sábado, 17 de mayo de 2025


 

2025 CICLO C TIEMPO PASCUAL V

 

Jesús comparte con sus discípulos los últimos momentos antes de volver al Padre y quiere dejar grabado para siempre en sus corazones: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. Es el peculiar modo con que él nos ha amado.

Desde el punto de vista humano podríamos llamar amor simétrico: yo te amo y, en justa correspondencia, pido que tú me ames. Por eso, el amor no puede funcionar si una de las partes ama y la otra no.

Pero Jesús nos ha amado con un amor asimétrico. Jesús ama cuando no podemos devolverle amor, cuando no respondemos a su amor. Por eso, hay que preguntarse no solamente si amamos a quienes nos aman, sino también si amamos a quien no nos devuelve amor. Hay que ver cómo funcionamos en esas situaciones de asimetría porque ese es el tipo de amor que pide el evangelio.

- Amar a quien está en debilidad: al enfermo, al frágil, al necesitado de amparo, al desorientado. Si tienes paciencia con él, si le escuchas atentamente, si le acompañas, todo sin esperar nada a cambio.

- Integrar a quien viene de otras culturas: si no le miras por encima del hombro, si no lo menosprecias, si lo consideras en toda su dignidad. Eso es amar asimétricamente.

- Participar en algún voluntariado también es una forma óptima de amor asimétrico: dar parte del tiempo como ofrenda de amor para construir una nueva sociedad sin pedir nada a cambio.

Una frase que decía el difunto papa Francisco: “el verdadero amor a Dios se manifiesta en la humildad y la alegría de ayudar sin esperar recompensas”. Ese es el amor asimétrico que Jesús ha vivido y que nos propone. Reflexionemos, porque estos caminos son la senda del evangelio.

Cuando falte Jesús, en su comunidad se tendrán que querer como amigos, porque así los ha querido Jesús: Vosotros sois mis amigos; ya no os llamo siervos, a vosotros os he llamado amigos. La comunidad de Jesús será una comunidad de amistad y de fraternidad.

La comunidad cristiana debe estar basada en la amistad y en la fraternidad cristiana así enriqueceríamos y transformaríamos la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia. Entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es superior a otro. Se respetan las diferencias, pero se cuida la cercanía y la relación.

Entre amigos es más fácil sentirse responsable y colaborar. Y no es tan difícil estar abiertos a los extraños y diferentes, los que necesitan acogida y amistad. De una comunidad de amigos es difícil marcharse. De una comunidad fría, rutinaria e indiferente, la gente se va, y los que se quedan apenas lo sienten.

 

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