2024
CICLO B
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Celebramos hoy la Ascensión del Señor a
los cielos. Los discípulos siguieron a Jesús durante tres años por los caminos
de Palestina, no entendieron mucho, pero lo amaron mucho. Cuando los discípulos
vieron a Jesús, se postraron, aunque algunos dudaron. Y después de darles unos
consejos lo vieron elevarse al cielo.
Ir al cielo no es llegar a un lugar,
sino entrar para siempre en el Misterio del amor de Dios. Por fin, Dios ya no
será alguien oculto e inaccesible. Aunque nos parezca increíble, podremos
conocer, tocar, gustar y disfrutar de su ser más íntimo, de su verdad más
honda, de su bondad y belleza infinitas. Dios nos enamorará para siempre.
El cielo no se puede describir, pero lo
podemos pregustar. No lo podemos alcanzar con nuestra mente, pero es difícil no
desearlo. Si hablamos del cielo no es para satisfacer nuestra curiosidad, sino
para reavivar nuestro deseo y nuestra atracción por Dios. Si lo recordamos es
para no olvidar el anhelo último que llevamos en el corazón.
Esta comunión con Dios no será una
experiencia individual. Jesús resucitado nos acompañará. Nadie va al Padre si
no es por medio de Cristo. Solo conociendo y disfrutando del misterio encerrado
en Cristo penetraremos en el misterio insondable de Dios. Cristo será nuestro
«cielo». Viéndole a él «veremos» a Dios.
No será Cristo el único mediador de
nuestra felicidad eterna. Encendidos por el amor de Dios, cada uno de nosotros
nos convertiremos a nuestra manera en «cielo» para los demás. Desde nuestra
limitación y finitud tocaremos el Misterio infinito de Dios saboreándolo en sus
criaturas. Gozaremos de su amor insondable gustándolo en el amor humano. El
gozo de Dios se nos regalará encarnado en el placer humano.
Jesús realiza un acto de enorme e
ilógica confianza en hombres y mujeres que aún dudan, confiando precisamente a
ellos el mundo y el Evangelio; les confía la buena noticia a pesar de las
dudas.
Id y enseñad, enseñad el oficio de
vivir, como me habéis visto hacerlo a mí, mostradles el rostro alto y luminoso
del hombre.
Bautizad, que significa sumergir a las
personas en Dios, que puedan ser impregnadas de cielo, impregnadas de Dios,
empapadas de agua viva. Esta es la misión de los discípulos: hacer del mundo un
bautismo de inmersión en Dios, en ese Dios que Jesús contó como amor y
libertad, como ternura y justicia. Cada uno de nosotros recibe hoy la misma
misión de los apóstoles: anunciad. Eso es todo. No dice: organizad, ocupad los
puestos clave, haced grandes obras de caridad, sino sencillamente: anunciad.
Jesús ha descendido (ascendido) en lo profundo de las cosas, en lo íntimo de la
creación y de las criaturas, y desde dentro empuja como fuerza ascendente hacia
una vida más luminosa. Todo su ser, la hondura de su alma, la grandeza de su
corazón, la creatividad, la amplitud, la excitación de su reacción amorosa nos
serán regalados».
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