2024 CICLO B CUARESMA
Miércoles de Ceniza
En
este miércoles de ceniza, estamos aquí, para ponernos ante Dios en actitud de
arrepentimiento. Nos reconocemos que no somos perfectos, queremos que este
tiempo sea un tiempo de conversión, para que nuestra celebración de
Las palabras del profeta Joel: «Volveos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos. Rasgaos
el corazón y no las vestiduras», nos exhortan a tomar conciencia de todo lo
que está arraigado en nuestro corazón. Este camino de conversión debe nacer
verdaderamente del encuentro íntimo con el Señor y no de la búsqueda de las
alabanzas, de la aprobación, del reconocimiento por parte de la gente, porque
«el Padre ve en lo secreto».
Por desgracia, el mundo de hoy exalta sobre todo la capacidad
de sobresalir, la notoriedad, el chisme, la estética. Jesús indica un camino
muy diferente a recorrer para vivir concretamente la fidelidad al Señor y para
rendirle un culto que le agrada, dando importancia a lo interior más que a lo
exterior. Los elementos esenciales de este camino son: la «limosna», la
«oración» y el «ayuno».
- Hacer limosna es compartir nuestra vida, lo que somos y tenemos; es
comprometernos para que la justicia de Dios reine en nuestras realidades; es
vivir el mandamiento del amor, el único capaz de superar todas las barreras
creadas por la rivalidad, el poder, la guerra; es abrir los ojos y el corazón
para ver y hacerse cargo de quienes viven en necesidad y dar ayuda.
- Esta conciencia nace y se fortalece en la oración, lugar donde cada uno de nosotros entra en una relación
de dialogo con Dios, responde a la acción del Espíritu, descubre la grandeza
del Padre, se alegra de ser amado y en este amor reconoce tener hermanos, ser
parte de una familia.
- Para entrar en este diálogo, para descubrir y hacer
experiencia de la paternidad de Dios, estamos llamados a dar un primer paso muy
importante: «ayunar», es decir,
dejar al borde del camino lo que pesa en nuestro corazón, hacer espacio en
nosotros mismos, renunciando a tantas palabras, hacer silencio para escuchar la
voz de Dios y reconocer lo esencial en la vida: amar al Señor, vivir su
seguimiento, practicar la justicia. Este es el camino de conversión que estamos
invitados a recorrer en este tiempo de Cuaresma.
La Cuaresma, entonces, no es una colección de florecitas y
buenas intenciones, sino discernir hacia dónde está orientado el corazón. ¿Tengo
un corazón «bailarín», que da un paso adelante y otro atrás, ama un poco al
Señor y un poco al mundo?
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