2023 AÑO A JULIO MEDITACIÓN EUCARISTICA. Deja que
Dios sea Dios
Celebramos hoy
la santísima Sangre de nuestro señor Jesucristo y delante de ti Jesús
eucaristía queremos rendirnos ante la evidencia de tu amor. Tu diste tu vida
por cada uno de nosotros y derramando tu sangre ofreciste al mundo la
posibilidad de una vida mucho mejor.
Sin embargo,
el mundo no entendió por su soberbia y porque está deslumbrado por los grandes
logros de la ciencia y de la técnica. Nos cuesta reconocer también hoy que
somos criaturas y que Dios es nuestro creador. Esta actitud soberbia del hombre
hace que haya perdido el sentido de la religión, y sus relaciones con Dios ya
no se realizan desde una actitud humilde, sino de igual a igual. Sí es verdad
que el Señor nos dijo “ya no os llamo siervos, sino amigos”; pero de ahí a
eliminar el respeto a lo sagrado y el sentido de que somos sus criaturas va
mucho trecho.
Creeos que
somos nosotros quien controla todo lo que nos ocurre, somos autónomos en las
leyes, no dependemos de nadie y no tendremos que dar cuentas de nuestras
acciones cuando la vida llegue a su fin.
Afortunadamente
Dios es mucho más sabio, paciente y amoroso que nosotros, y a unos y a otros, a
lo largo de nuestra vida, nos enseña en multitud de ocasiones quién es el que
manda. Muchas personas no quieren darse cuenta de los avisos que Dios nos envía
y prefieren seguir viviendo de espaldas a Dios; pero hay personas que, a través
del sufrimiento y la aceptación de la cruz por parte de Jesús, descubren el
gran e inmenso amor que Dios nos tiene.
Hace unos
días, leí esta sencilla y hermosa historia:
Deja que Dios sea Dios: Cuando yo era pequeño, mi mamá
solía coser mucho. Yo me sentaba a sus pies y la observaba mientras ella
bordaba. Al observar lo que hacía, desde una posición más baja, siempre le
decía que lo que estaba haciendo me parecía muy raro y complicado. Ella me
sonreía, me miraba y gentilmente me decía:
- Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya
terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te lo dejaré ver como yo lo
veo.
Yo no entendía por qué ella usaba algunos hilos de
colores oscuros y por qué me parecían tan desordenados, pero unos minutos más
tarde mi mamá me llamaba y me decía:
- Hijo, ven y siéntate en mi regazo.
Al hacerlo, yo me sorprendía y emocionaba al ver la
hermosa flor o el bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo
no se veía nada, todo era confuso. Entonces mi madre me decía:
- Lo ves, hijo mío, desde abajo todo lo veías
confuso y desordenado y no te dabas cuenta de que arriba había un orden y un
diseño. Cuando lo miras desde mi posición, sabes lo que estoy haciendo.
Lo que narra
es algo que nos ha pasado a todos. Cuando vemos nuestra vida desde abajo nos es
difícil aceptar que Dios esté haciendo una obra maestra. En cuántas ocasiones
hemos tenido también nosotros una conversación como ésta:
- Padre, ¿qué
estás haciendo? No entiendo nada.
- Querido
hijo, estoy bordando tu vida.
- Pero se ve
todo tan confuso y desordenado, los hilos parecen tan liados.
- Hijo,
ocúpate de tu trabajo y no quieras hacer el mío. Un día te traeré al cielo y te
pondré sobre mi regazo y verás desde mi posición. Entonces entenderás.
Queridos
hermanos cuando veamos el bordado de nuestra vida desde abajo, todo confuso y
desmarañado, no nos desanimemos; mírale mejor a la cara y Él sabrá transmitirte
confianza, pues sus ojos te dirán: “¡Déjame obrar, pues sé lo que estoy
haciendo!”. Deja que Dios sea Dios.
Ayúdanos Señor
Jesús a dejar hacer a Dios Padre en nuestra vida, que él siga bordando los
trazos de ella y algún día comprenderemos y entenderemos tantas situaciones,
tantas circunstancias que no entendíamos y no nos cabía en nuestra cabeza.
Si fuéramos
realmente inteligentes –y también humildes-, nos daríamos cuenta de que los
caminos de Dios, aunque a veces puedan parecer duros, empinados e incluso
torcidos son los mejores. Amén
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