2024 CICLO B
SOLEMNIDAD DEL CORPUS
CRISTI
El
día del Corpus está todo él centrado en la eucaristía. La comunidad cristiana
no puede subsistir sin la eucaristía.
El
evangelio que hemos leído nos dice que el pan cambia cuando se da: TOMÓ EL
PAN…TOMÓ EL VINO Y SE LO DIO. Desde ese momento, al ser un pan ofrecido, como
la vida misma de Jesús, el pan cambió. No era simple pan sino el símbolo, el
sacramento, de una vida entregada.
Si
esto es así, habrá que decir que la mejor manera de celebrar la fiesta del Corpus
será potenciar la entrega de la propia vida en bien de los demás. Son muchos
los panes que podemos dar:
-
El pan de la solidaridad: Sin él, la eucaristía queda cuestionada. ¿De
qué nos serviría comulgar con el cuerpo de Jesús si estamos desvinculados del
cuerpo del hermano que sufre? No nos cansemos de escuchar; no endurezcamos el
corazón para que la eucaristía no pierda su sentido.
-
El pan de la escucha atenta: pan muy apreciado para quien vive en
soledad, en marginalidad, en exclusión. Escuchar con el oído y el corazón. Será
pan nutritivo para quien anda en desamparo.
-
El pan de la fe: es un pan humilde. Pero cuando en la eucaristía proclamamos
nuestra fe, es darnos a comulgar con la fe que arde en el corazón.
En
la última cena, tal como fue recordada y vivida por los primeros cristianos
destacamos:
-
Una convicción firme: sus seguidores no quedarán huérfanos. La muerte de
Jesús no podrá romper su comunión con él. Nadie ha de sentir el vacío de su
ausencia. Sus discípulos no se quedan solos. En el centro de toda
comunidad cristiana que celebra la eucaristía está Cristo vivo y
operante. Aquí está el secreto de su fuerza.
-
No basta asistir a esa cena. Los discípulos son invitados a comer.
Para alimentar nuestra adhesión a Jesucristo necesitamos reunirnos a escuchar
sus palabras e introducirlas en nuestro corazón; necesitamos comulgar
con él identificándonos con su estilo de vivir. Ninguna otra experiencia
nos puede ofrecer alimento más sólido. Su cuerpo es un cuerpo entregado y su
sangre es una sangre derramada, por la salvación de todos.
Hoy,
si queremos estar en comunión con Él, el único camino es ponernos al servicio
de los demás, con la ayuda y el apoyo de la Eucaristía, para que también podamos
convertirnos en don para los demás. Si nos alimentamos de su cuerpo y de su
sangre durante la misa, tenemos que vivirla durante toda la semana, amando y
sirviendo a los hermanos, que la providencia pondrá en nuestro camino,
haciéndonos pan para ellos.
Nada
hay más central y decisivo para los seguidores de Jesús
que la celebración de esta cena del Señor. Por eso hemos de cuidarla tanto. Bien
celebrada, la eucaristía nos moldea, nos va uniendo a Jesús, nos alimenta
con su vida, nos familiariza con el evangelio, nos invita a vivir en actitud de
servicio fraterno y nos sostiene en la esperanza del reencuentro final con él.
Señor, gracias por la invitación que nos haces a vivir en total comunión
contigo, sirviendo a todos los hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario