miércoles, 15 de noviembre de 2023


2023 NOVIEMBRE MEDITACIÓN EUCARISTIA

Un juez sabio

 

Prostrados ante tu presencia Señor queremos meditar por la necesidad que tenemos de vivir en la verdad y la justicia, inquietudes que tu colocaste en el corazón del ser humano. Todo hombre viene a este mundo dotado, por la naturaleza humana que Dios le otorgó, de una sabiduría básica capaz de conformar la realidad que le envuelve. Esta facultad es la que hace de nosotros unos seres con inteligencia, voluntad, virtudes. Así estamos llamados a participar de la gracia de Dios y así adquirir nuevas facultades que hacen de nosotros unos seres totalmente nuevos y con potencialidades para llegar hasta donde no podríamos imaginar.

Escuchemos esta historia que contiene una gran carga de sabiduría

Un juez sabio: el Avaro y el honesto: Cierto día un mercader ambulante iba caminando hacia un pueblo. Por el camino encontró una bolsa con 800 €. El mercader decidió buscar a la persona que había perdido el dinero para entregárselo, pues pensó que el dinero pertenecería a alguien que llevaría su misma ruta. Cuando llegó a la ciudad, fue a visitar a un amigo, a quien preguntó.

- Sabes ¿quién ha podido perder esta gran cantidad de dinero?

- ¡Sí! ¡Sí! Lo perdió Juan, el vecino que vive en la casa de enfrente.

El mercader fue a la casa que le había indicado y devolvió el dinero a su dueño. Juan era una persona avara, apenas recibió la bolsa con el dinero se puso a contarlo con avidez. Una vez que hubo terminado gritó: ¡Faltan 100 €! ¡Esa era la cantidad de dinero que yo pensaba dar como recompensa a quien lo encontrara! ¿Cómo has tomado ese dinero sin mi permiso? ¡Vete, ladrón! ¡Ya no tienes nada que hacer aquí!

El honrado mercader se sintió indignado por los insultos de Juan. No queriendo pasar por ladrón, se fue a ver al juez.

El mismo día, el avaro fue llamado al juzgado, quien insistió ante el juez que la bolsa tenía 900 € cuando la perdió. Por el contrario, el mercader aseguraba que tenía 800 € y que él no había tomado ni un euro. El juez, que tenía fama de sabio y honrado, no tardó en decidir el caso. Le preguntó al avaro:

- Tú dices que la bolsa contenía 900 €, ¿verdad?

- Sí, señor. Ni uno más ni uno menos. Yo mismo lo había contado, respondió Juan.

- Y Tú dices que la bolsa que te encontraste contenía 800 €, le preguntó el juez al mercader.

- Sí, señor.

- Pues bien, dijo el juez, considero que ambos son personas honradas e incapaces de mentir. A ti, porque has devuelto la bolsa con el dinero, pudiéndote haber quedado con ella; a Juan, porque lo conozco desde hace tiempo. Así pues, yo decido que esta bolsa de dinero no es la de Juan; aquella contenía 900 €, y ésta sólo tiene 800 €. Así pues, – mirando al mercader – quédate tú con ella hasta que aparezca su dueño. Y tú, Juan, espera que alguien te devuelva la tuya.

Señor Jesús sabia decisión la de este juez honesto. Muy parecida a la sabiduría del rey Salomón que tomaba decisiones basas en la verdad y en la justicia. La verdad y la mentira las tenemos delante de nosotros, sólo hacen falta “jueces sabios” que sepan descubrirla. En este caso, el juez premió la honradez del mercader y castigó la mentira del avaro.

Todos tenemos que actuar de jueces en muchos momentos de nuestra vida, es por ello que necesitamos ese don que Dios le regaló a Salomón; un regalo que Dios también nos dará a nosotros si amamos la verdad y le damos más valor a la verdad que al poder o al dinero.

La mentira y el engaño siempre están asociados con el demonio y el pecado (Jn 8:44). En cambio, la verdad siempre está unida a Dios. Tú mismo nos dijiste: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Así debe ser el cristiano. Nuestra vida es un lento caminar con sus ojos puestos en la verdad, aunque nos parezca inalcanzable. Tu Señor danos confianza y fortaleza para nunca abandonar los caminos de la verdad y de la justicia, a pesar de que podemos salir perdiendo o escaldados. Señor Jesús queremos vivir este camino contigo y junto a tantos hermanos nuestros que quieran participar de tu único sueño: hacer un mundo más feliz y más hermano. Amén.


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