miércoles, 26 de febrero de 2025


 

2025 MEDITACIÓN EUCARISTICA

La gallina desesperada

 

Aquí estamos Señor Jesús, una tarde más, para reforzar nuestra amistad contigo y fortalecer nuestras convicciones. Tantas veces quedamos tan defraudados de la vida y necesitamos afianzar nuestra aceptación. Es cierto pues a veces damos lo mejor de nosotros mismos y no obtenemos la reciprocidad que esperamos. Eso puede ser frustrante y doloroso. La vida no siempre es justa en ese sentido, y las expectativas no siempre se cumplen de la forma que deseamos. Por eso acudimos a ti porque en tu nos robusteces y aprendemos de ti que la aceptación de la vida no es resignación sino un camino de confianza en un propósito mayor. Escuchemos.

La Gallina desesperada: En una tierra lejana vivía una gallina que soñaba toda su vida con tener hijos. Ella recogía sus huevos, los cubría con su plumón, los calentaba con su cuerpo, los protegía del viento y de los depredadores. Ella creía que, si invertía todo su amor, paciencia y cuidado, la vida le respondería de la misma manera.

Pero un día una tormenta estalló. Los relámpagos rasgaban el cielo, el viento arrancaba árboles de raíz, la lluvia lo inundaba todo. Cuando la tormenta cesó, la gallina corrió hacia su nido. Pero allí la esperaba una imagen desgarradora: las cáscaras rotas, los huevos estropeados, su sueño hecho pedazos.

La gallina se sentó al lado y lloró. No podía creer que todo por lo que había vivido desapareciera en un instante. Pasaba por allí una vieja tortuga. Se detuvo, vio las lágrimas de la gallina y preguntó en voz baja:

- ¿Por qué lloras?

- Me esforcé tanto, di todo mi amor, y el destino me lo arrebató todo... ¿Por qué? ¿Acaso no merecía alegría?

- La tortuga suspiró y dijo: ¿Crees que la vida es injusta? Pero, ¿y si esta es simplemente su ley? El sol sale y se pone, los árboles crecen y mueren, la tormenta viene y se lleva lo que es más débil que ella. No podemos detener el viento ni retener las hojas en los árboles cuando llega el otoño. ¿Por qué culparte entonces por algo que no podías cambiar?

- La gallina miró su nido destrozado: Pero, ¿cómo seguir viviendo? Todo a lo que aspiraba ha desaparecido...

La tortuga sonrió: Sigue viviendo. Si la tormenta se llevó tu esperanza, encuentra en ti la fuerza para construir una nueva. Si tus viejos sueños se rompieron, permítete crear nuevos. Esa es la sabiduría de la vida: no luchar contra lo inevitable, sino aceptarlo y seguir adelante.

La gallina asintió en silencio. Las lágrimas aún corrían por sus plumas, pero en su interior comenzó a surgir una comprensión. No podía recuperar lo perdido, pero podía encontrar en sí misma la fuerza para comenzar de nuevo.

Desde entonces, la gallina nunca más lloró por lo que no podía cambiar. Aprendió a no temer las tormentas, sino a mirar al cielo con la certeza de que después de cada tormenta llega el sol.

Jesús cuantas veces en la vida suceden cosas que no podemos evitar. Podemos llorar, luchar, culparnos, pero eso no cambiará el pasado. Lo único que está en nuestras manos es aceptar lo sucedido, aprender de ello y seguir viviendo, a pesar de todo. Es cierto que tú, a lo largo de tus enseñanzas, nos invitas a aceptar la realidad tal como es, incluso cuando es difícil o dolorosa. A través de tu ejemplo de vida, especialmente en momentos como tu pasión y crucifixión, mostraste que la aceptación de las circunstancias difíciles no es sinónimo de resignación, sino de confianza en un propósito mayor.

En el Evangelio, vemos que a pesar del sufrimiento, confías plenamente en la voluntad de Dios Padre, como en el huerto de Getsemaní cuando dijiste: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Esta actitud de entrega y confianza nos enseña a aceptar incluso las situaciones más desconcertantes, con la certeza de que hay algo más grande que está en juego, algo que nos puede transformar a nivel espiritual y personal. Aceptar la realidad, aunque sea dolorosa, no significa rendirse, sino encontrar paz y fortaleza en medio de la adversidad, confiando en que el sufrimiento tiene un propósito, incluso si no siempre lo entendemos completamente. Amén.

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