Despiértame con la luz
de tu verdad.
Porque, la mentira,
frecuentemente me narcotiza
o la falsedad confunde
los caminos por los que avanzo.
Porque siento que, el
mundo que me rodea,
me contagia con la
pesadez del desencanto, con la desazón del pesimismo.
Porque frecuentemente, Señor,
caigo abatido en el
traicionero sueño de la desesperanza.
Levántame y, que, en la
lámpara de mi alma,
nunca falte la alegría
de salir a tu encuentro,
la satisfacción de ser
de los tuyos,
la seguridad de que,
esperándote, estoy en lo cierto.
No dejes que me abata el
desencanto ni la desilusión,
no permitas que, las
prisas del quererlo todo,
me aleje de gustar y
esperar el Paraíso definitivo.
No dejes que, la noche
que se cierne sobre el mundo,
apague las llamas de
tantos hijos tuyos,
que soñaron, y nunca se
cansaron, de verte frente a frente;
de tus hijos vivos y de
tus hijos muertos,
de los que por Ti
sufrieron y lloraron,
y de los que, con la
lámpara de la fe,
la fueron transmitiendo
de mano en mano.
Que no me duerma en el
letargo de la indiferencia,
que no me pierda en la
oscuridad de la impaciencia,
que no me acueste en la
comodidad del “ya no merece la pena”
Y si vienes, Señor, y
me encuentras o me sorprendes
con mi lámpara a punto
de extinguirse…
perdóname, Señor; sabes
que hice lo que pude
por amarte, servirte,
quererte…y esperarte. Amén
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