¡QUE SALGA, SEÑOR!
De la cobardía que apaga tu voz
De la espiritualidad, débil y cómoda,
que me hace olvidar lo que ocurre a
mí alrededor
Del llano que me agarra y no me deja
verte
De la tierra que me seduce y me
conduce
De los problemas que no me dejan
descubrir la gran lección de tu cruz
¡QUE SALGA, SEÑOR!
Pues, cuando me encierro en mí mismo,
veo que algo no funciona en mí.
Que me falta aire para respirar
Que los horizontes desaparecen de mi
vista
Que, la ilusión y la fe, disminuyen
por momentos
Pero, para ello, como a Pedro,
Santiago y Juan
llévame contigo:
para que disfrute de tu presencia
para que escuche tu Palabra
para que sepa lo que me espera,
por el hecho de ser tu amigo y
compañero
¡QUE SALGA, SEÑOR!
Que no me quede bajo las bóvedas
de un mundo fácil que todo lo
contamina
que todo lo desvirtúa
que todo lo confunde
que todo lo frivoliza
Que no me pierda este momento de paz
y de gracia
de amor y de Palabra, de presencia y
de perdón
que es la Eucaristía. Amén
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