sábado, 29 de agosto de 2020



 2020 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXII

 Jesús pasó algún tiempo recorriendo las aldeas de Galilea. Allí vivió los mejores momentos de su vida. La gente sencilla se conmovía ante su mensaje de un Dios bueno y misericordioso. Los pobres se sentían defendidos. Los enfermos y desvalidos agradecían a Dios su poder de curar y aliviar su sufrimiento.

“Tenía que ir a Jerusalén”, era necesario anunciar la Buena Noticia de Dios y su proyecto de un mundo más justo, en el centro mismo de la religión judía. Era peligroso. Sabía que allí podría padecer mucho.

Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Le horroriza imaginar a Jesús sufriendo. Sólo piensa en un Mesías triunfante. A Jesús todo le tiene que salir bien. Jesús reacciona con una dureza inesperada. Es muy peligroso lo que está insinuando. Por eso lo rechaza con toda su energía: «Apártate de mí Satanás». El texto dice literalmente: «Ponte detrás de mí». Ocupa tu lugar de discípulo y aprende.

Jesús ya no llama a Pedro «piedra» sobre la que edificará su Iglesia; sino piedra de tropiezo y obstáculo en el camino.

Los cristianos no podemos ir delante de Jesús sino detrás de él. Si alguien quiere venir a por mí ... Vivir una historia con él, tiene un comienzo tan ligero y liberador: si alguien quiere. Si queremos. Iremos o no con Él, podemos elegir, sin imposición. Pero las condiciones son vertiginosas:

- El primero: negarse a sí mismo. Ojo con malinterpretar. Negarse a sí mismo no significa anularse, aplastarse. Significa: dejar de pensar solo en nosotros mismos. Nuestro secreto no está en nosotros, está más allá de nosotros. Porque quien se mira sólo a sí mismo nunca se ilumina.

- La segunda condición: tomar la propia cruz y acompañarlo hasta el final. la cruz, este signo muy simple, solo dos líneas, se parece a un pájaro en vuelo, o al ser humano con los brazos abiertos. Una imagen familiar, que cuelga del cuello de muchos, que marca cumbres, cruces, campanarios, ambulancias. Pero su significado profundo está en otra parte. La cruz es una locura. Un "suicidio por amor". La cruz habla de pasión por Dios y por el hombre, consecuencia lógica.

Toma la cruz, con pasión, es apasionarse y sufrir juntos. Porque "donde pongas tu corazón ahí también encontrarás tus heridas".

Es el drama de Jeremías: Quería decir basta a Dios, ya terminé con él, es demasiado. Todos hemos sido Jeremías en algún momento de la vida.  Pero, como el profeta, “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; has sido más fuerte que yo y me has podido”, “pero había en mis entrañas como fuego, algo ardiente encerrado en mis huesos. Yo intentaba sofocarlo, y no podía”. En nuestro corazón hay como un fuego, aunque tratemos de contenerlo, no podremos. Dejémonos arrastrar por este fuego y vivamos el reino de Dios ya aquí ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario