2025
CICLO C
TIEMPO
DE PASCUA III
El pasaje evangélico de este domingo nos
cuenta la tercera aparición de Jesús resucitado, que sucedió en Galilea, al
borde del lago de Tiberíades. Jesús contempla a sus discípulos, desde la
orilla, como estaban faenando sin conseguir nada. Estos discípulos no son
superhombres. Son hombres corrientes como nosotros. Tienen dificultad para
creer. Les cuesta reconocer a Jesús. Experimentan el fracaso, nada. Vuelven a
su pueblo, a sus trabajos de siempre, hablan de sus ilusiones, de lo que podía
haber sido y no fue. El mar representa un medio hostil, las aguas del mar. Pero
no pescan nada. Pasa la noche y están a punto de volver a casa con las manos
vacías.
También nosotros tenemos dificultad para
creer, nos cuesta reconocer a Jesús, trabajamos mucho y siempre somos pobres;
amamos y no somos correspondidos; miramos al pasado y nos quejamos; la noche
pasa y no acabamos de encontrar el amor perdido y la felicidad que acariciamos
se nos escapa entre los dedos.
Al amanecer, Jesús se presentó en la
orilla. Pero los discípulos no sabían que era Él. Jesús siempre se presenta de
incógnito, disfrazado, humilde. Su presencia es siempre imprevisible, nunca
viene en limusina o vestido de Superman. Pero está ahí en la orilla, en la luz
del nuevo día, en la luz tenue y tibia del amanecer. Está ahí para servir,
ayudar a los suyos. Y los discípulos siguiendo su consejo hicieron la pesca más
grande del año.
La palabra de Jesús y la obediencia de
los suyos. El milagro es siempre obra de dos: Jesús y nosotros, llamados a
colaborar con Él.
Es el Señor.
Sólo el que ama reconoce a Jesús bajo cualquier forma y en cualquier
circunstancia. El único milagro verdadero es el del amor. Para reconocerlo
tenemos que amar en todas las formas en que se nos aparece. ¿Quieres hacer
milagros? Ama.
Venid a desayunar.
Como el día de la multiplicación de los panes, Jesús alimenta a sus discípulos
con lo que han pescado, con su trabajo. En esta orilla Jesús ya ha preparado el
pan y el vino. Es la Eucaristía del amor. Es la presencia más humilde del
Señor. Es una comida eucarística. Eucaristía en el cenáculo y junto al mar,
Eucaristía del domingo y la de la vida de cada día. Ahí comprendieron y
comprendemos que Jesús es el Señor.
Además, Jesús pregunta a Pedro sobre el
amor, ¿me amas, me amas más que estos? El amor siempre fue, es y será lo
decisivo, el que marca la diferencia entre un antes y un después; entre un
seguir a Jesús de verdad o simplemente realizar prácticas religiosas por
tradición.
Jesús seguirá siendo el pastor supremo;
Pedro se convertirá en instrumento de la acción pastoral de Jesús, prestándole
sus manos, su voz, todo su ser para que el Señor se haga presente. Cualquier
tarea pastoral en la Iglesia, para ser fecunda, tiene que brotar del amor a
Jesús y realizarse por amor a él. Hay que amar para ser auténticos amigos de
Jesús y asumir todas las consecuencias de ese amor, ser testigos del amor y
sembrar esperanza a en este año jubilar con más urgencia.
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