2025
CICLO C TIEMPO DE NAVIDAD.
EPIFANÍA
DEL SEÑOR
En esta solemnidad de la Epifanía,
celebramos la manifestación de Dios. Una manifestación no sólo a Israel, el
pueblo elegido, sino a toda la humanidad, representada aquí por los Magos de
Oriente que llegan a Belén para adorar al Rey de los judíos.
El evangelista nos recuerda la
universalidad del Dios que Jesús, desde su nacimiento, nos revela. La salvación
de Dios no conoce límites. Su amor por la humanidad no conoce fronteras.
Mateo relata el episodio de los Magos.
No nos da mucha información sobre ellos. Sólo nos dice que eran Magos y que
venían de Oriente, por tanto, no eran judíos, sino paganos que tenían otros
dioses.
Podríamos preguntamos: ¿por qué son los
Magos los que vienen a adorar al Hijo de Dios en nombre de todos los pueblos
del mundo? Los magos pueden ser personajes con grandes conocimientos en
diversos campos, como la astronomía y la astrología, así como a personas con
gran sabiduría religiosa y filosófica. Fue esta sabiduría la que les permitió
percibir en el lenguaje de la estrella un mensaje de esperanza y partir
en busca de la verdad, en busca del Dios verdadero. Solo les bastó la aparición
de una misteriosa estrella para ponerse en camino, sin saber con total certeza
adónde los llevaría.
Su camino de búsqueda fue largo y
probablemente lleno de dificultades, pero mereció la pena, «al ver la
estrella, se llenaron de inmensa alegría»; aquellos buscadores habían
comprendido, y nosotros con ellos, que toda su ciencia y creencias no eran nada
ante este Dios único, tan poderoso en su amor por la humanidad que llega a
hacerse uno de ellos, un niño pequeño, pobre y vulnerable. Y este amor les
conmueve «y cayendo de rodillas lo adoraron». Ellos, los grandes sabios,
los magos poderosos, reconocieron en este niño frágil a la Sabiduría.
Los Magos de Oriente representan a la
humanidad que se pone en camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que
recorre toda la historia. No representan simplemente a personas que ya han
encontrado el camino que conduce a Cristo. Representan el anhelo interior del
espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana hacia Cristo.
Hoy apenas tenemos tiempo para
detenernos a contemplar despacio las estrellas. Probablemente no es solo un
asunto de tiempo. Pertenecemos a una época en la que es más fácil ver la
oscuridad de la noche que los puntos luminosos que brillan en medio de
cualquier tiniebla.
A pesar de todos los fracasos y
frustraciones, el hombre vuelve a esperar, vuelve a ponerse en marcha; hay algo
que lo llama una y otra vez a la vida y a la esperanza. Hay siempre una
estrella que vuelve a encenderse. Para los creyentes, esa estrella conduce
siempre a Jesús. Los cristianos creemos que el mundo no es «un caso
desesperado». No está en completa tiniebla. El mundo está orientado hacia su
salvación. Dios será un día el fin del exilio y las tinieblas. Luz total. Hoy
solo lo vemos en una humilde estrella que nos guía hacia Belén.
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