sábado, 18 de noviembre de 2023


 

2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXXIII

 

La parábola del domingo pasado (las diez muchachas) animaba a ser inteligentes y previsores. La de hoy anima a la acción, a sacar partido de los dones recibidos de Dios. La parábola de los talentos incide sobre la necesidad de trabajar y desarrollar los dones que gratis hemos recibido, por pura bondad de Dios. El talento era una cantidad de plata que variaba según los países, en Israel eran 59 kg. Por consiguiente, los tres administradores reciben, aproximadamente, 300, 120 y 60 kg de plata.

Cuando el señor de aquellos administradores llega de sus viajes y se reúne con ello para saldar cuentas. Los dos primeros duplican esa cantidad negociando con el dinero que les han confiado. Pero la parábola se detiene en el tercero, que se molesta en buscar un sitio escondido, cava un hoyo, y entierra el talento. ¿Por qué no ha hecho igual el tercero? Él mismo lo dice: porque conoce a su señor, le tiene miedo, y prefirió no correr riesgo. Y termina con un lacónico: “Aquí tienes lo tuyo”.

Sin embargo, el señor no comparte esa excusa ni esa actitud. Lo que ha movido al empleado no ha sido solo el miedo, sino la negligencia y la holgazanería. Le traen sin cuidado su señor y sus intereses. Tuve miedo". La madre de todos los miedos es el miedo a Dios. El tercer siervo tiene de Dios una imagen triste, depredadora, que huele a muerte. Lo siente duro, enemigo e injusto.

La exhortación evangélica Evangelii Gaudium nº 49 tiene una oferta de creatividad cuando nos exhorta a tener más miedo de quedarnos quietos y equivocarnos que de equivocarnos. Este evangelio nos recuerda que lo peor que nos puede pasar es quedarnos inmóviles, enterrados, estériles, fracasados, si tras nosotros, detrás de nosotros, no dejamos vida.

El señor de la parábola tiene pleno derecho a pedirnos cuentas a cada uno del tesoro que nos ha encomendado. Los talentos podríamos interpretarlos como cualidades humanas, don de la fe, misión dentro de la iglesia, etc. Ninguna de ellas excluye a las otras. La parábola ofrece una ocasión espléndida para realizar un autoexamen: ¿qué he recibido de Dios, a todos los niveles, humano, religioso, familiar, profesional, eclesial? ¿Qué he hecho con ello? ¿Ha quedado escondido en un cajón?

La parábola, termina con unas palabras muy extrañas: “Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”. ¿En qué quedamos? ¿Tiene o no tiene? El sentido de la frase resulta ahora más claro: “Al que produzca se le dará, y al que no produzca se le quitará lo que tiene”.

El mundo es una realidad germinal, y también lo es cada criatura, y estamos en el mundo para hacer avanzar, aunque sólo sea un pequeño paso, el bien, los buenos talentos, la historia de la alegría. Entonces al que tiene se le dará. Dios da vida a quien produce amor. Dios es generoso, hemos sido colmados de muchos dones, por lo que estamos llamados a dar de nosotros mismos. La vida es un don que hay que dar. Si la guardamos para nosotros, se pudre; si la damos, florece.

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