2025
CICLO C TIEMPO PASCUAL V
Jesús comparte con sus discípulos los
últimos momentos antes de volver al Padre y quiere dejar grabado para siempre
en sus corazones: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros
como yo os he amado. Es el peculiar modo con que él nos ha amado.
Desde el punto de vista humano podríamos
llamar amor simétrico: yo te amo y, en justa correspondencia,
pido que tú me ames. Por eso, el amor no puede funcionar si una de las partes
ama y la otra no.
Pero Jesús nos ha amado con un amor
asimétrico. Jesús ama cuando no podemos devolverle amor, cuando no
respondemos a su amor. Por eso, hay que preguntarse no solamente si amamos a
quienes nos aman, sino también si amamos a quien no nos devuelve amor. Hay que
ver cómo funcionamos en esas situaciones de asimetría porque ese es el tipo de
amor que pide el evangelio.
- Amar a quien está en debilidad: al
enfermo, al frágil, al necesitado de amparo, al desorientado. Si tienes
paciencia con él, si le escuchas atentamente, si le acompañas, todo sin esperar
nada a cambio.
- Integrar a quien viene de otras
culturas: si no le miras por encima del hombro, si no lo menosprecias, si lo
consideras en toda su dignidad. Eso es amar asimétricamente.
- Participar en algún voluntariado también
es una forma óptima de amor asimétrico: dar parte del tiempo como ofrenda de
amor para construir una nueva sociedad sin pedir nada a cambio.
Una frase que decía el difunto papa
Francisco: “el verdadero amor a Dios se manifiesta en la humildad y la
alegría de ayudar sin esperar recompensas”. Ese es el amor asimétrico
que Jesús ha vivido y que nos propone. Reflexionemos, porque estos caminos son
la senda del evangelio.
Cuando falte Jesús, en su comunidad se
tendrán que querer como amigos, porque así los ha querido Jesús: Vosotros
sois mis amigos; ya no os llamo siervos, a vosotros os he llamado
amigos. La comunidad de Jesús será una comunidad de amistad y de
fraternidad.
La comunidad cristiana debe estar basada
en la amistad y en la fraternidad cristiana así enriqueceríamos y
transformaríamos la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo
que nos diferencia. Entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el
apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es superior a otro.
Se respetan las diferencias, pero se cuida la cercanía y la relación.
Entre amigos es más fácil sentirse
responsable y colaborar. Y no es tan difícil estar abiertos a los extraños y
diferentes, los que necesitan acogida y amistad. De una comunidad de amigos es
difícil marcharse. De una comunidad fría, rutinaria e indiferente, la gente se
va, y los que se quedan apenas lo sienten.
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