sábado, 14 de septiembre de 2024


 

2024 CICLO B TIEMPO ORDINARIO XXIV

En el evangelio de hoy, nuestra atención queda prendida de una confesión: la de que Jesús es el Mesías, el salvador. Pero un salvador, un mesías cargado de dolor y sufrimientos. Estamos ante una invitación al conocimiento de Cristo Redentor y al seguimiento del mismo, pero tomando cada uno su cruz, lo que escandaliza a Pedro. Y es que en el anuncio de la pasión Jesús ofrece las condiciones esenciales para seguirle.

Los discípulos no podían entender que ese fuera el final de un Mesías poderoso y lleno de misericordia en quien creían. De ahí que Pedro se pusiera a reprenderle y Jesús tuvo que reprimirle porque su actitud era satánica e infiel. “Quítate de mi vista, Satanás, ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!

La auténtica espiritualidad cristiana podríamos definirla por tres rasgos: conocer la realidad, cargar con la realidad y cambiar la realidad. Dios nos llama a comprometernos, desde nuestra fe, y con las obras a transformar este mundo. Porque la fe si no tiene obras, por si sola está muerta. Tanto la carta de Santiago como el relato del evangelio de hoy nos alertan contra la tentación de una espiritualidad intimista, una mera adhesión intelectual a los dogmas, o a una privatización de la fe. Y no, la fe es el encuentro personal con Jesús, vivido en comunidad, que nos lleva a vivir en relación filial con el Dios del Reino y con los hombres, nuestros hermanos.

Decía San Agustín: “el verdadero testigo de la fe en Cristo no se contenta con predicarla, sino que percibe las necesidades del prójimo y busca solucionarlas”.

«¿Quién decís que soy yo?». No sé exactamente cómo contestaremos a esta pregunta de Jesús los cristianos de hoy, pero:

- Jesús nos puede ayudar a conocernos mejor. Su evangelio hace pensar y nos obliga a plantearnos las preguntas más importantes y decisivas de la vida. Su manera de sentir y de vivir, su modo de reaccionar ante el sufrimiento, su confianza indestructible en un Dios amigo de la vida.

- Jesús nos puede enseñar sobre todo un estilo nuevo de vida. Quien se acerca a él se invitado a vivir de una manera diferente, arraigado en la verdad y con horizontes más digno y esperanzado.

- Jesús nos puede liberar de formas poco sanas de vivir la religión: fanatismos ciegos, desviaciones legalistas. Puede, sobre todo, introducir en nuestras vidas algo tan importante como la alegría de vivir, la mirada compasiva hacia las personas, la creatividad de quien vive amando.

- Jesús nos puede enseñar a vivir a Dios como una presencia cercana y amistosa, fuente inagotable de vida y ternura. Dejarnos conducir por él nos llevará a encontrarnos con un Dios diferente, más grande y humano que todas nuestras teorías.

- Eso sí. Para encontrarnos con Jesús hemos recuperar la libertad interior y estar dispuestos a «nacer de nuevo», dejando atrás la observancia rutinaria y aburrida de una religión convencional.

Las personas pueden vivir en la indiferencia, distraídas por la vida moderna, paralizadas por una religión vacía o seducidas por el bienestar material, pero sin camino, sin verdad y sin vida.

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