2024
CICLO B TIEMPO ORDINARIO XXIV
En el evangelio de hoy, nuestra atención
queda prendida de una confesión: la de que Jesús es el Mesías, el salvador.
Pero un salvador, un mesías cargado de dolor y sufrimientos. Estamos ante una
invitación al conocimiento de Cristo Redentor y al seguimiento del mismo, pero
tomando cada uno su cruz, lo que escandaliza a Pedro. Y es que en el anuncio de
la pasión Jesús ofrece las condiciones esenciales para seguirle.
Los discípulos no podían entender que
ese fuera el final de un Mesías poderoso y lleno de misericordia en quien
creían. De ahí que Pedro se pusiera a reprenderle y Jesús tuvo que reprimirle
porque su actitud era satánica e infiel. “Quítate de mi vista, Satanás, ¡Tú
piensas como los hombres, no como Dios!
La auténtica espiritualidad cristiana podríamos
definirla por tres rasgos: conocer la realidad, cargar con la
realidad y cambiar la realidad. Dios nos llama a comprometernos, desde
nuestra fe, y con las obras a transformar este mundo. Porque la fe si no tiene obras,
por si sola está muerta. Tanto la carta de Santiago como el relato del
evangelio de hoy nos alertan contra la tentación de una espiritualidad
intimista, una mera adhesión intelectual a los dogmas, o a una privatización de
la fe. Y no, la fe es el encuentro personal con Jesús, vivido en comunidad, que
nos lleva a vivir en relación filial con el Dios del Reino y con los hombres, nuestros
hermanos.
Decía San Agustín: “el verdadero testigo
de la fe en Cristo no se contenta con predicarla, sino que percibe las
necesidades del prójimo y busca solucionarlas”.
«¿Quién decís que soy yo?». No sé
exactamente cómo contestaremos a esta pregunta de Jesús los cristianos de hoy,
pero:
- Jesús nos puede ayudar a conocernos
mejor. Su evangelio hace pensar y nos obliga a plantearnos las preguntas más
importantes y decisivas de la vida. Su manera de sentir y de vivir, su modo de
reaccionar ante el sufrimiento, su confianza indestructible en un Dios amigo de
la vida.
- Jesús nos puede enseñar sobre todo un
estilo nuevo de vida. Quien se acerca a él se invitado a vivir de una manera
diferente, arraigado en la verdad y con horizontes más digno y esperanzado.
- Jesús nos puede liberar de formas poco
sanas de vivir la religión: fanatismos ciegos, desviaciones legalistas. Puede,
sobre todo, introducir en nuestras vidas algo tan importante como la alegría de
vivir, la mirada compasiva hacia las personas, la creatividad de quien vive
amando.
- Jesús nos puede enseñar a vivir a Dios
como una presencia cercana y amistosa, fuente inagotable de vida y ternura.
Dejarnos conducir por él nos llevará a encontrarnos con un Dios diferente, más
grande y humano que todas nuestras teorías.
- Eso sí. Para encontrarnos con Jesús hemos
recuperar la libertad interior y estar dispuestos a «nacer de nuevo», dejando
atrás la observancia rutinaria y aburrida de una religión convencional.
Las personas pueden vivir en la indiferencia,
distraídas por la vida moderna, paralizadas por una religión vacía o seducidas
por el bienestar material, pero sin camino, sin verdad y sin vida.
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