2024 MEDITACIÓN EUCARISTICA
LA AUTÉNTICA RIQUEZA
En esta tarde
Señor sacramentado venimos a tus pies para escucharte y para aprender a vivir
la vida con sencillez y humildad. Nuestra casa común es obra tuya y en la
creación entera quedó plasmada no solamente tus manos sino tu corazón. Todo lo
que nos rodea, nos conduce a ti, solo falta abrir los ojos del corazón y
apreciar la palpitación que toda ella encierra
La auténtica riqueza: Hace ya un cierto tiempo mi madre me contaba una
bella historia para hacerme ver qué desencaminado está el hombre de hoy cuando
busca la auténtica riqueza.
La historia comenzaba cuando el padre de una familia
adinerada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito de que
su hijo viera cuán pobre era la gente que allí vivía, y así aprendiera a
valorar mejor todo lo que su padre le ofrecía.
Pasaron todo el día y toda la noche en la granja de
una familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje, ya de regreso en casa,
el padre le preguntó a su hijo:
- ¿Qué te pareció el viaje?
- Muy bonito, papa, respondió el niño.
- ¿Viste lo pobre que puede ser la gente?
- Sí, afirmó su hijo.
- ¿Y qué aprendiste?
- Vi que nosotros tenemos un perro en casa; ellos
tienen cinco. Nosotros tenemos una piscina larga hasta a la mitad del jardín;
ellos tienen un arroyo que no tiene fin. Nosotros tenemos lámparas importadas
en el patio; ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta el muro de
la casa; el de ellos tiene todo un horizonte. Ellos tienen tiempo para conversar
y convivir en familia; tú y la mamá tenéis que trabajar todo el día y casi
nunca os veo.
Al terminar el relato, el padre se quedó mudo, y su
hijo agregó:
- ¡Gracias papá, por enseñarme cuán ricos podremos
llegar a ser!
Señor Jesús, cuánta
razón tenía ese joven; aunque pensándolo mejor nos damos cuenta de que también
este joven se quedaba muy corto. La belleza de la naturaleza, el diálogo en
familia, el gozo de un paisaje, son riquezas al alcance de nuestras manos y que
no solemos valorar mucho; pero hay una riqueza mucho más grande, que muy pocos
llegan a apreciar, y que es la fortuna de conocer a Dios, de ser su hijo, de
tener su gracia. Es la dicha de poder hablar con Él y de escucharle. En una
palabra, es el hecho de poder ser contado entre los “bienaventurados”.
La gente que
nos rodea y el ambiente en el cual vivimos en este mundo, andamos tan preocupados
de fabricarnos un paraíso en esta tierra, que ya no tenemos tiempo de gozarlo
una vez que lo conseguimos. Pero peor es, tener a nuestro alcance el amor de
Dios, no ser conscientes de esa gran riqueza; y peor todavía, no luchar por
alcanzarlo.
Nos viene a la
mente las palabras de San Pablo: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad las
cosas de arriba, … Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque
habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios”. (Col 3: 1-3)
“Amontonaos
más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni
ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también
tu corazón” (Mt 6: 20-21).
“El Reino de
los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo
un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo
que tiene y compra el campo aquel” (Mt 13:44).
Todas estas
palabras Señor nos anima a agradecer y a caminar en este tiempo de cuaresma
hacia una verdadera conversión.
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