sábado, 1 de junio de 2024


 

2024 CICLO B

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CRISTI

 

El día del Corpus está todo él centrado en la eucaristía. La comunidad cristiana no puede subsistir sin la eucaristía.

El evangelio que hemos leído nos dice que el pan cambia cuando se da: TOMÓ EL PAN…TOMÓ EL VINO Y SE LO DIO. Desde ese momento, al ser un pan ofrecido, como la vida misma de Jesús, el pan cambió. No era simple pan sino el símbolo, el sacramento, de una vida entregada.

Si esto es así, habrá que decir que la mejor manera de celebrar la fiesta del Corpus será potenciar la entrega de la propia vida en bien de los demás. Son muchos los panes que podemos dar:

- El pan de la solidaridad: Sin él, la eucaristía queda cuestionada. ¿De qué nos serviría comulgar con el cuerpo de Jesús si estamos desvinculados del cuerpo del hermano que sufre? No nos cansemos de escuchar; no endurezcamos el corazón para que la eucaristía no pierda su sentido.

- El pan de la escucha atenta: pan muy apreciado para quien vive en soledad, en marginalidad, en exclusión. Escuchar con el oído y el corazón. Será pan nutritivo para quien anda en desamparo.

- El pan de la fe: es un pan humilde. Pero cuando en la eucaristía proclamamos nuestra fe, es darnos a comulgar con la fe que arde en el corazón.

En la última cena, tal como fue recordada y vivida por los primeros cristianos destacamos:

- Una convicción firme: sus seguidores no quedarán huérfanos. La muerte de Jesús no podrá romper su comunión con él. Nadie ha de sentir el vacío de su ausencia. Sus discípulos no se quedan solos. En el centro de toda comunidad cristiana que celebra la eucaristía está Cristo vivo y operante. Aquí está el secreto de su fuerza.

- No basta asistir a esa cena. Los discípulos son invitados a comer. Para alimentar nuestra adhesión a Jesucristo necesitamos reunirnos a escuchar sus palabras e introducirlas en nuestro corazón; necesitamos comulgar con él identificándonos con su estilo de vivir. Ninguna otra experiencia nos puede ofrecer alimento más sólido. Su cuerpo es un cuerpo entregado y su sangre es una sangre derramada, por la salvación de todos.

Hoy, si queremos estar en comunión con Él, el único camino es ponernos al servicio de los demás, con la ayuda y el apoyo de la Eucaristía, para que también podamos convertirnos en don para los demás. Si nos alimentamos de su cuerpo y de su sangre durante la misa, tenemos que vivirla durante toda la semana, amando y sirviendo a los hermanos, que la providencia pondrá en nuestro camino, haciéndonos pan para ellos.

Nada hay más central y decisivo para los seguidores de Jesús que la celebración de esta cena del Señor. Por eso hemos de cuidarla tanto. Bien celebrada, la eucaristía nos moldea, nos va uniendo a Jesús, nos alimenta con su vida, nos familiariza con el evangelio, nos invita a vivir en actitud de servicio fraterno y nos sostiene en la esperanza del reencuentro final con él. Señor, gracias por la invitación que nos haces a vivir en total comunión contigo, sirviendo a todos los hermanos.

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