2025
CICLO C TIEMPO ORDINARIO VII
Amad a vuestros enemigos, haced el bien
a los que os odian. Palabras fuertes, pero auténticas. ¿Qué podemos hacer ante
estas palabras? Suprimirlas, borrarlas, dejarlas para tiempos mejores.
El pensador de Atenas Lisias (siglo V a.
C.) decía: Considero como norma establecida que uno tiene que procurar hacer
daño a sus enemigos y ponerse al servicio de sus amigos. Muchos
coincidiríamos hoy también.
Sin embargo, Jesús nos propone otra
cosa. Amar al enemigo. Destacar la importancia revolucionaria de
este mandato, para muchos exegetas es el exponente más claro del mensaje
cristiano.
Cuando Jesús habla del amor al
enemigo, no se refiere a un sentimiento de afecto y cariño, sino en una
actitud humana positiva por su bien. En la base de su pensamiento siempre está
la persona humana. La relación con los enemigos no ha de ser una excepción. Debemos
respetar la dignidad del enemigo. El amor de Dios alcanza a todos y busca
realmente el bien de todos sin excepción.
Amar a los enemigos implica perdonarlos.
Esto significa dejar ir el resentimiento y la venganza. Jesús enseñó que
debemos perdonar no solo una vez, sino 70 veces 7, siempre.
Recordemos que el amor verdadero no
depende solo de los sentimientos, sino de la decisión consciente de desear
el bien para el otro. Con la gracia de Dios y la imitación del ejemplo de
Cristo, podemos trascender nuestros impulsos y amar a quienes nos han herido. Hay
situaciones que parece imposible. Estamos demasiado heridos para poder
perdonar. Necesitamos tiempo para recuperar la paz. Es el momento de recordar
que también nosotros vivimos de la paciencia y el perdón de Dios.
Este amor transforma no solo a quien
lo recibe, sino también a quien lo da. La oración es una forma poderosa de
comenzar a amarlos. Orar por ellos puede transformar nuestro corazón y actitud.
Donde está el mérito de amar a quienes
nos aman, también los malos aman a los suyos. La diferencia es la que da
sentido a nuestra vida de seguimiento de Jesús. Amar al enemigo es,
sencillamente, no vengarnos, no hacerle daño, no desearle el mal.
Jesús enseñó a no devolver mal por
mal. En lugar de buscar venganza, debemos buscar maneras de responder con
amor y bondad.
Tratar a los demás como queremos que nos
traten a nosotros.
Jesús nos invita a ser
misericordiosos como lo es nuestro Padre del cielo. Parecernos a Dios para
ir haciendo desaparecer el odio y la enemistad entre sus hijos.
Amar al que nos hace daño no es fácil,
pero es lo que mejor nos identifica con aquel que murió rezando por
quienes lo estaban crucificando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen”. Poner en práctica estos principios puede ser difícil y requiere
un compromiso continuo y esfuerzo. No olvidemos nunca que el amor a los
enemigos es una expresión profunda de la fe cristiana y refleja el carácter de
Dios. Amén
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