sábado, 11 de noviembre de 2023

2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXXII

 

Los textos de estos últimos domingos del año litúrgico nos invitan a despertar, a estar preparados. Pero no pensemos en ese Dios vengativo que está al acecho para ver cómo puede cogernos en un renuncio y condenarnos. La frase: “Dios te coja confesado” es un insulto a Dios. Dios no nos espera al final del camino para condenarnos. Dios es el principio y el fin y está en nosotros cada instante de nuestra vida para que podamos llevarla a plenitud.

No es cuestión de meter miedo. No es la muerte la que tiene que dar sentido a nuestra vida, sino al revés, solo viviendo a tope, se aprende a morir. La muerte ni quita ni añade nada; el auténtico sentido debemos dárselo a la vida plenamente consciente.

La parábola de hoy narra una tradición del pueblo judío. Después de un año o más de desposorios, se celebraba la boda, que consistía en conducir a la novia a la casa del novio, donde se celebraba el banquete. El novio, acompañado de sus amigos y parientes iba a casa de la novia para conducirla a casa de su propia familia. En su casa le esperaba la novia con sus amigas, que la acompañarían. Todos estos rituales empezaban a la puesta del sol y tenían lugar de noche, de ahí las lámparas.

La importancia del relato no la tiene el novio ni la novia, lo que el relato destaca es la luz. La luz es más importante que las mismas muchachas, porque lo que determina que entren o no entren en el banquete es que tengan o no tengan el candil encendido. Ahora bien, para que dé luz una lámpara, tiene que tener aceite. Aquí está la madre del cordero. Lo importante es la luz, pero lo que hay que procurar es el aceite.

El aceite y la luz son las obras, las actitudes, los comportamientos et. que manifiestan una actitud adecuada. Jesús había dicho: Yo soy la luz del mundo. Y también: vosotros sois la luz del mundo. El aceite que da luz son las obras buenas, aquellas que comunican vida a los demás. Tenemos que ser portadores de luz y de calor.

¿Cuál es el aceite que arde en la lámpara? En (Mt 7,24-27) se dice: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Y todo aquel que no las pone por obra, se parece al necio que edificó sobre arena. La luz son las obras. El aceite que alimenta la llama es el amor. El ser sensato no depende de un conocimiento mayor sino de la plenitud de Vida.

Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No es egoísmo. Es que resulta imposible amar en nombre de otro. Nuestra lámpara no puede arder con aceite prestado. Dar sentido a la vida no se puede improvisar en un instante.

Las lámparas deben estar encendidas siempre; si esperamos a prepararlas en el último momento, toda la vida transcurrirá carente de sentido. Entrar por el camino del servicio a los demás hasta la entrega total. El aceite solo da luz a costa de consumirse. El mal estudiante estudia el día antes.

 

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