2022 AÑO A TIEMPO DE ADVIENTO I
En la época de Noé, los
hombres comían y bebían... y no se daban cuenta. No se dieron cuenta de que ese
mundo había terminado. Los días de Noé son los días de la superficialidad: el
vicio supremo de nuestra época". Sin embargo, el tiempo de Adviento que
comienza es un tiempo de realidad. Vivir con atención, haciendo que cada
momento sea profundo.
La imagen principal que
presidirá todo este tiempo es María de Nazaret esperando el nacimiento,
embarazada de Dios, embarazada de luz. Esperar, el infinitivo del verbo amar.
Las mujeres, las madres, conocen en su cuerpo lo que es la espera, lo saben
desde dentro. El Adviento es la vida que nace, dice que este mundo lleva otro
mundo en su seno; tiempo para darse cuenta, como las madres gestantes, de que
los brotes de vida crecen y trepan dentro de nosotros. Es hora de mirar hacia
arriba y más allá.
Cuantas veces también
nosotros vivimos días como los de Noé, en los que ni siquiera nos fijamos en
los que están en la casa y sus ojos y comportamientos nos hablan; de las
guerras y calamidades que azotan al mundo por doquier.
Es posible vivir sin
notar nada. ¡Esta es una inundación de superficialidad! Vivir sin rostros:
rostros de guerra; rostros de niños víctimas de la violencia, del hambre, del
maltrato, del abandono; rostros de mujeres violadas, compradas, vendidas;
rostros de exiliados, de refugiados, de emigrantes en busca de supervivencia y
dignidad; es posible, como entonces, comer y beber y no darse cuenta de nada.
Los días de Noé son míos, cuando olvido que el secreto de mi vida está más allá
de mí, sacio mi hambre de cielo con grandes tragos de tierra, y ya no sé cómo
soñar.
Si el propietario
supiera a qué hora viene el ladrón.... Siempre me ha preocupado la imagen del
Señor descrito como un ladrón en la noche. Sabemos que Dios no es un ladrón de
la vida. Dios viene, vendrá, ya está viniendo, a la hora que no puedes imaginar
y te sorprende donde no lo esperas, en el abrazo de un amigo, en un niño que
nace, en una iluminación repentina, en un estremecimiento de alegría que te
embarga y no sabes por qué. Es un ladrón muy extraño: porque hay un aumento de
humanidad, una intensificación de la vida, y eso se llama Navidad.
Preparémonos para no
falta a la cita. Estar dispuestos no a evitar, sino a no faltar al encuentro, a
no faltar a la cita con un Dios que viene no como robo sino como don, como
Encarnación, es la ternura de Dios que cae en la tierra con suavidad.
El tiempo litúrgico del
Adviento nos ofrece motivos de esperanza. El profeta Isaías nos lo manifiesta
en la visión del Señor que reúne a todos los pueblos en la paz eterna del Reino
de Dios. Habla de la esperanza de tiempos nuevos y mejores, entreviéndola en
medio de la turbulencia política, económica, social y religiosa que le tocó
vivir. Dios no falla, es fiel en su amor y hace posible la vida humana en medio
de todas las dificultades.
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