sábado, 24 de mayo de 2025

2025 CICLO C

TIEMPO DE PASCUA VI

 

El evangelio nos enseña tres verdades:

- Al que me ama, mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. De esta promesa de que Dios y Jesús habitarán en nosotros hablamos poco. Pero el evangelio nos recuerda que se trata de una realidad que no debemos pasar por alto. Cuantas personas queridas o acontecimientos que han sucedido, siguen “vivos dentro de nosotros”. Una reflexión parecida deberíamos hacer sobre cómo Dios está presente dentro de nosotros e influye de manera decisiva en nuestra vida. Y todo eso lo deberíamos ver como una prueba del amor de Dios. Por otra parte, decir que Dios viene a nosotros y habita en nosotros supone una novedad capital con respecto al Antiguo Testamento. Dios no es ya un ser lejano, que impone miedo y respeto, un Dios grandioso e inaccesible. Tampoco viene a nosotros en una visita ocasional. Decide quedarse dentro de nosotros.

- A la presencia del Padre y de Jesús se añade la del Espíritu, con la doble misión de enseñar cosas nuevas y recordar las pasadas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena. Parece casi herético decir que Jesús no nos transmite la verdad plena. Pero así lo dice él. Y la historia de la Iglesia confirma que los avances y los cambios, imposibles de fundamentar en los hombres que la dirigen, se producen por la acción del Espíritu. El Espíritu Santo os recordará, os enseñará, os volverá a traer al corazón, reavivará todas las cosas de Jesús. Grabará en vuestros corazones gestos y palabras de Él, de cuando pasó y curó la vida.

- El tercer elemento que hoy destacamos es el don de la paz. Jesús al encontrarse con los suyos la primera palabra que brota de su corazón es: ¡Paz a vosotros! El Papa León también lo entendió bien, fijando su primer mensaje en este sueño de paz.

Pero Jesús da una certeza, no un deseo; dice que la paz ya está aquí, está en las manos y en el corazón: Yo os doy mi paz, pero no como la da el mundo. La paz desciende, la paz llueve sobre los corazones de los hombres. Una paz que no se compra ni se vende; un don que se convierte en conquista con paciente artesanía.

Para ello hay que rechazar los verbos malditos de la guerra: tomar, saquear y apoderarse incluso de lo que no es tuyo; alzarse, buscar prestigio y grandeza, ser el más grande; dominar, la seducción y prostitución del poder.

A éstos, Jesús contrapone a lo largo de su evangelio varios verbos benditos: dar, compartir, ser generosos, bajar, como el buen samaritano y se inclina sobre el dolor; servir, verbo de valientes.

Morada. Espíritu. Paz. Palabras impregnadas de ligereza y aliento ardiente. La paz sólo se hace plantando pequeños oasis de alianza allí donde estamos llamados a vivir, cada uno con su palmerita de paz plantada en el desierto de la historia. 

 

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