Tú, estrella divina,
nos ayudas a descubrir el corazón de Dios que
late en un portal a postrarnos ante Aquel
que, siendo Dios, se hace hombre a
ofrecer, entre miserias y debilidades, la
fortuna de nuestra fe.
Eres, estrella celeste,
manifestación de un Dios que guía al hombre
hasta Jesús sendero por el que caminan los
que elevan sus ojos hacia el Creador luz para todo aquel que, viviendo en la oscuridad, busca nitidez para su
fe.
Eres, estrella que
cruza el inmenso cielo, dedo que señala al rey que todos esperan.
Eres, estrella que
parpadea
con guiño de Dios, veleta que nos revela al rey humilde y oculto, real, universal, rompiendo las
fronteras que los hombres vamos levantando.
Estrella de Belén
eres signo de un acontecimiento llamado a ser
universal que lleva a un Dios escondido.
¡Párate, detente
estrella divina y veloz!
Queremos vislumbrar, ya
desde ahora, a Aquel que profetas y reyes, ángeles y pastores anunciaron y
adoraron.
Gracias, Señor,
pues, bien sabemos, que cuando hay LUZ la LUZ ya no tiene estrellas.
Y, Tú, Señor,
eres luz que apaga y esconde todas las demás
estrellas. Amén.
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