2024 FEBRERO MEDITACIÓN
EUCARÍSTICA
El único modo de arreglar el
mundo
Aquí estamos
Jesús para acompañarte durante este pequeño tiempo de adoración. Venimos de muy
diversas situaciones, recompone tu nuestra vida y nuestra existencia. Solamente
Tu puedes arreglar este mundo.
El único modo de arreglar el mundo: Cuenta la historia que a
principios del siglo XX un famoso sociólogo polaco estaba muy preocupado
buscando una solución para arreglar tantos problemas que había en el mundo.
Durante toda su vida había estudiado economía, ciencias políticas, historia
de las religiones, derecho y muchas otras ciencias
humanas; pero por más que estudiaba, no encontraba una solución que realmente
se pudiera aplicar.
Cierto día, su hijo que tenía siete años, aburrido
de las vacaciones de verano y sin nada que hacer ni nadie con quien jugar,
invadió el despacho de su padre dispuesto a ayudarle en lo que fuera necesario.
Nuestro sociólogo, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a
jugar a otro lugar. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo
que le pudiera entretener, y de paso, quitárselo de en medio para poder seguir
con sus elucubraciones. De repente se encontró con un ejemplar de una revista
donde venía un mapa muy detallado del mundo.
Con unas tijeras recortó el mapa en más de cuarenta
pedazos irregulares, y junto con un rollo de cinta adhesiva, se lo entregó a su
hijo diciendo:
- Como sé te gustan los rompecabezas, te voy a dar
el mundo todo roto, para que lo repares sin ayuda de nadie.
Nuestro hombre pensó que al pequeño le llevaría días
componer el mapa, pero no fue así. Pasadas poco más de dos horas, escuchó la
voz del niño que lo llamaba:
- Papá, ¡ya lo hice todo! ¡Conseguí terminarlo!
En un principio el padre no dio crédito a las palabras
del niño. Pensó que era imposible que, con sólo siete años, hubiera conseguido
recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, nuestro sociólogo
levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo
digno de un niño. Cuál fue su sorpresa cuando descubrió que el mapa estaba
completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus respectivos lugares.
¿Cómo era posible? ¿Cómo había sido capaz un niño sin apenas estudios hacer un
trabajo tan difícil?
- Pero hijo, tú no sabías cómo era el mundo. ¿Cómo lograste armarlo?
- Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando
sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado había la
figura de un hombre. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al
hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a
la hoja y vi que había arreglado el mundo.
Nuestro
sociólogo se había estado devanando los sesos intentando encontrar una solución
para los problemas de nuestro mundo. Era muy sabio, pero no tanto como este
niño. Hubo de ser un niño quien hiciera saber al sabio que los problemas del
mundo se arreglarían si lográbamos previamente recomponer al hombre.
Así nos lo
dijo Jesús con palabras muy sencillas y a la vez profundas: “¿De qué le vale al
hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mt 16:26). O en estas otras: “No
atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los corroen y donde
los ladrones horadan y roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla
ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan ni roban. Porque donde
está tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt 6: 19-21).
El hombre cree
con mucha frecuencia que todo consiste en “conquistar el mundo” cuando en
realidad de lo único que habría que preocuparse es de “recomponer el alma de
los hombres”.
Esta es una
lección que el hombre de hoy día todavía no ha aprendido; y cada vez está más
lejos de encontrar una solución. La razón es muy sencilla, está buscando por el
camino equivocado. El hombre ha dejado de conocer cómo ha de ser él mismo, ello
se debe al hecho de que ha perdido de vista la imagen del hombre perfecto:
Jesucristo. El mundo sólo se arreglará cuando el hombre se centre. Y el hombre
sólo se centrará, si encuentra y sirve a Dios. San Agustín lo dijo con palabras
que el hombre ha olvidado: “Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en Ti”. Amén
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