sábado, 25 de marzo de 2023


 

2023 AÑO A TIEMPO DE CUARESMA V

El relato de la resurrección de Lázaro es sorprendente. Por una parte, nunca se nos presenta a Jesús tan humano, frágil y entrañable como en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos. Por otra, nunca se nos invita tan directamente a creer en su poder salvador: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá... ¿Crees esto? Presenta a un Dios muy humano, el que todo hombre busca: no un Dios al que adorar y venerar en los altos cielos, sino un Dios implicado y comprometido, que ríe y llora, juega con sus hijos y disfruta.

De Lázaro sabemos pocas cosas, las que importan: su casa está abierta, es querido por muchos, es amigo especial de Jesús: huésped, amigo y hermano. Tres nombres para mantenernos humanos.

La familia está rota. Cuando se presenta Jesús, María rompe a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver los sollozos de su amiga, Jesús no puede contenerse y también él se echa a llorar. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte.

Si Tú hubieras estado aquí, nuestro hermano no habría muerto. Las hermanas han visto volar sus oraciones, pero ninguna vuelve para traer una respuesta, afirmativa a sus peticiones. Dios siempre responde; pero no a nuestras peticiones, sino a sus promesas. "Tu hermano resucitará". Ella lo oye como un latiguillo, palabras formales que todo el mundo sabe decir: "Sé que resucitará". Pero ese día está tan lejos de este dolor. Ella habla al futuro, Jesús al presente. Y utiliza palabras impresionantes: "Yo soy la resurrección y la vida". Ahora. Primero la resurrección y luego la vida. Primero la liberación y luego la vida. Yo soy la resurrección: una savia poderosa y fresca que se ramifica por todo el cosmos y no descansará hasta haber alcanzado y hecho florecer la última rama de la creación, el último rincón del corazón.

¡Liberadlo y dejadlo ir! Lázaro sale, envuelto en vendas como un recién nacido. Morirá por segunda vez, pero ahora se abre ante él una esperanza muy alta: Alguien le ama, Alguien que es más fuerte que la muerte. Déjale ir: Llorar es amar con los ojos. El hombre resucita por las lágrimas de Dios, nosotros resucitamos porque somos amados. Lázaro soy yo.

Hay en nosotros un deseo insaciable de vida. Nos pasamos los días y los años luchando por vivir. Nos agarramos a la ciencia y, sobre todo, a la medicina para prolongar esta vida biológica, pero siempre llega una última enfermedad de la que nadie nos puede curar. Sería horrible un mundo envejecido, lleno de viejos, cada vez con menos espacio para los jóvenes, un mundo en el que no se renovara la vida. Lo que anhelamos es una vida diferente, sin dolor ni vejez, sin hambres ni guerras, una vida plenamente dichosa para todos.

A pesar de dudas y oscuridades, los cristianos creemos en Jesús, Señor de la vida y de la muerte. Solo en él buscamos luz y fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte. Solo en él encontramos una esperanza de vida más allá de la vida.

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