2025
CICLO C TIEMPO ORDINARIO III
DOMINGO
DE LA PALABRA
El texto de Nehemías narra un hecho
importante para el pueblo judío: la lectura pública de la Palabra de Dios. A
partir de ese momento va ser considerada la religión del Libro; la relación de
Dios con su pueblo será a través de su Palabra. Esta Palabra adquiere una
dimensión existencial, porque contiene un mensaje para cada uno de nosotros.
La Iglesia proclama a Jesús como esa
palabra encarnada que trae la Buena Noticia que es capaz de ofrecernos un nuevo
modo de vida, de encuentro y de fraternidad.
San Pablo considera a la Iglesia como el
cuerpo humano, es acertada e iluminadora. Destaca la Diversidad y Unidad en la
Comunidad. Cristo cabeza todos los demás formamos su cuerpo y cada uno según su
vocación y misión trabaja por el bien de los demás, del resto del cuerpo.
El evangelio de Lucas destaca la Buena
Noticia como itinerario de Vida, que va descubriendo progresivamente a Cristo,
a través de su Palabra, y la aplicamos a nuestras experiencias vitales. El
conocimiento de Jesús se hace imprescindible en la oración, en nuestro
interior, para luego vivirlo y ofrecerlo a los demás.
En la Sinagoga de Nazaret, donde se
congrega el pueblo para escuchar la proclamación y la enseñanza de la Palabra
de Dios, proclama: “hoy se cumple está escritura”. Jesús anuncia el Reino de
Dios, verdadera dimensión de su misión profética y mesiánica. Su enseñanza es
activa y renovadora, con el objetivo de no quedarnos ensimismados en
tradiciones y modos antiguos, que en ocasiones están vacíos. Recuperar el
espíritu profético, para anunciar la Buena Noticia, aquí y ahora, en nuestra
realidad, en nuestros ámbitos, porque es una tarea más que necesaria en la
actualidad.
El Espíritu de Cristo nos invita a
seguir su estela, para llevarla al mundo con nuestros lenguajes y modos, para
que se encarnen en nuestra sociedad. El estilo de Jesús, pues no solo enseñaba
con palabras y parábolas, sino también con sus obras: Es el Espíritu el que lo
empuja a dedicar su vida entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar. Ese debe
ser nuestro itinerario de vida cristiana.
Los cristianos no creemos en cualquier
Dios, sino en el Dios atento al sufrimiento humano. Frente a la «mística de
ojos cerrados», el que sigue a Jesús se siente llamado a cultivar una «mística
de ojos abiertos» y una espiritualidad de responsabilidad absoluta para atender
al dolor de los que sufren. A Jesús no le importa si el pobre y el ciego son
justos o pecadores, en el evangelio se habla de sufrimiento y no de culpa. Hay
oscuridad y dolor, y eso basta para herir el corazón de Dios.
Todos los ojos están fijos en él, y en
el gran silencio resuenan las primeras palabras oficiales de Jesús: «Hoy se ha
cumplido la palabra de Isaías». Y la sinagoga de Nazaret se llenó de humanidad
herida y frágil, de pobres y últimos, que se convirtieron en los principales
del Reino. Y Dios se colocó a su derecha, a su sombra. Y la sinagoga se llenó
de luz y esa luz todavía nos alcanza hoy a nosotros, Iglesia del tercer
milenio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario