2024 CICLO B
TIEMPO ORDINARIO XI
Hoy
Jesús nos habla del reino de Dios y nos cuenta dos parábolas:
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La primera nos habla del dinamismo interno de la semilla. El Reino de
Dios es como la semilla depositada en la tierra, germina y crece por sí sola. Semilla
que entraña dentro de sí una fuerza secreta que actúa con una energía vital
iniciando todo el proceso de su desarrollo. En ningún momento alude Jesús al
trabajo del campesino, a intervención humana alguna. Esté despierto o dormido,
el sembrador no tiene que preocuparse, pues el grano crece y se desarrolla
sin que se sepa cómo. Es la propia semilla la que hace su trabajo, se
desenvuelve de forma independiente desplegando toda su energía interna.
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La segunda nos compara el reino de Dios con el grano de mostaza. A pesar
de ser la más pequeña de las semillas, una vez sembrada, crece y echa ramas tan
grandes que las aves del cielo vienen a anidar a su sombra. La parábola pone en
primer plano el sorprendente y grandioso resultado final de la acción de
Dios, a la vez que subraya el valor decisivo del momento presente, por muy
insignificante que pueda parecer. En el Reino inaugurado por Jesús, es el Señor
quien gobierna y protege a su pueblo. Su reino eterno, aunque pase casi
desapercibido en el presente, está llamado a convertirse en el frondoso árbol
que dé cabida a toda clase de pueblos, razas y lenguas.
Que diferente es nuestra sociedad
moderna que ha llegado a la convicción práctica de que, para darle a la
vida su verdadero sentido y su contenido más pleno, lo único importante
es sacarle el máximo rendimiento por medio del esfuerzo y la
actividad.
Por eso se nos hace tan extraña y
embarazosa esa pequeña parábola en la que Jesús compara el Reino de Dios con
una semilla que crece por sí sola, sin que el labrador le proporcione la fuerza
para germinar y crecer. Sin duda es importante el trabajo de siembra que
realiza el labrador, pero en la semilla hay algo que no ha puesto él: una
fuerza vital que no se debe a su esfuerzo.
Experimentar la vida como regalo es probablemente
una de las cosas que nos puede hacer vivir a los hombres y mujeres de hoy de
manera nueva, más atentos no solo a lo que conseguimos con nuestro trabajo,
sino también a lo que vamos recibiendo de manera gratuita.
Aunque tal vez no lo percibimos así, nuestra
mayor desgracia es vivir solo de nuestro esfuerzo, sin
dejarnos agraciar y bendecir por Dios, y sin disfrutar de lo que se nos va
regalando constantemente. Pasar por la vida sin dejarnos sorprender por la novedad
de cada día.
Todos necesitamos hoy aprender a
vivir de manera más abierta y acogedora, en actitud más contemplativa y
agradecida. Alguien ha dicho que hay problemas que no se resuelven a
base de esfuerzo, sino que se disuelven cuando sabemos acoger la gracia de
Dios en nosotros. Se nos olvida que, en definitiva, todo es gracia,
porque todo, absolutamente todo, está sostenido y penetrado por el misterio de
ese Dios que es gracia, perdón y acogida para todas sus criaturas. Amén
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