miércoles, 21 de agosto de 2024


 

2024AGOSTO MEDITACIÓN EUCARÍSTICA.

LAS DOS HORMIGAS

 

Señor Jesús presente en el altar, de nuevo en esta tarde venimos a estar contigo y a llenarnos de tu presencia. Aquí a tu lado nos encontramos bien y sabemos que todos estos momentos que dedicamos a estar contigo no es tiempo perdido, sino todo lo contrario es tiempo ganado y bien aprovechado. Porque salimos reforzados y llenos de una gran esperanza e ilusión. Hoy queremos pedirte que nos ayudes a desprendernos de todo aquello que nos ata, de todo aquello que no nos hace bien para que asumamos la vida nueva que tú nos ofreces. Una vida nueva llena de amor, de respeto y de fraternidad.

Una hormiga vivía plácidamente en una montaña de azúcar. Otra hormiga vivía cerca de allí, en un montículo de sal. La hormiga que vivía en la montaña de azúcar vivía feliz, porque disfrutaba de un alimento muy dulce, mientras que la hormiga que vivía en la montaña de sal, siempre tenía una terrible sed después de comer.

Un día, la hormiga de la montaña de azúcar se acercó a la montaña de sal:

- ¡Hola, amiga! le dijo.

- ¡Hola! contestó extrañada la hormiga del montículo de sal. ¡Qué bueno ver otra hormiga por aquí! Comenzaba a sentirme muy sola…

- Pues vivo muy cerca de aquí, en una montaña de azúcar.

- ¿Azúcar? ¿Y eso qué es? preguntó extrañada la hormiga de la sal.

- ¿Nunca probaste el azúcar? ¡Te va a encantar! Si quieres, ven mañana a verme y te dejaré probar el azúcar.

- ¡Me parece una idea fantástica! contestó intrigada la hormiga de la montaña de sal.

Al día siguiente, la hormiga del montículo de sal decidió aceptar la invitación de su vecina. Pero antes de partir, pensó en llevar en la boca un poco de sal, por si acaso el azúcar no le gustaba. Así tendría algo que comer.

Y después de andar un poco, enseguida descubrió la brillante montaña de azúcar. En lo más alto, estaba su vecina.

- ¡Qué bueno que viniste, amiga! Sube, que quiero que pruebes el sabor del azúcar.

- ¡De acuerdo! contestó la hormiga de la sal.

Una vez arriba, la hormiga vecina le ofreció un poco de azúcar, pero como ella tenía sal en la boca, el azúcar le supo a sal.

- ¡Vaya, que curioso! dijo la hormiga de la sal. Resulta que tu azúcar sabe igual que mi sal. Debe ser lo mismo. Tú la llamas azúcar y yo la llamo sal.

- No puede ser, dijo extrañada la otra hormiga. Yo he probado la sal y no se parece en nada… A ver, abre la boca.

Entonces, la hormiga se dio cuenta de que tenía guardada sal en la boca.

- ¡Claro! ¡Ahora lo entiendo! Anda, escupe la sal y prueba de nuevo…

La otra hormiga obedeció y esta vez sí, el azúcar al fin le supo a azúcar.

- ¡Mmmmmm! ¡Deliciosa! ¡Es una maravilla! dijo la hormiga entusiasmada. Y se quedó a vivir con su nueva amiga, disfrutando del maravilloso y dulce sabor del azúcar.

Si no te deshaces de aquello a lo que te aferras sin que te haga feliz, no podrás disfrutar de lo nuevo y darle una oportunidad para mejorar.

Jesús tú nos decías que nos deshiciéramos del hombre viejo y que asumiéramos el hombre nuevo, ese hombre nuevo que tú viniste a enseñarnos. Vivir como hermanos, buscando el respeto de la diferencia del otro. Porque la diferencia del otro nos enriquece y nos da nuevas visiones de la vida. Intentemos deshacernos de lo viejo, de lo que no nos hace felices, de aquello que nos intoxica y nos perjudica y revistámonos de lo bueno, de lo dulce de la vida. Solo tu Jesús puedes echarnos una mano y con tu ayuda estamos seguros que lo conseguiremos. De nuevo te pedimos que no nos abandones y que camines siempre con nosotros. Amén.

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