sábado, 4 de marzo de 2023

2023 AÑO A TIEMPO DE CUARESMA II

 

Si hemos experimentado al Señor Jesús en nuestra vida, ya podemos comprender mejor la experiencia de aquellos discípulos en la montaña, experiencia que marca, que deja huellas, que produce “un antes y un después.

Este segundo domingo de Cuaresma nos sorprende con un Evangelio lleno de luz y de resplandor. Pasamos del desierto y las tentaciones del primer domingo a este resplandor total, un interior de Jesús iluminado porque es el hijo muy amado de Dios y se traslada al exterior, a todas sus ropas y su rostro luce de manera exuberante.

Jesús toma consigo a los tres discípulos más atentos, llama de nuevo a los primeros y los conduce a un monte alto, “Y se transfiguró ante sus ojos". No se relata ningún detalle, salvo el resplandor de las vestiduras de Jesús. La luz es tan excesiva que no se limita al cuerpo, sino que se extiende hacia el exterior, captando la materia de los vestidos y transfigurándola. Los vestidos y el rostro de Jesús son la escritura, más aún, la caligrafía del corazón. El entusiasmo de Pedro, esa exclamación de asombro: ¡qué hermoso es estar aquí! gritado desde el corazón. La tarea más urgente para los cristianos es volver a sentir a Dios como un ser luminoso, soleado, rico no en tronos y poderes, sino en amor, misericordia, acogida y aceptación; No es un Dios que sólo se ilumina a sí mismo, sino ilumina al ser humano y a la creación.

Viene una nube, y de la nube una Voz, que indica el primer paso: ¡escuchadle! El Dios que no tiene rostro, tiene en cambio una Voz. Jesús es la Voz que se ha hecho Rostro y cuerpo. Sus ojos y sus manos son el habla visible de Dios. El camino cristiano no es otra cosa que el esfuerzo gozoso por liberar toda la luz y la belleza sembradas en nosotros.

Pero cuidado con instalarnos. Tarde o temprano, todos corremos el riesgo de instalarnos en la vida, buscando el refugio cómodo que nos permita vivir tranquilos, sin sobresaltos ni preocupaciones excesivas, renunciando a cualquier otra aspiración. Que bien se está aquí hagamos tres tiendas

Pero, con frecuencia, es entonces cuando la persona descubre con más claridad que nunca que la felicidad no coincide con el bienestar. Falta en esa vida algo que nos deja vacíos e insatisfechos. Algo que no se puede comprar con dinero ni asegurar con una vida confortable. Falta sencillamente la alegría propia de quien sabe vibrar con los problemas y necesidades de los demás, sentirse solidario con los necesitados y vivir, de alguna manera, más cerca de los maltratados.

No busquemos en la religión nuestro bienestar interior, eludiendo nuestra responsabilidad individual y colectiva en el logro de una convivencia más humana. Porque una experiencia religiosa no es verdaderamente cristiana si nos aísla de los hermanos, nos instala cómodamente en la vida y nos aleja del servicio a los más necesitados. Si escuchamos a Jesús, nos sentiremos invitados a salir de nuestro conformismo y empezar a vivir más atentos a la interpelación que nos llega desde los más desvalidos.

 

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