2025
ADORACIÓN EUCARÍSTICA
La
gallina mordida por la serpiente
En
esta tarde Señor Jesús venimos a aprender de ti el modo de comportarnos y
relacionarnos entre nosotros. Siempre debemos brindar apoyo, emocional, físico a
los que nos rodean, así estaremos construyendo un tejido social más fuerte y
enriqueciendo nuestras propias vidas. La gratitud y el amor que se generan en
esos momentos son experiencias que no solo benefician a quienes reciben la
ayuda, sino también a quienes la ofrecen. Escuchemos esta bonita historia.
La
gallina mordida por la serpiente: La serpiente mordió a la gallina, y con
el veneno ardiendo en su cuerpo, buscó refugio en su gallinero.
Pero
las demás gallinas prefirieron expulsarla para que el veneno no se propagara. La
gallina salió cojeando, llorando de dolor. No por la mordida, sino por el
abandono y el desprecio de su propia familia en el momento en que más los
necesitaba.
Así
se fue... ardiendo de fiebre, arrastrando una de sus patas, vulnerable a las
noches frías. Con cada paso, una lágrima caía.
Las
gallinas en el gallinero la vieron alejarse, observando cómo desaparecía en el
horizonte. Algunas decían entre sí:
-
Que se vaya... Morirá lejos de nosotras.
Y
cuando la gallina finalmente se desvaneció en la inmensidad del horizonte,
todas estaban seguras de que había fallecido. Algunas incluso miraban al cielo,
esperando ver buitres volando. Pasó el tiempo. Mucho después, un colibrí llegó
al gallinero y anunció:
-
¡Su hermana está viva! Vive en una cueva muy lejos de aquí. Se recuperó, pero
perdió una pata por la mordida de la serpiente. Le cuesta encontrar comida y necesita su ayuda.
Hubo
un silencio. Luego comenzaron las excusas:
-
No puedo ir, estoy poniendo huevos...
-
No puedo ir, estoy buscando maíz...
-
No puedo ir, tengo que cuidar a mis pollitos...
Así,
una por una, todas rechazaron la petición. El colibrí regresó a la cueva sin
ayuda. Pasó el tiempo nuevamente. Mucho después, el colibrí volvió, pero esta
vez con una noticia dolorosa:
-
Su hermana ha fallecido... Murió sola en la cueva... No hay quien la entierre
ni quien la llore.
En
ese instante, un peso cayó sobre todas. Un profundo lamento llenó el gallinero.
Quienes ponían huevos, pararon. Quienes buscaban maíz, dejaron las semillas. Quienes
cuidaban polluelos, los olvidaron por un momento.
El
arrepentimiento dolía más que cualquier veneno. ¿Por qué no fuimos antes?, se
preguntaban. Y sin medir la distancia ni el esfuerzo, todas partieron hacia la
cueva, llorando y lamentándose. Ahora sí tenían un motivo para verla, pero ya
era tarde.
Al
llegar a la cueva, no encontraron a la gallina... Solo hallaron una carta que
decía:
-
“En la vida, muchas veces las personas no cruzan la calle para ayudarte cuando
estás vivo, pero cruzan el mundo para enterrarte cuando mueres. La mayoría de
las lágrimas en los funerales no son de dolor, sino de remordimiento y
arrepentimiento”.
Esta
historia nos hace pensar en la importancia de la compañía y de nuestra
presencia cuando se necesita y no cuando nosotros creamos oportuno. Tu Señor
nos enseñaste a estar al lado del que nos necesita y cuando lo necesita. Tu
madre nos enseñó a estar al pie de la cruz de todos los crucificados, de todos
los que sufren. No perdamos nunca la oportunidad de asistir quienes nos lo
solicitan para que siempre haya lágrimas de felicidad que compartir y no tragos
amargos innecesarios.
Señor ayúdanos a ser conscientes y a sopesar el impacto que podemos tener en la vida de los demás mientras estamos aquí en esta vida. Ayudar a alguien en el momento en que lo necesita puede cambiar su trayectoria, ofrecer consuelo y crear conexiones significativas. Nos recuerda que todos estamos interconectados y que nuestras acciones pueden tener un efecto duradero.
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