Déjame
buscarte, Señor
y no dejes
nunca de llamarme,
no en la
superficialidad donde no te escucho
y sí, en la
profundidad de mi ser
donde el Tú y
mi yo se abrazan.
Déjame
buscarte, Señor,
porque, en el
viento de la fe,
se sostiene
tu llamada misteriosa.
Y cuenta
conmigo para algo
aunque,
solamente Tú y sin mis débiles fuerzas
pudieras
llevar adelante tu encargo.
Quiero sentir
que te sirvo y vivo
trabajando y
respondiendo mil veces “si”
para ayudarte
a llevar la carga pesada de tu Reino.
Para
conocerte, para amarte, para seguirte
aunque, el
mundo, no me reconozca méritos
ni ponga
aureolas a mis éxitos invisibles al ojo humano.
Porque,
cuando me llamas,
siento el
privilegio de ser convocado.
Porque,
cuando pronuncias mi nombre,
sé que a algo
bueno me invitas.
Porque,
cuando me interrogas: ¿Qué buscas?
Tú sabes
que…sólo a Ti te añoro,
Tú sabes
que…sólo a Ti te quiero.
Dejando todo
aquello que obstaculice el que yo te encuentre.
Alejándome de
los ruidos que me impiden escuchar tu voz.
Ayúdame a
estar siempre inquieto: en permanente búsqueda
Enséñame a
estar contigo y conocerte para nunca olvidarte
Envíame para
servir amando y, contigo, siempre salvando. Amén.
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