2024 CICLO B
SOLEMNIDAD DE LA
SANTÍSIMA TRINIDAD
Al
iniciar el Tiempo Ordinario, lo hacemos contemplando con asombro y reverencia
al centro de la Revelación Cristiana: el Dios que es Padre, Hijo y Espíritu
Santo, tres personas y un solo Dios.
Este
Misterio de la Trinidad nos posibilita comprender que nuestro Dios es relación,
es convivencia entre las tres personas, es familia. No es un ser solitario, que
vive en una soledad asfixiante. También encontramos las huellas de la Trinidad en
todo lo creado de las manos del Dios; de ahí la actitud de profunda reverencia
y humildad ante un Dios al que sólo podemos acercarnos gracias a que él se ha manifestado
como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En
el momento presente necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y
sencillas, no con sermones incomprensibles llenos de alta teología.
Palabras que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten
nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro
Credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.
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Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra. No estamos solos
ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados. Dios es nuestro Padre
querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen
y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos solo por amor, y nos
espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este
mundo.
Su
nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Las nuevas generaciones se van
alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios
nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de
perder la fe en este Dios, Creador y Padre.
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Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el
Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él vemos al
Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos
sentir a Dios humano, cercano, amigo.
Este
Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna
y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado el camino
a seguir: Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.
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Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida.
Este misterio de Dios está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo
podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos
lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de
nosotros. Es una gracia grande caminar por la vida en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.
Hoy
Iglesia nos propone la Jornada Pro Orantibus, el día en el que nos aviva
el recuerdo y la oración por los contemplativos, los hombres y mujeres
entregados al servicio de la oración y la intermediación «cerca de Dios y del
dolor del mundo», corazón de nuestra Iglesia. Oremos por ellos.
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