2023 NOVIEMBRE MEDITACIÓN
EUCARISTIA
Un juez sabio
Prostrados
ante tu presencia Señor queremos meditar por la necesidad que tenemos de vivir
en la verdad y la justicia, inquietudes que tu colocaste en el corazón del ser
humano. Todo hombre viene a este mundo dotado, por la naturaleza humana que
Dios le otorgó, de una sabiduría básica capaz de conformar la realidad que le
envuelve. Esta facultad es la que hace de nosotros unos seres con inteligencia,
voluntad, virtudes. Así estamos llamados a participar de la gracia de Dios y
así adquirir nuevas facultades que hacen de nosotros unos seres totalmente
nuevos y con potencialidades para llegar hasta donde no podríamos imaginar.
Escuchemos
esta historia que contiene una gran carga de sabiduría
Un juez sabio: el Avaro y el honesto: Cierto día un mercader
ambulante iba caminando hacia un pueblo. Por el camino encontró una bolsa con
800 €. El mercader decidió buscar a la persona que había perdido el dinero para
entregárselo, pues pensó que el dinero pertenecería a alguien que llevaría su
misma ruta. Cuando llegó a la ciudad, fue a visitar a un amigo, a quien
preguntó.
- Sabes ¿quién ha podido perder esta gran cantidad
de dinero?
- ¡Sí! ¡Sí! Lo perdió Juan, el vecino que vive en la
casa de enfrente.
El mercader fue a la casa que le había indicado y
devolvió el dinero a su dueño. Juan era una persona avara, apenas recibió la
bolsa con el dinero se puso a contarlo con avidez. Una vez que hubo terminado
gritó: ¡Faltan 100 €! ¡Esa era la cantidad de dinero que yo pensaba dar como
recompensa a quien lo encontrara! ¿Cómo has tomado ese dinero sin mi permiso?
¡Vete, ladrón! ¡Ya no tienes nada que hacer aquí!
El honrado mercader se sintió indignado por los
insultos de Juan. No queriendo pasar por ladrón, se fue a ver al juez.
El mismo día, el avaro fue llamado al juzgado, quien
insistió ante el juez que la bolsa tenía 900 € cuando la perdió. Por el
contrario, el mercader aseguraba que tenía 800 € y que él no había tomado ni un
euro. El juez, que tenía fama de sabio y honrado, no tardó en decidir el caso.
Le preguntó al avaro:
- Tú dices que la bolsa contenía 900 €, ¿verdad?
- Sí, señor. Ni uno más ni uno menos. Yo mismo lo
había contado, respondió Juan.
- Y Tú dices que la bolsa que te encontraste
contenía 800 €, le preguntó el juez al mercader.
- Sí, señor.
- Pues bien, dijo el juez, considero que ambos son
personas honradas e incapaces de mentir. A ti, porque has devuelto la bolsa con
el dinero, pudiéndote haber quedado con ella; a Juan, porque lo conozco desde
hace tiempo. Así pues, yo decido que esta bolsa de dinero no es la de Juan;
aquella contenía 900 €, y ésta sólo tiene 800 €. Así pues, – mirando al
mercader – quédate tú con ella hasta que aparezca su dueño. Y tú, Juan, espera
que alguien te devuelva la tuya.
Señor Jesús
sabia decisión la de este juez honesto. Muy parecida a la sabiduría del rey
Salomón que tomaba decisiones basas en la verdad y en la justicia. La verdad y
la mentira las tenemos delante de nosotros, sólo hacen falta “jueces sabios”
que sepan descubrirla. En este caso, el juez premió la honradez del mercader y
castigó la mentira del avaro.
Todos tenemos
que actuar de jueces en muchos momentos de nuestra vida, es por ello que
necesitamos ese don que Dios le regaló a Salomón; un regalo que Dios también
nos dará a nosotros si amamos la verdad y le damos más valor a la verdad que al
poder o al dinero.
La mentira y
el engaño siempre están asociados con el demonio y el pecado (Jn 8:44). En
cambio, la verdad siempre está unida a Dios. Tú mismo nos dijiste: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Así debe ser
el cristiano. Nuestra vida es un lento caminar con sus ojos puestos en la verdad,
aunque nos parezca inalcanzable. Tu Señor danos confianza y fortaleza para
nunca abandonar los caminos de la verdad y de la justicia, a pesar de que
podemos salir perdiendo o escaldados. Señor Jesús queremos vivir este camino
contigo y junto a tantos hermanos nuestros que quieran participar de tu único
sueño: hacer un mundo más feliz y más hermano. Amén.
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