sábado, 2 de septiembre de 2023


 

2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXII

 La carta a los Romanos nos dice: No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente. Renovar la mente, no acomodarse. Dejar de pensar desde los baremos e intereses muy humanos que sustentan el afán de tener, poder, cantidad, fuerza.

Hagamos el esfuerzo de pensar, inspirados por la Palabra de Dios, desde categorías más próximas a las del Padre que Jesús nos muestra. No acomodarse, abiertos a la propia realidad que cada día puede sorprendernos.

Es difícil no sentir desconcierto y malestar al escuchar una vez más las palabras de Jesús: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Entendemos muy bien la reacción de Pedro, que, al oír a Jesús hablar de rechazo y sufrimiento, se pone a increparlo. Sería la actitud que hoy nuestra sociedad vive según un pensador actual llama la cultura de analgésicos, esta sociedad obsesionada por eliminar el sufrimiento y malestar por medio de toda clase de drogas, narcóticos y evasiones.

Si queremos clarificar cuál ha de ser la actitud cristiana, hemos de comprender bien en qué consiste la cruz para el cristiano, pues puede suceder que nosotros la pongamos donde Jesús nunca la puso. Nosotros llamamos cruz a todo aquello que nos hace sufrir, incluso a ese sufrimiento que aparece en nuestra vida generado por nuestro propio pecado o nuestra manera equivocada de vivir. No confundamos la cruz con cualquier desgracia, contrariedad o malestar que se produce en la vida.

La cruz es otra cosa. Jesús llama a sus discípulos a que le sigan fielmente y se pongan al servicio de un mundo más humano: el reino de Dios. Esto es lo primero. La cruz no es sino el sufrimiento que nos llegará como consecuencia de ese seguimiento; el destino doloroso que habremos de compartir con Cristo si seguimos realmente sus pasos. Por eso no hemos de confundir el llevar la cruz con posturas masoquistas, una falsa mortificación o un ascetismo barato e individualista.

Por otra parte, hemos de entender correctamente el negarse a sí mismo que pide Jesús para cargar con la cruz y seguirle: no significa mortificarse de cualquier manera, castigarse a sí mismo y, menos aún, anularse o autodestruirse. Negarse a sí mismo es no vivir pendiente de uno mismo, olvidarse del propio ego, para construir la existencia sobre Jesucristo. Liberarnos de nosotros mismos para adherirnos radicalmente a él. Dicho de otra manera, «llevar la cruz» significa seguir a Jesús dispuestos a asumir la inseguridad, la conflictividad, el rechazo o la persecución que padeció el mismo Crucificado.

Pero los creyentes no vivimos la cruz como derrotados, sino como portadores de una esperanza final. Todo el que pierda su vida por Jesucristo la encontrará. El Dios que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros a una vida plena.

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