¿DÓNDE ESTÁS, SEÑOR?
Me dicen que, hace un
tiempo,
te sembraron en mi
corazón…y no te encuentro.
Que pregonan que, en el
cielo te hallas,
y cuando levanto la
vista no te alcanzo.
Me repiten que, en los
destrozos del mundo,
es donde especialmente
sales a nuestro lado y…no llego a percibir tu presencia.
¿Qué tengo que vender
para poder comprarte?
¿Qué tengo que dejar
para poder conseguirte?
Mis ojos no te ven
porque andan distraídos,
porque prefieren verse
seducidos
por el gran capital que
el mundo oferta.
¡Demasiado bien sé
dónde se encuentra tu tesoro!
En el silencio, que tanto
hiere porque tanto me dice.
En la humildad, donde
la pequeñez tanto me asusta.
En la sinceridad, que
me convierte en diana de tantos dardos.
Ayúdame, oh Cristo, a
no perder el campo de tu tesoro:
La fe que es llave para
poder amarte y descubrirte.
El amor que es bono
seguro que cotiza en el cielo.
Mi perfección, para no
convertirme en algo vulgar y solitario.
¡NO ME CONTESTES,
SEÑOR!
Soy yo, quien hoy más
que nunca,
necesito buscarte por
mí mismo
y ponerte en el lugar
que te corresponde: ¡EN EL CENTRO DE MI TODO!
Amén
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