sábado, 22 de agosto de 2020


 

2020 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXI

 

Hoy el Evangelio propone dos de las muchas preguntas que tejen el texto bíblico: ¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Vosotros quien decís que soy?

La respuesta del pueblo es hermosa y errónea al mismo tiempo: ¡Dicen que eres un profeta! Una criatura de fuego y luz, como Elías; o el Bautista porque eres la boca de Dios y la boca del pobre. Pero Jesús no es un hombre del pasado que regresa. A él le interesa algo más profundo: Vosotros mis amigos ¿quién decís que soy yo? Vosotros que abandonasteis las barcas, que lleváis años conmigo, vosotros que sois mis amigos y que os he elegido uno a uno, ¿qué soy yo para vosotros?

En esta pregunta reside el corazón palpitante de la fe. Jesús no busca fórmulas ni palabras, busca relaciones (yo para ti). No quiere definiciones, sino implicaciones. Su pregunta se parece a la de los amantes: ¿Qué importancia tengo yo en tu vida? ¿Qué significo para ti?

Jesús no necesita nuestra respuesta para saber si es mejor que los demás maestros, sino para saber si Pedro está enamorado, si cada uno de nosotros le ha abierto su corazón. Cristo estará vivo, solamente si está vivo dentro de nosotros. Nuestro corazón puede ser la cuna o la tumba de Dios. Cristo no se identifica con mis palabras, sino en lo que arde dentro en mí.

La respuesta de Pedro está en dos niveles: Tú eres el Mesías, Dios que actúa en la historia; y luego, eres el hijo del Dios vivo. Hijo en la Biblia es un término técnico: es el que hace lo que hace el padre, quien se parece a él en todo, quien prolonga su vida. Eres el Hijo del Dios viviente, es equivalente a: Eres el Viviente.

Podríamos decir que es una declaración de amor de Pedro: ¡tú eres mi vida! Al encontrarte encontré la vida.

Ahora nos toca a nosotros responder a Jesús:

- Hasta qué punto toca nuestra vida concreta; como influye en nuestro obrar y actuar.

- Jesús ha cambiado nuestra vida y le ha dado un sentido nuevo.

Tenemos que reconocer que los cristianos, en general, solemos ser más teóricos que prácticos, que la fe en Jesús la hemos reducido a una bella teoría o a un recuerdo del pasado que nada nos dice a la vida.

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Iglesia edificada sobre el corazón del ser humano. Que el Señor nos ayude a ser sus testigos valientes, justos y coherentes.

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