CUÁNTO
CUESTA, SEÑOR Ofrecer el perdón, cuando en recompensa,
se recibe el
silencio o la mofa.
Sentirse
cristiano y, mirarse a uno mismo,
comprobando
que la misericordia la derramo con cuenta gotas;
a quien
quiero, a quien más quiero y cuando yo quiero.
Qué difícil
es perdonar y cuánto cuesta, Señor
sabiendo
que, mi corazón, no es tan grande como el tuyo:
siempre
dispuesto a comenzar de nuevo.
¡CUÁNTO
CUESTA, SEÑOR!
Ser siervo
del perdón y no del orgullo,
Arrodillarme
ante el que me injuria
o cerrar los
ojos ante el que me denigra.
Decir “lo
intentaré de nuevo” a pesar de la traición
o disculpar
los golpes recibidos.
Abrazar tu
evangelio sabiendo que, el perdón,
sin límites
y sin farsa, sin miedos ni fronteras,
es el
resumen de tu paso entre nosotros de tu vida en medio de la nuestra
tu palabra
que se hace carne más allá de teorías y de discursos
¡CUÁNTO
CUESTA, SEÑOR!
Vivir sin
sentirse perdonado
y, vivir,
con la conciencia de no haber disculpado.
Romper con
las historias pasadas para caminar de nuevo
e iniciar un
rumbo distinto sin pensar en vencedores ni derrotados.
Ser generoso
ofreciendo semillas de reconciliación, Decir “lo siento” o “te perdono”
Recordar
que, para entrar en el cielo,
la llave que
mueve su puerta
es
precisamente esa: perdonar siempre
Dime, Señor,
cómo hacerlo. Amén.
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