domingo, 25 de febrero de 2024


 

Quiero subir y bajar, Señor, contigo

y contemplar, cara a cara,

el Misterio de Dios que habla,

se manifiesta y te señala como Señor.

Quiero ascender para contemplar tu gloria,

bajar para dar testimonio de ella en la vida de cada día,

en los hombres que nunca se encaminaron

a la cima de la fe, al monte de la esperanza,

a la montaña donde, Dios, siempre habla,

nunca defrauda y siempre dice que nos ama.

Quiero subir y bajar, Señor;

que no me quede en el sentimentalismo vacío,

que no quede crucificado por una fe cómoda,

que no huya de la cruz de cada día.

Que entienda, Señor, que para bajar

es necesario, como Tú, subir primero:

a la presencia de Dios, para vivirlo,

ante la voz de Dios, para escucharlo,

ante la fuerza de lo alto,

para que la vida brille luego

con el fulgor y el resplandor de la fe.

Quiero subir, Señor, al monte Tabor

y contemplar cara a cara,

ese prodigio de tu brillante divinidad

sin olvidar que, como nosotros, también eres humano.

Muéstranos, Señor, tu rostro

y, al bajar al llano de cada día,

no olvidemos nunca buscar y anhelar

los signos de tu presencia. Amén.

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