2024 ENERO MEDITACIÓN EUCARISTICA
La
caja y las perlas
Ante ti Jesús sacramentado nos colocamos en
adoración y profunda reverencia pues reconocemos que Tú lo eres todo y que sin
ti no somos nada. Somos fuertes y enérgicos gracias a ti. Tu nos concedes el
don tu Espíritu con el que reforzados por él caminamos por la vida con ilusión
y entusiasmo. Tu nos recuerdas continuamente la necesidad de vivir desde
nuestro interior, desde nuestro ser íntimo y profundo y no desde la
superficialidad de las cosas y de los acontecimientos. Somos conscientes que
nuestro interior es un don que recibimos de ti. Cuando queremos aparentar cosas
que no somos, todo nos sale mal y no encontramos la felicidad. Ayúdanos tu
Jesús a vivir desde dentro hacia fuera y no al revés. Que seamos capaces de
contagiar la vida, la luz y la esperanza que brota desde el interior y no nos
conformemos con lo que la gente les gustaría ver en nosotros.
Escuchemos la historia del vendedor de perlas
La
caja y las perlas: Un vendedor de perlas solía bajar todos los lunes a
la ciudad de su pueblo para venderlas. Cada semana caminaba un largo trayecto y
con paciencia se sentaba en su espacio reservado en la feria, pero nunca
lograba vender nada.
Regresaba
a su casa con la misma cantidad de perlas, y su esposa le recibía con una
pequeña sonrisa. Cansado de no poder vender las perlas, decidió encontrar una
forma inteligente de atraer a las personas. Después de pensar durante un largo
tiempo, encontró la solución perfecta.
Decidió
construir una caja hermosa para ubicar sus perlas y así atraer la atención de
los compradores. La construyó con mármol preciado y le colocó diamantes de
colores en los bordes. La tapa estaba hecha de oro puro y en su interior tenía
una tela de lino para posar las perlas.
El
vendedor estaba satisfecho con su obra, así que salió el siguiente lunes hacia
el pueblo y se ubicó en su espacio correspondiente. Abrió su bulto, y al sacar
la caja, la gente comenzó a agolparse a su alrededor. Todos esperaban la
apertura de tal belleza, deseando ver lo que tan majestuosa creación contenía.
El
vendedor abrió la caja y, para su sorpresa, todos quedaron decepcionados; eran
las mismas perlas de la semana pasada. Las personas comenzaron a ofrecer dinero
por la caja, pero nadie ofreció nada por las perlas que contenía. El vendedor
regresó entristecido y sin poder comprender el fallo de su plan.
Al
contemplar la historia del vendedor de perlas, reflexionemos sobre nuestras
propias «cajas» y cómo presentamos nuestras vidas al mundo. ¿Estamos enfocados
en la superficialidad, o permitimos que brille la autenticidad que reside en
nuestro interior?
Muchos
piensan que, para alcanzar la felicidad, la persona debe encontrar el propósito
de su existencia. A veces, en nuestra búsqueda de reconocimiento y aceptación,
nos embarcamos en la construcción de «cajas» brillantes para presentar nuestras
cualidades. Pero, al igual que las perlas, nuestra esencia y valor fundamental
permanecen inalterados. La autenticidad y la calidad interior son las
verdaderas joyas que poseemos. Estas joyas y perlas nos las hemos comprado,
sino que las hemos recibido por pura gracia, gratuitamente de Dios nuestro
padre, para que las pongamos al servicio de los demás y del mundo entero.
Jesús,
en sus enseñanzas, nos recordó la importancia de no dejarnos llevar por las
apariencias. En el evangelio, encontramos la invitación constante a mirar más
allá de la superficie y reconocer el valor del alma, la compasión y el amor
genuino. Ayúdanos Jesús en no fijarnos solo en las apariencias de las personas,
cosas o acontecimientos, sino que seamos capaces de dar un paso más y miremos
el interior, el verdadero don de cada uno.
En
nuestra vida diaria, recordemos que cada uno de nosotros es como una perla
única, valiosa por nuestra autenticidad y esencia. No necesitamos adornos
lujosos para destacar; la luz de nuestra verdad interna brilla por sí sola. Amén