domingo, 12 de mayo de 2024


 

2024 CICLO B

 ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Celebramos hoy la Ascensión del Señor a los cielos. Los discípulos siguieron a Jesús durante tres años por los caminos de Palestina, no entendieron mucho, pero lo amaron mucho. Cuando los discípulos vieron a Jesús, se postraron, aunque algunos dudaron. Y después de darles unos consejos lo vieron elevarse al cielo.

Ir al cielo no es llegar a un lugar, sino entrar para siempre en el Misterio del amor de Dios. Por fin, Dios ya no será alguien oculto e inaccesible. Aunque nos parezca increíble, podremos conocer, tocar, gustar y disfrutar de su ser más íntimo, de su verdad más honda, de su bondad y belleza infinitas. Dios nos enamorará para siempre.

El cielo no se puede describir, pero lo podemos pregustar. No lo podemos alcanzar con nuestra mente, pero es difícil no desearlo. Si hablamos del cielo no es para satisfacer nuestra curiosidad, sino para reavivar nuestro deseo y nuestra atracción por Dios. Si lo recordamos es para no olvidar el anhelo último que llevamos en el corazón.

Esta comunión con Dios no será una experiencia individual. Jesús resucitado nos acompañará. Nadie va al Padre si no es por medio de Cristo. Solo conociendo y disfrutando del misterio encerrado en Cristo penetraremos en el misterio insondable de Dios. Cristo será nuestro «cielo». Viéndole a él «veremos» a Dios.

No será Cristo el único mediador de nuestra felicidad eterna. Encendidos por el amor de Dios, cada uno de nosotros nos convertiremos a nuestra manera en «cielo» para los demás. Desde nuestra limitación y finitud tocaremos el Misterio infinito de Dios saboreándolo en sus criaturas. Gozaremos de su amor insondable gustándolo en el amor humano. El gozo de Dios se nos regalará encarnado en el placer humano.

Jesús realiza un acto de enorme e ilógica confianza en hombres y mujeres que aún dudan, confiando precisamente a ellos el mundo y el Evangelio; les confía la buena noticia a pesar de las dudas.

Id y enseñad, enseñad el oficio de vivir, como me habéis visto hacerlo a mí, mostradles el rostro alto y luminoso del hombre.

Bautizad, que significa sumergir a las personas en Dios, que puedan ser impregnadas de cielo, impregnadas de Dios, empapadas de agua viva. Esta es la misión de los discípulos: hacer del mundo un bautismo de inmersión en Dios, en ese Dios que Jesús contó como amor y libertad, como ternura y justicia. Cada uno de nosotros recibe hoy la misma misión de los apóstoles: anunciad. Eso es todo. No dice: organizad, ocupad los puestos clave, haced grandes obras de caridad, sino sencillamente: anunciad. Jesús ha descendido (ascendido) en lo profundo de las cosas, en lo íntimo de la creación y de las criaturas, y desde dentro empuja como fuerza ascendente hacia una vida más luminosa. Todo su ser, la hondura de su alma, la grandeza de su corazón, la creatividad, la amplitud, la excitación de su reacción amorosa nos serán regalados».

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