¿QUÉ DIGO, SEÑOR?
¿Qué decir sobre Ti,
si, Tú sabes que yo sé muy poco?
¿Qué decir de tu
vida, si yo prefiero llevar la mía?
¿Qué decir de tus
Palabras, si estoy sordo a ellas?
¿Qué decir de tus
misterios, si no me los creo?
¿Qué decir de tu
Evangelio, si no me molesto en abrirlo?
¿QUÉ DIGO, SEÑOR,
SOBRE TI?
¿Qué decir de tu
historia, cuando prefiero cualquier otra novela?
¿Qué decir de tu
mensaje, cuando prefiero otras cuñas publicitarias?
¿Qué decir de tus
caminos, cuando elijo senderos menos comprometidos?
¿Qué decir de tus
enseñanzas, cuando soy tan poco aplicado contigo?
¿Qué decir de tus
miradas, cuando miro hacia otro lado?
¿QUÉ DIGO, SEÑOR,
SOBRE TI?
Ayúdame a no
perderme en medio del mundo.
A ponerte en el
centro de mí casa.
A dar razón de mí fe.
A buscarte, aunque
algunos se empeñen en despistarme.
A rezarte, aunque me
cueste centrarme en la oración.
A conocerte, aunque
me resulte difícil reconocerte.
¿QUÉ DIGO, SEÑOR,
SOBRE TI?
Ayúdame a gritar a
los cuatro vientos: ¡TU ERES EL SEÑOR!
Y, entonces,
significará una cosa: que te he encontrado, Señor.
Amén.
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