2020 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXI
Hoy el Evangelio
propone dos de las muchas preguntas que tejen el texto bíblico: ¿Quién dice la
gente que soy yo? ¿Vosotros quien decís que soy?
La respuesta del
pueblo es hermosa y errónea al mismo tiempo: ¡Dicen que eres un profeta! Una
criatura de fuego y luz, como Elías; o el Bautista porque eres la boca de Dios
y la boca del pobre. Pero Jesús no es un hombre del pasado que regresa. A él le
interesa algo más profundo: Vosotros mis amigos ¿quién decís que soy yo? Vosotros
que abandonasteis las barcas, que lleváis años conmigo, vosotros que sois mis
amigos y que os he elegido uno a uno, ¿qué soy yo para vosotros?
En esta pregunta reside el corazón
palpitante de la fe. Jesús no busca fórmulas ni palabras, busca relaciones (yo para ti). No quiere definiciones, sino implicaciones.
Su pregunta se parece a la de los amantes: ¿Qué importancia tengo yo en tu
vida? ¿Qué significo para ti?
Jesús no necesita
nuestra respuesta para saber si es mejor que los demás maestros, sino para
saber si Pedro está enamorado, si cada uno de nosotros le ha abierto su
corazón. Cristo estará vivo,
solamente si está vivo dentro de nosotros. Nuestro corazón puede ser la cuna o
la tumba de Dios. Cristo no se
identifica con mis palabras, sino en lo que arde dentro en mí.
La respuesta de Pedro está en dos
niveles: Tú eres el Mesías, Dios que actúa en la historia; y luego, eres el
hijo del Dios vivo. Hijo en la Biblia
es un término técnico: es el que hace lo
que hace el padre, quien se parece a
él en todo, quien prolonga su vida. Eres el Hijo del Dios viviente, es
equivalente a: Eres el Viviente.
Podríamos decir
que es una declaración de amor de Pedro: ¡tú eres mi vida! Al encontrarte encontré la vida.
Ahora nos toca a
nosotros responder a Jesús:
- Hasta qué punto
toca nuestra vida concreta; como influye en nuestro obrar y actuar.
- Jesús ha
cambiado nuestra vida y le ha dado un sentido nuevo.
Tenemos que
reconocer que los cristianos, en general, solemos ser más teóricos que
prácticos, que la fe en Jesús la hemos reducido a una bella teoría o a un
recuerdo del pasado que nada nos dice a la vida.
Tu eres Pedro y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Iglesia edificada sobre el corazón del
ser humano. Que el Señor nos ayude a ser sus testigos valientes, justos y
coherentes.
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