2020 TÚ ERES LA NAVIDAD
La pandemia nos invita a reducir el contacto humano. El Evangelio de san Lucas recoge uno de los pasajes más extraordinarios. Dice: «Estaba aún lejos, cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó».
Navidad es
tiempo de abrazar, es tiempo de reconciliación. Llevar a Cristo en el corazón,
razón de la Navidad, es vivir en Él, con Él y para Él dándose a los demás en
fraternal comunión.
El mundo ha
impregnado la Navidad de materialismo. Lleno de regalos y de dones sorpresas, pero
el mejor regalo que podemos hacer a los seres queridos somos nosotros mismos.
Convertir nuestra presencia en el mejor regalo llenándolo todo de amor,
humildad, generosidad, entrega, servicio, reconciliación, perdón.
Basta con
mirar hacia Belén y ante el portal donde tiene lugar el más grande Misterio de
la Historia. Buscar la Luz y el sentido de nuestra vida en el único lugar donde
es posible encontrarlo: en la inocencia de un Niño, el silencio amoroso y
generoso de un Padre y la entrega paciente, amorosa y servicial de una Madre.
Un entorno extraordinario de paz, ternura, cariño y amor… sentimientos que
pueden impregnar el cotidiano caminar de nuestra vida en Navidad y siempre.
Señor
sacramentado ayúdanos a ser un buen regalo para los demás. A donarnos
plenamente, a entregarnos con el corazón abierto, a hacerte presente en la vida
del prójimo y llenar sus vidas de tu presencia por medio nosotros. Señor
auméntanos la fe para darla a los demás, para que las preocupaciones y temores
no disipen nuestro servicio, para confiar en que tus designios no nos apartan
de la senda del amor; ayúdanos a construir caminos de bondad. Ayúdanos Señor, a
ser una bendición para el prójimo, ser reflejo de tus virtudes, a tener un
ánimo grande, a ser magnánimos, a tener un espíritu de generosidad, de
humildad. Ayúdanos a evangelizar con el ejemplo, con alegría, hablando de Ti a
través de nuestros gestos, palabras y acciones.
Señor, es un
privilegio poder observarte tan pequeño y humilde en esta cuna; nos permite
reflexionar sobre la humildad y recordar el mensaje para que aprendamos de Ti
que eres manso y humilde de corazón. En este tiempo de Navidad Señor, queremos
acercarnos a tu vida, meditarla, para aprender a caminar en la vida de
compromiso.
Gracias,
Señor, porque tu propia Encarnación es el símbolo más grande de humildad. Ojalá
nosotros nos desprendiéramos de los egoísmos y de las actitudes soberbias, de
las actitudes prepotentes, de una forma de actuar poco caritativa.
Señor ayúdanos
a ser capaces de poner nuestra pequeñez y nuestra fragilidad en consonancia con
la humildad para tener ante Ti una actitud correcta, para vivir en completa
dependencia de tu gracia, de tu amor y de tu misericordia.
Que tu
nacimiento rodeado de sencillez, sea una escuela de la que aprender que debemos
renunciar a los apegos de gloria, de reconocimiento, de aplausos, de ambición,
de vanagloria, de honores, de aferrarnos a cosas que a todas luces son superfluas,
de buscar nuestro propio interés y no el de los demás. Ayúdanos, Señor, por
medio del Espíritu Santo, a tener tus mismos sentimientos
Queremos aprender
de Ti, Señor, a inclinarnos ante los planes de Dios como hiciste tú con la
Encarnación y tu Nacimiento, poniéndote al servicio de la misión que el Padre
te encomendó.
Queremos
cumplir también la voluntad del Padre en nuestra vida, a ser obedientes a los
planes de Dios que tan estrechamente están relacionados con tu vida y que por
ende deben estarlo también con la nuestra.
Señor, te
vemos tan pequeño y frágil, tan dependiente de san José y de la Virgen, que
solo podemos reconocer ante Ti nuestra pequeñez y nuestras fragilidades;
reconocer nuestra pequeñez ante Dios al mismo tiempo que nuestra alegría de haber
sido creados a su imagen y semejanza.
Gracias,
Padre, porque todo lo hemos recibido de Ti. Queremos vivir en la humildad, a
tratar de vivir en el servicio y a renunciar a todo lo que nos aparta de Ti y
de los demás. Amén