miércoles, 5 de junio de 2024

2024 JUNIO MEDITACIÓN EUCARÍSTICA.

 

EL ANCIANO SAMURÁI

 

Señor Jesús aquí estamos de nuevo delante de ti para sentir tu presencia. Acabamos de celebrar el Corpus, la fiesta de la eucaristía y hemos admirado tu presencia en esta forma sagrada. Un presencia viva, fortalecedora y sanadora. Contigo nuestra vida adquiere una serenidad total. Contigo reconocemos nuestras emociones, las aceptamos y aprendemos a regularlas. No nos dejes arrastrar por la negatividad, por la ira.

Los insultos provocan ira, rabia, pero… ¿Y si no cedemos ante las provocaciones, insultos o intentos de humillación? No podemos cambiar la actitud de otras personas, pero podemos elegir cambiar la nuestra y al no aceptar los insultos, pertenecen a quien los llevaba consigo.

Este cuento del anciano samurái nos ayudará a reflexionar sobre ello:

Cerca de Tokio vivía un gran samurái que se dedicaba a enseñar el budismo a los jóvenes. Aunque tenía una edad avanzada, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario. Un día, un guerrero conocido por su falta de escrúpulos pasó por la casa del anciano samurái. Era famoso por provocar a sus adversarios y, cuando estos perdían la paciencia y cometían un error, contraatacaba. El joven guerrero jamás había perdido una batalla.

Conocía la reputación del viejo samurái, por lo que quería derrotarlo y aumentar aún más su fama. Los discípulos del maestro se opusieron, pero el anciano aceptó el desafío.

Todos se encaminaron a la plaza de la ciudad, donde el joven guerrero empezó a provocar al viejo samurái:

Le insultó y escupió en la cara. Durante varias horas hizo todo lo posible para que el samurái perdiera la compostura, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró.

Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones sin responder, sus discípulos le preguntaron:

- ¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aunque pudiera perder en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?

- El anciano les contestó: Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?

- A quien intentó entregarlo, por supuesto, respondió uno de los discípulos.

- Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos – explicó el maestro – Cuando no los aceptas, siguen perteneciendo a quien los llevaba consigo.

Cuantas lecciones valiosas aprendemos de la historia de este viejo y sabio samurái. Porque en realidad, todos cargamos con insatisfacciones, ira, frustraciones, culpa y miedo. Sin embargo, eso no significa que debamos contagiar nuestra frustración a otras personas.

En la vida siempre encontramos a otras personas mucho más tóxicas que nosotros mismos. Personas destructivas que se disfrazan con la intención de ayudar para perjudicar, generar culpa, restar valor a nuestro esfuerzo y alimentar nuestros miedos e inseguridades. Sin embargo, si somos capaces de mantener la serenidad que el momento requiere, podríamos responder de forma consciente y evitando sus presentes tóxicos, evitaremos el contagio de su veneno. No aceptemos sus provocaciones ni sus regalos envenenados. Si aprendemos a responder de forma consciente a las provocaciones en lugar de reaccionar, será más difícil que no nos ofendan.

Dejar atrás el pasado. Lo hecho, hecho está, pero no podemos vivir siempre con vergüenza o miedo por lo que sucedió tiempo atrás. Aprendamos para que no se repitan errores, porque ese aprendizaje es precisamente el que nos fortalece y el que nos da seguridad, pese a no haber acertado.

Con Jesús queremos controlar las emociones y no dejarnos llevar con reacciones que perdamos el control. Evitemos todo tipo de toxicidad. Las palabras deben ser elegidas con cuidado porque las personas que la escucharán, serán influidas para bien o para mal. Un refrán popular dice que “no daña quien quiere, sino quien puede”.

Así que en nuestra mano está, igual que hizo el viejo samurái, aceptar o rechazar lo que el otro pretende que asumamos como nuestro.

Aferrarse a la ira es como agarrarse a un carbón caliente con la intención de tirárselo a alguien; tú eres el que te quemas

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario