sábado, 11 de enero de 2025

                               2025 CICLO C

         FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Hoy celebramos la fiesta del bautismo de Jesús. El Evangelio nos cuenta que el ministerio de Juan el Bautista había generado una gran expectación en el pueblo, signo de la autenticidad de las palabras del profeta. Tanto que no pocos esperaban que él fuera el Esperado prometido. Juan aclaró puntualmente que no era él, sino que tenía que anunciar que el Esperado estaba presente y que tenía un bautismo más grande que el suyo, porque bautizaría en Espíritu Santo y fuego. Sin embargo, sorpresa de sorpresas, Lucas nos dice que, Jesús pasó por el bautismo de Juan junto con todos los demás. Y en ese mismo contexto los cielos se abrieron y el Espíritu Santo descendió sobre Él.

Lucas relata lo que sucede después del bautismo: Jesús se quedó orando, y se abrieron los cielos. Maravillosa consecuencia, efecto de la oración: se reza y Dios abre el cielo.

Y del cielo desciende el Espíritu Santo un vuelo de palabras: Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco.

HIJO, tal vez la más bella y fuerte de las palabras humanas, que ilumina un vínculo para siempre, la raíz, el cuidado, la alegría, la ternura generadora, el amor que no cede y no retrocede.

AMADO, es la segunda palabra. Antes de responder, digas sí o no, tu nombre para Dios es “amado”. Incondicional, que yo sea amado no depende de mí, por suerte, depende de Él, de Su amor asimétrico e incondicional.

EN TI ME COMPLAZCO, tú eres mi contento. Aquí podemos asomarnos al corazón de Dios: hay en Él un estremecimiento de placer. Un Dios que dice ¡qué bien que estés ahí! Haces que el mundo sea más bello, sólo por existir. Hijo mío, te miro y soy feliz. Soy feliz de ser tu padre.

Así que dejemos de sentirnos bajo observación todo el tiempo; no estamos bajo observación, sino bajo el abrazo.

Esta sorprendente teofanía revela hasta qué extremo llega la solidaridad de Dios. El gesto de Jesús de ser bautizado por Juan está ya contenido en estado embrionario todo lo que será su historia entre los hombres. Su vida será un constante cargar sobre sus hombros los pecados de ellos.

Estamos en el corazón de nuestra fe: Jesús es la bondad, el amor gratuito de Dios por nosotros. Su vida entregada ha cambiado para siempre nuestro destino. Estoy justificado por su amor. He aquí la invitación del Jubileo a caminar por esta vida como «peregrinos de la esperanza».

La esperanza es, pues, saber esperar con confianza ese futuro luminoso que Dios nos ha asegurado. El hombre sin esperanza se vuelve desesperanzado. Pero sólo Dios puede dar una esperanza que no defrauda, porque no engaña. Sólo quien se siente amado sabe que su esperanza no será defraudada. Ha llegado un momento muy oportuno para volver a las fuentes renovadoras de nuestro bautismo. El don que nos ha hecho herederos está siempre ahí, a nuestra disposición. El don es Dios, que nos llama hijos suyos para siempre, herederos de su propia vida inmortal. 

 

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