2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXXIII
La parábola del domingo
pasado (las diez muchachas) animaba a ser inteligentes y previsores. La de hoy
anima a la acción, a sacar partido de los dones recibidos de Dios. La parábola
de los talentos incide sobre la necesidad de trabajar y desarrollar los dones
que gratis hemos recibido, por pura bondad de Dios. El talento era una cantidad
de plata que variaba según los países, en Israel eran 59 kg. Por consiguiente,
los tres administradores reciben, aproximadamente, 300, 120 y 60 kg de plata.
Cuando el señor de
aquellos administradores llega de sus viajes y se reúne con ello para saldar
cuentas. Los dos primeros duplican esa cantidad negociando con el dinero que
les han confiado. Pero la parábola se detiene en el tercero, que se molesta en
buscar un sitio escondido, cava un hoyo, y entierra el talento. ¿Por qué no ha
hecho igual el tercero? Él mismo lo dice: porque conoce a su señor, le tiene
miedo, y prefirió no correr riesgo. Y termina con un lacónico: “Aquí tienes lo tuyo”.
Sin embargo, el señor
no comparte esa excusa ni esa actitud. Lo que ha movido al empleado no ha sido
solo el miedo, sino la negligencia y la holgazanería. Le traen sin cuidado su
señor y sus intereses. Tuve miedo". La madre de todos los miedos es el
miedo a Dios. El tercer siervo tiene de Dios una imagen triste, depredadora,
que huele a muerte. Lo siente duro, enemigo e injusto.
La exhortación
evangélica Evangelii Gaudium nº 49 tiene una oferta de creatividad cuando nos
exhorta a tener más miedo de quedarnos quietos y equivocarnos que de
equivocarnos. Este evangelio nos recuerda que lo peor que nos puede pasar es
quedarnos inmóviles, enterrados, estériles, fracasados, si tras nosotros,
detrás de nosotros, no dejamos vida.
El señor de la parábola
tiene pleno derecho a pedirnos cuentas a cada uno del tesoro que nos ha
encomendado. Los talentos podríamos interpretarlos como cualidades humanas, don
de la fe, misión dentro de la iglesia, etc. Ninguna de ellas excluye a las
otras. La parábola ofrece una ocasión espléndida para realizar un autoexamen:
¿qué he recibido de Dios, a todos los niveles, humano, religioso, familiar,
profesional, eclesial? ¿Qué he hecho con ello? ¿Ha quedado escondido en un
cajón?
La parábola, termina
con unas palabras muy extrañas: “Al que tiene se le dará, y al que no tiene se
le quitará hasta lo que tiene”. ¿En qué quedamos? ¿Tiene o no tiene? El sentido
de la frase resulta ahora más claro: “Al que produzca se le dará, y al que no
produzca se le quitará lo que tiene”.
El mundo es una
realidad germinal, y también lo es cada criatura, y estamos en el mundo para
hacer avanzar, aunque sólo sea un pequeño paso, el bien, los buenos talentos,
la historia de la alegría. Entonces al que tiene se le dará. Dios da vida a
quien produce amor. Dios es generoso, hemos sido colmados de muchos dones, por
lo que estamos llamados a dar de nosotros mismos. La vida es un don que hay que
dar. Si la guardamos para nosotros, se pudre; si la damos, florece.
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