2023 FEBRERO MEDITACIÓN
EUCARISTICA
MIÉRCOLES DE
CENIZA
Comienza
la Cuaresma, tiempo de penitencia y de renovación interior para preparar la
Pascua del Señor
Señor
Jesús ante tu altar queremos iniciar este tiempo propicio para purificar nuestra
alma y a recomenzar de nuevo. Es un periodo importante para volver de nuevo al
centro de nuestra vida, porque a veces olvidamos que sin el Señor no somos
nada. La imposición de la ceniza precisamente nos muestra que toda la grandeza
del hombre no queda más que este montoncito de polvo, en un plato, a un extremo
del altar. Así pue la Iglesia nos marca en la frente con la ceniza como si
fuera nuestra propia substancia, nuestra esencia más verdadera.
Tu
Señor Jesús quieres que nos despeguemos de las cosas de la tierra para volver a
ti y que dejemos el pecado, que envejece y mata, y retornemos a la Fuente de la
Vida y de la alegría. Porque tú mismo Jesús eres la gracia más sublime de toda
la Cuaresma.
Volver
el corazón a Dios, convertirnos, significa estar dispuestos a poner todos los
medios para vivir como Él espera que vivamos, ser sinceros con nosotros mismos,
no intentar servir a dos señores. Amar a Dios con toda el alma y alejar de
nuestra vida cualquier pecado deliberado. Y eso, en medio de las circunstancias
de trabajo, salud, familia, etc., propias de cada cual.
Jesús
tu buscas en nosotros un corazón contrito conocedor de sus faltas y pecados y
dispuesto a eliminarlos. Nos acordamos de nuestros malos caminos, de nuestros
días que no fueron buenos. Convertirse quiere decir para nosotros buscar de
nuevo el perdón y la fuerza de Dios en el Sacramento de la reconciliación y así
volver a empezar siempre, avanzar cada día.
La
verdadera conversión se manifiesta en la conducta. Los deseos de mejorar se han
de expresar en nuestro trabajo o estudio, en el comportamiento con la familia,
en los pequeños sacrificios ofrecidos al Señor, que hacen más grata la
convivencia a nuestro alrededor y más eficaz el trabajo.
El
Señor también nos pide hoy un sacrificio un poco más especial, que ofrecemos
con alegría: la abstinencia y el ayuno, que fortifican el espíritu; elevan el
alma a Dios; dan fuerzas para vencer y amortiguar las pasiones, y dispone al
corazón para que no busque otra cosa distinta de agradar a Dios en todo.
También
Jesús, la limosna que, ofrecida con corazón misericordioso, o frece la
oportunidad de una vida más coherente, más auténtica porque lleva un poco de
consuelo al que está pasando una necesidad o contribuir según nuestros medios
en una obra apostólica para bien de las almas. El desprendimiento de lo
material nos ayuda a encontrar al Señor en nuestro quehacer diario.
La
fuente del sacrificio cuaresmal estará principalmente en la labor diaria: en el
orden, en la puntualidad al comenzar el trabajo, en la intensidad con que lo realizamos,
etc. En la convivencia con los demás encontraremos ocasiones para frenar
nuestro egoísmo y contribuir para crear un clima más grato en nuestro entorno. Los
sacrificios y esfuerzos personales no tienen que mortificar a los demás, al contrario,
nos deben volver más delicados, más comprensivos, más abiertos a todos.
Señor
Jesús ahora se nos presenta un tiempo en el cual este recomenzar de nuevo en ti
va a estar sostenido por una particular gracia de Dios, propia del tiempo
litúrgico que hemos comenzado. Por eso, el mensaje de la Cuaresma está lleno de
alegría y de esperanza, aunque sea un mensaje de penitencia y de mortificación.
Junto
a Cristo encontramos siempre el remedio a una posible tibieza y las fuerzas
para vencer en aquellos defectos que de otra manera nos resultarían
insuperables.
La
santa cuaresma es un tiempo para que cada uno se sienta urgido por Jesucristo.
Para que los que alguna vez nos sentimos inclinados a aplazar esta decisión
sepamos que ha llegado el momento. Para que los que tengan pesimismo, pensando
que sus defectos no tienen remedio, sepan que ha llegado el momento. Comienza
la Cuaresma; mirémosla como un tiempo de cambio y de esperanza. Es tiempo de
conversión. Amén.
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