sábado, 22 de febrero de 2025


 

2025 CICLO C TIEMPO ORDINARIO VII

Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian. Palabras fuertes, pero auténticas. ¿Qué podemos hacer ante estas palabras? Suprimirlas, borrarlas, dejarlas para tiempos mejores.

El pensador de Atenas Lisias (siglo V a. C.) decía: Considero como norma establecida que uno tiene que procurar hacer daño a sus enemigos y ponerse al servicio de sus amigos. Muchos coincidiríamos hoy también.

Sin embargo, Jesús nos propone otra cosa. Amar al enemigo. Destacar la importancia revolucionaria de este mandato, para muchos exegetas es el exponente más claro del mensaje cristiano.

Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no se refiere a un sentimiento de afecto y cariño, sino en una actitud humana positiva por su bien. En la base de su pensamiento siempre está la persona humana. La relación con los enemigos no ha de ser una excepción. Debemos respetar la dignidad del enemigo. El amor de Dios alcanza a todos y busca realmente el bien de todos sin excepción.

Amar a los enemigos implica perdonarlos. Esto significa dejar ir el resentimiento y la venganza. Jesús enseñó que debemos perdonar no solo una vez, sino 70 veces 7, siempre.

Recordemos que el amor verdadero no depende solo de los sentimientos, sino de la decisión consciente de desear el bien para el otro. Con la gracia de Dios y la imitación del ejemplo de Cristo, podemos trascender nuestros impulsos y amar a quienes nos han herido. Hay situaciones que parece imposible. Estamos demasiado heridos para poder perdonar. Necesitamos tiempo para recuperar la paz. Es el momento de recordar que también nosotros vivimos de la paciencia y el perdón de Dios.

Este amor transforma no solo a quien lo recibe, sino también a quien lo da. La oración es una forma poderosa de comenzar a amarlos. Orar por ellos puede transformar nuestro corazón y actitud.

Donde está el mérito de amar a quienes nos aman, también los malos aman a los suyos. La diferencia es la que da sentido a nuestra vida de seguimiento de Jesús. Amar al enemigo es, sencillamente, no vengarnos, no hacerle daño, no desearle el mal.

Jesús enseñó a no devolver mal por mal. En lugar de buscar venganza, debemos buscar maneras de responder con amor y bondad.

Tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros.

Jesús nos invita a ser misericordiosos como lo es nuestro Padre del cielo. Parecernos a Dios para ir haciendo desaparecer el odio y la enemistad entre sus hijos.

Amar al que nos hace daño no es fácil, pero es lo que mejor nos identifica con aquel que murió rezando por quienes lo estaban crucificando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Poner en práctica estos principios puede ser difícil y requiere un compromiso continuo y esfuerzo. No olvidemos nunca que el amor a los enemigos es una expresión profunda de la fe cristiana y refleja el carácter de Dios. Amén

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