito y coleando, se preguntaba si era lícito mentir, engañar y prenderle fuego a esa casa sólo para salvar a un joven. Se contestó que sí. Su nueva carpintería era un poco más modesta que la anterior, pero ya era conocida en el pueblo... se llamaba, CARPINTERÍA “EL 8”.

Señor Jesús, muchas veces se hace difícil poder ayudar a un ser querido. No obstante, si hay alguna dificultad que vale la pena enfrentar, es la de estar para otro. Esto no es un “deber moral”, sino una elección de vida que cada debe hacer. El ser humano libre y consciente de sí mismo es generoso, solidario, amable y capaz de disfrutar por igual del dar y del recibir.

Por lo tanto, cada vez que nos encontremos con aquellos que viven mirándose al ombligo, no los odiemos; ya bastante lio deben tener con ellos mismos. Cada vez que descubramos estas actitudes mezquinas, ruines o pequeñas, aprovecha para ayudar y ser generoso.

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