2023 DOMINGO TIEMPO ORDINARIO XXV
Hoy Jesús nos
cuenta una parábola sorprendente. Habla de un señor que contrató a todos los
jornaleros que pudo. Él mismo fue a la plaza del pueblo una y otra vez, a horas
diferentes. Al final de la jornada, aunque el trabajo había sido absolutamente
desigual, a todos les dio un denario: era lo que su familia necesitaba para
vivir.
El primer grupo
protesta. No se quejan de recibir más o menos dinero. Lo que les ofende es que
el señor ha tratado a los últimos igual que a nosotros. La respuesta del
señor al que hace de portavoz es admirable: ¿Vas a tener tú envidia porque yo
soy bueno?
La parábola es
tan revolucionaria que seguramente después de veinte siglos no nos atrevemos
todavía a tomarla en serio. ¿Será verdad que Dios es bueno incluso con aquellos
que apenas pueden presentarse ante él con méritos y obras? ¿Será verdad que en
su corazón de Padre no hay privilegios basados en el trabajo más o menos
meritorio de quienes han trabajado en su viña?
Todos nuestros
esquemas se tambalean cuando hace su aparición el amor libre e insondable de
Dios. Por eso nos resulta escandaloso que Jesús parezca olvidarse de los
«piadosos», cargados de méritos, y se acerque precisamente a los que no tienen
derecho a recompensa alguna por parte de Dios: pecadores que no observan la
Alianza o prostitutas que no tienen acceso al templo.
Nosotros nos
encerramos a veces en nuestros cálculos, sin dejarle a Dios ser bueno con
todos. No toleramos su bondad infinita hacia todos: hay personas que no se lo
merecen. Nos parece que Dios tendría que dar a cada uno su merecido, y solo su
merecido. Menos mal que Dios no es como nosotros. Desde su corazón de Padre, él
sabe regalar también su amor salvador a esas personas a las que nosotros no
sabemos amar.
Son reveladoras las
palabras del dueño de la viña: ¿Por qué
estáis aquí todo el día sin hacer nada? El no hacer nada produce un vacío,
provoca una falta de sentido, el día a su alrededor enferma. Esto sucede porque
la madurez del hombre se realiza siempre en tres direcciones: saber amar, saber
trabajar, saber alegrarse.
1- gesto
inquietante: los últimos son los primeros en ser llamados, los que menos han
trabajado.
2- gesto que es ilógico:
ellos, que sólo han trabajado una hora, reciben la paga de un día entero por
una fracción de día. Y comprendemos que no se trata de un salario, sino de otra
forma de habitar la tierra y el corazón.
3- gesto llega
el turno de los que han trabajado doce horas, soportando la carga del calor y
la fatiga, esperan, con razón, una paga extra. La paga es la misma: "No es
justo", protestan. Es cierto: no es justo. Pero el amo no sabe de
justicia, es generoso. Incluso el amor no es justo, es más. El maestro no quita
nada a los primeros, añade a los últimos. No resta nada, da. No es injusto,
sino generoso. La justicia humana es dar a cada uno lo suyo, la justicia de
Dios es dar a cada uno lo mejor. Dios no es un contador de méritos, es el
Dador.
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