Ayúdame a hacer silencio, Señor, quiero escuchar tu
voz.
Toma mi mano, guíame al desierto, que nos
encontremos a solas, Tú y yo.
Necesito contemplar tu rostro, me hace falta la
calidez de tu voz, caminar juntos... callar para que hables tú.
Ayúdame a dejar a un lado las prisas, las
preocupaciones que llenan mi cabeza, barre mis dudas e inseguridades.
Me tienta el activismo. Hay que hacer, hacer y
hacer.
Y me olvido del silencio, aflojo en la oración, Me tienta
la incoherencia. Hablar mucho y hacer poco.
Me tienta ser el centro del mundo.
Que los demás giren a mí alrededor, que me sirvan en
lugar de servir.
Me tienta la falta de compromiso.
Me tienta la falta de sensibilidad, no tener
compasión, acostumbrarme a que otros sufren y tener excusas, razones,
explicaciones...
Me tienta el separar la fe y la vida.
Me tienta el mirar la realidad sin la mirada del
Reino.
Me tienta, Señor, el desaliento.
Me tienta la desesperanza, la falta de utopía.
¡Enséñame a discernir!
Dame luz para
distinguir tu rostro.
Llévame al desierto, Señor, despójame de lo que me
ata, sacude mis certezas y pon a prueba mi amor.
Para empezar de nuevo, humilde, sencillo, con fuerza
y Espíritu para vivir fiel a Ti.
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