2024 CICLO B TIEMPO ORDINARIO IV
Todos estamos
convencidos que Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra. El
evangelista Marcos nos relata la actividad de Jesús, para darnos un resumen de lo
que fue su vida como Maestro. Jesús habla del Reino de Dios con palabras y
obras, que siempre están fuertemente entrelazadas. También aquí, en esta
sinagoga de Cafarnaúm, Jesús pronuncia una enseñanza, cuyo contenido Marcos no
relata. En cambio, el evangelista relata las reacciones de los oyentes de
Jesús. Todos están asombrados y sienten que este predicador tiene un poder de
atracción que supera a todos los demás predicadores a los que estaban
acostumbrados y que estaban oficialmente reconocidos, incluso a los
oficialmente calificados como escribas.
A Jesús se le reconoce
una autoridad que proviene de la fuerza de sus palabras, siempre fuertemente
unidas a la acción. Jesús pronuncia dos verbos: calla y sal, dirigidos al demonio que esclaviza allí a un pobre
hombre. No hay que olvidar que este gesto liberador de curación realizado en
sábado era fuertemente transgresor de
la ley religiosa. Sin embargo, Jesús las hace a propósito para mostrar un rostro
distinto de Dios y una forma
distinta de vivir la religión.
En definitiva, muestra lo
que es Jesús; un hombre que tiene
palabras que asombran y atraen
porque son palabra que liberan y tocan
lo más profundo de la vida concreta de las personas. Jesús ante un hombre que sufre, como este poseído, no se queda en la
teoría de las buenas palabras e intenciones, sino que actúa aún a costa de arriesgar su vida. Jesús haciendo el bien comunica a Dios que es
el bien absoluto. Jesús al amar habla del amor, y así muestra
a Dios que es amor.
Esta profunda unidad
entre palabra y obra, entre boca, corazón y manos, generó ese asombro que
atrajo a muchos hacia sí, empezando por sus discípulos.
La experiencia nos dice
que las personas aprendemos bien no sólo por la precisión de los datos y de las
explicaciones, sino sobre todo si nos sentimos queridos, apreciados, animados. La autoridad no se basa en el papel,
sino en el amor y en gestos concretos
que vinculan la palabra a la vida.
Como Iglesia tenemos
hoy una gran misión que es ser Jesús
que enseña en el mundo de hoy. Tenemos la tarea de hablar de Dios y anunciarlo. Debemos estar siempre atentos a
conjugar en nuestro testimonio la palabra
y la vida, la oración y la caridad.
Y como Jesús, debemos suscitar asombro
porque la fe que profesamos en los labios se vea también en nuestras manos que ayudan y en nuestras actitudes cotidianas de bondad, paciencia y
perdón. No podemos hablar de Dios si esto no se vislumbra en lo que
hacemos, en nuestras miradas de estima al prójimo, en nuestras opciones
concretas de humildad y caridad.
Seguro que a lo largo
de nuestra vida no todas las palabras que hemos oído sobre Dios se han quedado
en nuestro corazón, pero sí los ejemplos
de vida de personas creyentes. El ejemplo nos libera de los muchos pequeños
y grandes demonios que nos esclavizan. Jesús convenció a muchos con palabras,
porque su ejemplo atrajo y condujo por caminos de verdadera liberación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario